Futuros laborales truncados

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MARIA PEDREDA

Negar la dependencia del alcohol es  un hecho habitual entre aquellos que sufren esta enfermedad que acorta un 8 % la esperanza de vida

15 ene 2017 . Actualizado a las 09:51 h.

Ingenieros, trabajadores del mar, médicos y enfermeras figuran entre las profesiones más demandadas en España y más allá de sus fronteras. Cualquiera de ellas puede ser ejercida en un futuro próximo por una niña -no le pongamos nombre- de 12 años, que en la actualidad acompaña a su madre hasta bien entrada la noche en bares de una de las principales ciudades gallegas. Su progenitora, a la que su hija adora, ha tenido varios trabajos, aunque en ninguno se ha consolidado. Quizá por estar supeditada al alcohol, lo que ella niega por activa y por pasiva. Un hecho habitual entre aquellos que sufren esta enfermedad que acorta un 8 % la esperanza de vida. La adicción no le ha provocado por el momento ningún síntoma en el hígado o el corazón o de movilidad. Sí ha afectado a sus recursos económicos -logra malvivir de la ayuda social y de mentiras que se cree y de la gente de buena fe que, solo una vez, le presta dinero- y a su calidad de vida. También a la de su hija. Su lugar de estancia preferido, uno de los bares que se localizan por el barrio en el que vive. Se sienta en una mesa, acompañada de varones, normalmente, mayores de 65 años. Su hija siempre está a su lado. Es guapa. Alta, morena y con un estilo propio de las niñas de su edad. Rosas, rojos, grises, azules, falditas cortas y mallas acompañan a camisetas llenas de dibujos con purpurina de las cantantes y muñecas de moda.

En el bar ya la conocen. Se acomoda en una silla con un acompañante o un grupo de ellos. La niña también. Después de diez, doce o quince cervezas -depende de las invitaciones que tenga ese día- se va. Normalmente su destino es el piso de una amiga al que llega con su hija. Esta, a sus doce años, la sujeta por los costados desde la espalda intentando que no se caiga, y logra que el tambaleo no haga zozobrar el cuerpo de su madre en medio de la tormenta tóxica que, sin remedio, se repetirá al día siguiente. Hay vecinos que conocen la situación. También los dueños de los bares habituales. Todos se retraen en el momento de actuar. ¿Hacia dónde? ¿Cómo? ¿Si hay denuncia separarán a hija y madre? La respuesta tiene un 99 % de posibilidades de ser afirmativa, y nadie quiere tener en su conciencia una decisión de ese tipo. Pero si la mujer no sale de este atolladero, ¿cuál es el futuro de la niña?

Uno de los últimos estudios oficiales que se manejan recoge que la prostitución mueve cada año 18.000 millones de euros en España, lo que significa que cada día el sector factura 50 millones. En la práctica conocer estas cifras no tiene la menor importancia, como tampoco la tiene el número de personas que ejercen la actividad en la calle, en prostíbulos o en locales de carretera, que, vaya por delante, son unas 300.000. El matiz estaría en saber si la niña de esta crónica llegará a engrosar ese número. Porque ella, capaz de mantener en pie a su madre sin perder su autoestima, habría perdido la posibilidad de acceder a un futuro laboral digno. El viernes por la mañana, con sus pantalones vaqueros y camiseta rosa, se fue al colegio. De allí a su casa y, después, entrada la tarde, al bar.