«El Padrino» cumple 50 años como una de las mejores películas de la historia

CULTURA

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José Luis Losa y Miguel Anxo Fernández descubren los aciertos de un filme que fue aplaudido desde su estreno por crítica y público

20 oct 2022 . Actualizado a las 16:32 h.

Los fans de El Padrino saben todas esas curiosidades que rodean a un filme icónico que este año cumple 50 años. Saben, por ejemplo, que el papel de Marlon Brando, el carismático Vito Corleone, estuvo pendiente de un hilo, porque, como cuenta el crítico José Luis Losa, los desmanes del actor habían sido muchos y a principios de los setenta le antecedían muchos fracasos en taquilla. «Brando estaba muerto, estaba caput, pero cuando los de la Paramount vieron su casting, porque tuvo que enfrentarse a una prueba a los 47 años, se callaron todos», avanza Losa, que vio por primera vez el filme de Francis Ford Coppola en una reposición en un cine de pueblo a mediados de los setenta. Brando se emperró en ese papel que, cuenta la leyenda, estaba previsto para actores como Laurence Olivier. «Es un magnífico intérprete —dice Losa—, ¡pero imagínate el resultado si se metiese en la piel de un italoamericano!».

Porque uno de los grandes aciertos de este filme que Coppola dirigió a los 31 años es, precisamente, la elección de los actores. «Eu vin a película de estrea nun cine de Ourense e quedei totalmente impactado», relata el crítico y profesor Miguel Anxo Fernández, que se rindió a un filme que rompió el canon del thriller. «A súa violencia explícita é brutal, foi un cambio do Novo Hollywood, que xa se iniciara co ametrallamento final de Bonnie and Clyde. Tamén aparece en The Wild Bunch (La pandilla salvaje), de Sam Peckinpah, pero a partir de El Padrino é moito máis. Xa non morrías só pola metralleta, podían colgarte, asfixiarte ou poñerte a cabeza do cabalo na cama», di Fernández. En eso coincide plenamente Losa que, como él, asegura que El Padrino, que le dio el Oscar a Brando y se llevó el de mejor película y guion adaptado, cumple 50 años en una forma espléndida, porque para los dos críticos la década de los setenta es la mejor del cine norteamericano. «A partir de ahí todo se infantiliza», resume Losa, mientras que Miguel Anxo Fernández marca entre Bonnie and Clyde, en 1967, y La puerta del cielo, en el 80, los años dorados.

Pero El Padrino fue mucho más. No solo recibió desde su estreno la ovación del público y de la crítica, lo que la ha llevado a ser clasificada como una de las mejores películas de toda la historia (en algún ránking solo superada por Ciudadano Kane, de Orson Welles), sino que consiguió, con un trabajo de casting espectacular, que los espectadores conectasen emocionalmente con una familia de gánsteres. «Eso estaba ya vigente en el best seller de Mario Puzo, pero Coppola lo bordó», asegura Losa. «Todos os personaxes son un acerto, James Caan como Sonny, o irmán sanguíneo; Talia Shire como Connie, a irmá que anda bruxuleando todo; Al Pacino como Michael, o máis repousado; Robert Duvall como Tom Hangen, o consiglieri; John Cazale, como Freddo, o irmán máis débil, e por suposto, Brando como Vito Corleone», recuerda Miguel Anxo Fernández.

Michael es más complejo, no es un héroe, pero tiene un lado oscuro, por eso la película tiene ecos shakespearianos indudables, te habla del poder y de cómo el fin justifica los medios.

Pero el acierto es la conexión emocional que se establece con una familia a la que queremos, a la que vemos positivamente, aunque asesinen o extorsionen. «Cando Vito Corleone vai mercar as laranxas e o tirotean, sofres, queres a ese tipo, do mesmo xeito que cando lle dá o ataque ao corazón», apunta Fernández. Ese punto tierno del patriarca fue cosecha de Brando, quien cuando hizo el casting se puso los famosos algodones en los carrillos de la boca para darle la apariencia de un bulldog: parece malo, pero en el fondo es cariñoso. De ese modo los protagonistas se reflejan en cualquier familia, si bien la complejidad de Michael es superior al resto de personajes, dice Losa. «Conseguir esa empatía del público con todos es muy difícil, pero Michael es más complejo, no es un héroe, pero tiene un lado oscuro, tiene que tomar decisiones morales como matar a su hermano, por eso la película tiene ecos shakespearianos indudables, te habla del poder y de cómo el fin justifica los medios. Aunque mi personaje favorito por primario y testosterónico es el de Sonny, pero todos están maravillosos, Al Pacino, Brando... y no me quiero olvidar de la jovencísima Diane Keaton, que aún no había hecho nada con Woody Allen», avanza Losa, que ve tanto El Padrino como El Padrino II como un todo. «Para mí es un díptico, y como conjunto sí forma parte de mis cinco películas favoritas, aunque la segunda me parece más ambiciosa y más compleja», señala Losa. Él deja a un lado la tercera parte, aunque salva a Sofia Coppola, «debo ser el único del mundo», se ríe. Sin embargo, Miguel Anxo reivindica el filme de Andy García: «As tres partes son excelentes, pero El Padrino es el principio de todo».

Si los espectadores más curiosos saben que Coppola decidió poner la cabeza del caballo real justo en el momento de rodar la escena final para sorprender de verdad al actor que la protagonizaba, otros desconocerán que el gato que acaricia Brando fue un extra que se sacó de la manga el director. Era un gato que se había colado en el plató y Coppola lo subió a las piernas de Vito para siempre. «Todas las escenas son icónicas —apunta Losa—, la simbología de las naranjas anunciando la muerte, el montaje del bautizo a la vez que el baño de sangre de la masacre, la muerte de Sonny... Pero la boda de El Padrino solo es comparable a la del Gatopardo, para mí las dos bodas sobresalientes de la historia del cine; en esa boda Coppola hace un cuadro de familia, presentando a los personajes mientras en el despacho Vito hace su papel de conseguidor. Es brillante».

LA FOTOGRAFÍA OSCURÍSIMA

Como brillante es la fotografía oscurísima de Gordon Willis, que destaca Miguel Anxo Fenández, y por supuesto la música de Nino Rota, el músico predilecto de Fellini, que Coppola conocía a la perfección, sobre todo siendo hijo de un compositor como Carmine Coppola que, además, hizo parte de las piezas de El Padrino II. Esa doble mirada de la familia dentro de la familia solo podía ser obra de un director italoamericano, porque en el filme no solo estaba la hermana de Coppola, y su padre, sino también su hija Sofia, que curiosamente aparece en las tres partes de la saga: en la primera es el bebé que se bautiza, en la segunda hace de una niña emigrante, y en la tercera es la hija de Michael. Y eso que Coppola estuvo a punto de no dirigir esta película, sino que estaba prevista para el veterano Norman Jewison. Fue Robert Evans, el productor del filme, quien insisitió y quien avaló también a Brando. Una carambola que nos ha dado una cinta inigualable, en plena forma 50 años después, que siguen aplaudiendo los más jóvenes que, como las generaciones anteriores, repiten una y otra vez los diálogos de ese maravilloso guion: «Ni siquiera me llamas Padrino. No. Vienes a mi casa el día de la boda de mi hija... y me pides que mate... por dinero».