Saúl Craviotto, piragüista y pentamedallista olímpico: «Me viene bien sentirme acorralado, saco lo mejor de mí»

DEPORTES

MARCOS MÍGUEZ

Empatado con David Cal, recuerda: «Todas mis medallas son con gallegos, es una combinación explosiva»

16 oct 2021 . Actualizado a las 10:14 h.

Hace tiempo que Saúl Craviotto Rivero (Lérida, 1984) es la sensación del momento. La última vez que alcanzó notoriedad fue por su éxito deportivo y no por otras de sus facetas. Tras su plata en K4 500 en los Juegos de Tokio, ha empatado con David Cal como deportista español con más metales olímpicos (cinco). Este logro llega tras haber estado a punto de retirarse tras la cita de Río de Janeiro (2016) y a las puertas de los Juegos de París, su próximo gran reto.

Saúl Craviotto fue invitado por Abanca y Visa a un evento en el que participaron empleados y clientes de la entidad financiera (que obtuvieron su plaza por sorteo tras haber realizado compras con la tarjeta Visa Tú de Abanca) y en el que pudieron disfrutar de una charla motivacional del medallista olímpico y de un reto gastronómico con el chef Marcos Morán (Casa Gerardo, una estrella Michelin).

—¿Sigue de vacaciones?

—Pues llegué anoche de Lanzarote, así que encantado de reiniciar en Galicia mi regreso a la rutina. Para mí es una tierra que tiene muchísimo, como Asturias. Cuando puedo, me escapo.

—¿A qué espera a coger carrerilla otra vez?

—Normalmente, cuando acaba una temporada, nuestro entrenador nos deja un margen de quince días y después ya hay que volver a coger el tono. Pero después de unos Juegos Olímpicos se necesita más. Y Tokio significó un ciclo de cinco años muy duro, con altibajos, más la pandemia. Así que ahora estoy dando pasos hacia atrás para coger impulso para llegar a París, ya que se trata de un ciclo mucho más corto. Ya empiezo a echar de menos la rutina. Tengo unas ganas tremendas de entrenar.

—Qué sensaciones tan diferentes a los días posteriores a Río.

—Porque ya antes tenía esas dudas de si seguiría, pero cambiaron la distancia olímpica, pasó del 200 al 500 y cuando tienes una edad y menos explosividad, me dio oxígeno. Es mi distancia natural. Y ahora sigue, con una embarcación en la que me siento muy a gusto.

—El reto es atractivo.

—Es que cuando empecé si me dicen que iba a ir a cuatro Juegos y tener cinco medallas, firmo lo que haga falta. Y ya estamos hablando de ir a los quintos Juegos, lograr la sexta medalla... es superar muchas líneas rojas que me marqué al principio.

—¿Cómo gestiona la presión?

—Es durillo. Reconozco que estos Juegos han sido los peores a nivel mental. Ha sido complicado en la villa olímpica, encima fui abanderado. Era un hervidero de noticias, las redes sociales... Es un cambio que noté respecto a otros Juegos. Estamos mucho más conectados. Todo el mundo espera medalla de Craviotto, medalla de Craviotto, medalla de Craviotto...

—Ya el propio selectivo ha sido intenso, con la polémica surgida por la selección de deportistas.

—Como todos los que yo recuerde. Ya en Pekín y en Río. Al final, el embudo se va cerrando y a los Juegos queremos ir todos. Es normal que haya nervios, tensiones. Es un proceso normal que pasa en todos los deportes. Y cada persona lo vive de una manera diferente. A mis años, ya no le doy importancia, porque como sé cómo funciona, pues...

—¿Se verá un K2 con usted más un gallego?

—Uf, a estas alturas pensar en combinaciones... no estoy en esa fase todavía. Pero la verdad que cada vez que me siento con un gallego saco medalla. Todas las que tengo son con gallegos. Es una combinación explosiva. Por eso le tengo yo tanto cariño a esta tierra.

—¿Qué falta para doblegar a los alemanes?

—Hay muchas variables. Llevan todo el ciclo olímpico dominando, pero nos hemos ido acercando e incluso les pudimos ganar en la Copa del Mundo. Y en los Juegos hubo muy poca diferencia, hasta fuimos por delante.

—¿Darán con la fórmula?

—Si, hombre, supongo que sí. Pero no la sé aún. Si la supiera, ¿qué te crees, que no lo habría hecho? Hay que seguir picando piedra, creyendo en lo que hacemos. Y no solo en el aspecto mental, sino poder trabajar tranquilos. Ellos seguro que tuvieron un año más tranquilo que el nuestro. Y hasta el material influye.

—¿Cree que técnicamente puede mejorar?

—Todos los años aprendo algo. Siempre se cree que no, pero cada año trabajamos aspectos diferentes. La forma de salir... ahora miro atrás y digo: «Madre mía. ¿Cómo podíamos hacer eso?». Vas probando cosas. Y es chocar contra muros, movimientos, formas de colocar la pala... En un barco de cuatro tripulantes, cada uno gestiona su cabeza como buenamente puede. Unos se vienen arriba en competición, otros son más nerviosos, o más tranquilos... Yo me pongo nervioso, pero sabiéndolos controlar, esos nervios son buenos. A las eliminatorias que llego relajado porque creo que son fáciles, ahí la lío. Me va bien cuando estoy presionado. Me viene bien sentirme acorralado, ahí saco lo mejor de mí.

—Hablando de retos, nombres propios. David Cal y Teresa Portela.

—Me decía mi mujer: «No sé si me ha hecho más ilusión tu medalla o la de Teresa». Somos grandísimos amigos y es una bellísima persona. Se me caían las lágrimas. Y David y yo somos amigos. Hemos comido juntos hace poco. Es maravilloso compartir todo esto con él.

—Quién iba a decir que el piragüismo iba a ponerse de moda.

—Es que fue sacar David Cal su medalla en Atenas ya vinieron todas las demás. Y poco a poco ya no nos confunden con el remo, y nos situamos en el mapa.

—Con su padre también dedicado al piragüismo, no le quedó mucho más remedio a usted...

—Bueno, yo intenté jugar al fútbol, pero era un tuercebotas que no veas. Estaba todo el día chupando banquillo. Parecía que me escapaba de la pelota.

—Y ganará la sexta medalla, pero la gente le recordará por un programa de televisión.

—No me molesta en absoluto. Lo disfruté mucho, aprendí bastante, fue una experiencia nueva y llegó a mucha gente, niños también, a la que no le gustaba el deporte, o le gustaba, pero no el piragüismo. Y gracias a la televisión llegué a las casas de muchas personas y se interesaron por mi deporte. Además, no fue nada fácil, fue duro.

—¿Qué efecto cree que tiene en la gente su exposición pública, como en el ámbito solidario por ejemplo?

—Pues bastante, creo. Siempre intento ayudar, pero sobre todo es lo que me aportan a mí. Estuve en Madagascar y colaboré con Manos Unidas. Siempre se puede sumar. Es un orgullo.

—¿Tomó más conciencia durante la pandemia, debido también a las restricciones para entrenarse?

—Es que todo fue un poco raro. Porque fue apenas un mes y medio. Y solo fue agobio cuando los Juegos estaban en el aire y veíamos que los alemanes se estaban entrenando con normalidad. Pero cuando confirmaron los Juegos, pensé, bueno, si se puede, se puede, y si no, lo primero es la salud. Yo, como policía, iba a trabajar normal. La situación en sí ya era traumática.

—Si Craviotto no puede, es que no se puede.

—Soy un ser humano, como todos, con mis momentos de estar en casa, o de arrojar la toalla, pero a nivel deportivo solo se ven las medallas, y parece que no tengo mis cosas, como todo el mundo, con mis defectos, fracasos y caídas.

—¿Cuándo definirá el camino olímpico?

—No lo sé aún. De momento, haré algo de trabajo aeróbico, para coger la forma, que ya estoy empezando a ganar barriga... Ya hemos descansado de cabeza.

—¿Influirá que el ciclo sea más corto?

—Sí, pero vamos, te da tiempo a ponerte en forma, a pinchar, a amargarte y a crecerte. Tres años se pueden hacer muy largos, y más a mis años. Pero que nadie se preocupe, que llegaremos bien.