Hunosa encuentra una veta en Madrid

Efe MADRID

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Teresa Mallada, durante su etapa como presidenta de Hunosa, en la presentación de las visitas guiadas al Sotón, en Fitur
Teresa Mallada, durante su etapa como presidenta de Hunosa, en la presentación de las visitas guiadas al Sotón, en Fitur ANGEL DIAZ

La empresa hullera presenta en Fitur la visitas guiadas al interior del pozo Sotón. Más de 3.000 personas han bajado ya a las entrañas de la mina

19 ene 2017 . Actualizado a las 14:14 h.

Tres mil personas se han sentido mineros por un día y experimentado la sensación de trabajar a cientos de metros de profundidad extrayendo carbón en el pozo Sotón, reconvertido en atracción turística hace un año y medio y por el que han pasado ya más visitantes que trabajadores quedan en activo en el sector en España. La reconversión de la industria carbonífera, que aún en los años noventa daba empleo a más de 50.000 trabajadores, ha llevado a la principal empresa del sector, la pública Hunosa, a diseñar diversas actividades de diversificación de su actividad incluidas las turísticas, focalizadas en una explotación cerrada desde 2014.

La experiencia que se ofrece en el Sotón ha sido presentada en el pabellón de Asturias por la presidenta de la hullera, María Teresa Mallada, que ha incidido en recordado que el Sotón, declarado Bien de Interés Cultural, funcionó como pozo vertical para la extracción de carbón durante más de un siglo. Mallada ha invitado a los asistentes a la presentación a sentirse «mineros por un día» y a conocer así, a través de una experiencia «inolvidable», la dureza de ese trabajo y la historia de un sector que ha sido «parte fundamental del motor económico de España» . «Estarán ante una forma de vida que ha marcado carácter, ante una actividad industrial que ha sido locomotora en la transformación económica y social de nuestro país, y ante una obra de ingeniería colosal: el fruto de la labor desarrollada por más de cuarenta mil mineros durante cien años de trabajo», ha añadido.

La visita se prolonga más de cuatro horas precedidas de una charla sobre seguridad en la que los mineros por un día aprenden como manejar el autorrescatador, un elemento de protección individual instalado en el cinturón que permite oxigenarse de forma autónoma en caso de encontrar una atmósfera irrespirable. Ataviados de la indumentaria pertinente -botas, mono, casco y lámpara-, los visitantes bajan en la jaula por la caña del pozo a una velocidad muy superior a la de los ascensores convencionales hasta llegar a la planta octava de la explotación. Desde allí se inicia una recorrido de cinco kilómetros que comienza por la bajada por la chimenea «La Jota», un lugar no apto para claustrofóbicos, por lo que Hunosa dispone la posibilidad de realizar un recorrido alternativo de menor complejidad. «La Jota» permite descender a la novena planta por una chimenea -una labor vertical entre dos galerías excavada en sentido ascendente- reforzada únicamente con piezas de madera y con una longitud de unos cien metros a lo largo de una pendiente media superior a 43 grados con pequeños tramos verticales.

El visitante debe hacer parte del recorrido agachado para poder pasar por túneles de medio metro de altura y sortear las mampostas que refuerzan la galería mientras intenta no tropezar con los costeros (rocas sueltas), un tramo donde las condiciones inherentes a una mina -oscuridad, ruidos inusuales, sensación de confinamiento, calor, humedad y polvo en el ambiente- se refuerzan aún más.

Tras conocer un taller de picadores para puede probar suerte con el martillo y arrancar una piedra de carbón para llevársela de recuerdo y la labor de un frente de barrenistas, los visitantes alcanzan la décima planta, a 557 metros de profundidad -casi cuatro veces la altura de la Torre Picasso de Madrid-, que constituye la cota más baja que puede visitar un turista en una mina en Europa. El regreso hasta la caña del pozo se lleva a cabo en un tren minero que circula durante dos kilómetros a casi seiscientos metros bajo el nivel del suelo de una explotación que cuenta con 140 kilómetros de galerías que conectan con el pozo María Luisa.

Dicha explotación, un emblema de la minería asturiana tras permanecer abierto 158 años en los que fue escenario de tragedias como el accidente que en 1949 mató a catorce mineros, visitas de los Reyes de España y de un presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, en la década de los setenta, vio también como el pasado 30 de diciembre se extraían las últimas toneladas de carbón de su dilatada historia.