«Wrong turn»: Sin salirse del camino

Eduardo Galán

CULTURA

Película de aventuras de serie b, sazonada con el sabor de las de los años sesenta y setenta, única gracia de un filme que resulta francamente mediocre

27 jul 2021 . Actualizado a las 09:29 h.

Veinte años después, Alan McElroy, el chapucero pero personal guionista de Km. 666, camino sangriento (mediocre e influyente película de terror que propició una saga con otros cinco horrores de medio pelo), vuelve a reescribir la historia de su autoría en eso que los amantes de palabros llaman un reboot, o sea un remake con importantes giros argumentales. Así, sin abandonar estilemas de la variante genérica del slasher -mata, en cualquier sitio, chavales en edad de merecer-, los autores de Wrong turn: Sendero al infierno nos ofrecen más bien una película de aventuras de serie b, sazonada con el sabor de las de los años sesenta y setenta. Y esta última es la única gracia que nos atrae de un filme que, por lo demás, resulta francamente mediocre.

La cosa va de seis veinteañeros que andan de senderismo por el Sur, por la Virginia más profunda y confederada. Como en los cuentos clásicos, en un pueblucho, último reducto de la civilización, les recomiendan que tengan cuidado con el bosque, que no se alejen del sendero. Pero, claro, el sendero aburre un montón. Los chavales se pierden. Y se encuentran con unos colonos muy particulares, habitantes de una aldea aislada, apartada del mundo, que viven como se vivía en 1850.

Un resucitado Matthew Modine es el papá de una de los chicos perdidos, la rubia Charlotte Vega, actriz española nacida en las series El secreto de Puente Viejo y Velvet. El padre busca a su hija. Y encuentra. Hasta ahí deberíamos contar.

Como adelantábamos, las maneras visuales, la narración y el envenenado mensaje bien podrían ser los de un filme de aventuras producido por Roger Corman en la época dorada. Y es verdad que el guion atraviesa momentos francamente delirantes. Pero, al tiempo, parece que el director conduce toda esta locura con el freno de mano puesto, o, más bien, acelerando en punto muerto. Y, muchas veces, la sensación que permanece bordea lo frustrante. Esto no es, desgraciadamente, El malvado Zaroff, ni Cruel Zelanda.Todas las promesas se quedan en papel mojado.