La inacabable transición de la economía asturiana

Raúl Álvarez REDACCIÓN

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UNOS 6.000 AGRICULTORES Y GANADEROS FORMAN PARTE DE SOCIEDADES DE TRANSFORMACIÓN AGRARIA.
UNOS 6.000 AGRICULTORES Y GANADEROS FORMAN PARTE DE SOCIEDADES DE TRANSFORMACIÓN AGRARIA. Vítor Mejuto

Las reconversiones industrial y agraria lastran el crecimiento e impiden que Asturias iguale al resto de España. Un problema, el pequeño tamaño medio de las compañías regionales

03 ago 2017 . Actualizado a las 07:36 h.

Si Asturias camina, España corre. Si la comunidad autónoma acelera, el país esprinta. Así es la tendencia económica que se observa desde hace ya décadas en la relación entre la parte y el todo. El Principado, según las estimaciones de los organismos oficiales y los diversos gabinetes de estudios que han presentado en las últimas semanas sus previsiones de crecimiento para el 2017, cerrará este año el mejor ejercicio desde el estallido de la crisis y ni aun así será suficiente para estrechar la brecha con el conjunto de la economía española y avanzar en una convergencia que se resiste a todos los esfuerzos por modernizar la estructura productiva regional. El diagnóstico está claro desde hace años, según el consenso de los especialistas: Asturias arrastra déficits en la productividad, la competitividad y la tasa de actividad que lastran su rendimiento e impiden acompasarlo al ritmo del conjunto de España. Lo que ya no resulta tan fácil de explicar es por qué, si las causas están claras, no se encuentran soluciones.

«El marco empresarial no encuentra el estímulo adecuado», reconoce el decano del Colegio de Economistas de Asturias, Miguel de la Fuente. Las compañías asturianas siguen siendo, en gran medida, familiares. Pero no en el sentido de que pertenezcan a grandes familias con conexiones financieras y músculo para poner en pie grandes proyectos, sino según una definición pequeña, a menudo casi artesanal, del negocio. El 93% de las más de 67.000 empresas registradas en la comunidad no pasa de cinco trabajadores. La directora general del Instituto de Desarrollo Económico del Principado (Idepa), Eva Pando, ha señalado este mismo verano que ese pequeño tamaño medio es un obstáculo a la hora de poner en práctica iniciativas destinadas a aumentar la producción y orientar la actividad hacia las exportaciones.

La propia Federación Asturiana de Empresarios (Fade) es consciente de las limitaciones generales de las firmas de la región. Su secretario general, Alberto González, se muestra contrario a dedicar recursos públicos a fomentar una marca Asturias para reforzar la internacionalización y las exportaciones. «Es un problema de escala. Somos una región pequeña en el marco de los mercados globales. El problema de esa iniciativa es que exige mucho esfuerzo y deja poco retorno», considera.

¿Cómo se ha llegado a ese aparente callejón sin salida y qué hacer para encontrar una puerta que permita pasar al otro lado del muro que lo cierra? El catedrático de Economía Financiera y antiguo decano de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Oviedo, Francisco González, cree que, en parte, el problema rebasa el ámbito de las decisiones políticas y se adentra en el de las percepciones. Desde que las reconversiones de los años 80 golpearon simultáneamente la base minera e industrial de la economía y las actividades agrarias y ganaderas que constituían el sostén del mundo rural, Asturias se ha olvidado de mirar hacia delante y solo ha intentado paliar el dolor causado por esos golpes del pasado. «Veamos el ejemplo del sector minero. El ajuste, ahí, ha sido muy lento. Es más, nuestros partidos políticos aún apuestan por la minería, aunque todo el mundo sabe que su futuro no es significativo. El reconocimiento tardío de las realidades está causando retrasos en las medidas para corregirlas», analiza.

Pero González no se reconoce en las posiciones de quienes defienden un desmantelamiento a la brava de los sectores con problemas. «Yo procedo del occidente y soy sensible al envejecimiento del mundo rural. Y lo mismo pasa con la minería. No hay que dejar a nadie sin cobertura social. Pero también hay que apoyar otras actividades y reconocer que el futuro pasa por cosas distintas», opina. El catedrático, sin embargo, admite que la transición hacia otras maneras de crear empleo y riqueza no es sencilla ni corta. «Los factores que explican el crecimiento estable de una economía son permanentes y, a corto plazo, es difícil romper la inercia cuando ese crecimiento es bajo», añade.

Cada decisión tiene influencia en el conjunto. Subsidiar algunas actividades es un remedio contra una explosión del desempleo y un estallido social, pero, por el contrario, operar en una economía en la que el porcentaje de ayudas supera la media nacional desincentiva a las empresas para invertir en creación e innovación. La investigación y el desarrollo, a juicio de González, es la más importante de las asignaturas pendientes de la economía asturiana. «Los políticos no han sabido hacerla, al menos no una que sea clara y definida. Nos faltan criterios estables y sostenidos en el tiempo», critica. La pérdida de población, y en este contexto especialmente la de los jóvenes mejor cualificados que se marchan de Asturias en busca de buenos trabajos, es otro obstáculo importante.

La política fiscal, que no basta para atraer la instalación de empresas foráneas, y la imagen de propensión a la conflictividad laboral que se asocia a la región añaden otras trabas. «No es cierto que no haya margen con los impuestos. No entro en que un modelo sea mejor o peor que el otro, pero en la Comunidad de Madrid se hacen las cosas de manera distinta que en el Principado, de manera que sí hay diferencias según los ámbitos geográficos», reflexiona González. Al menos, reconoce, la buena noticia que, según todos los pronósticos, dejará el 2017 es que Asturias recupera un crecimiento robusto, aunque su punta de velocidad siga siendo menos rápida que el ritmo general de España.