«Ansiedad e incertidumbre» en los talleres de Duro Felguera

J. C. G. GIJÓN

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Instalaciones de Calderería Pesada de Duro Felguera en Gijón
Instalaciones de Calderería Pesada de Duro Felguera en Gijón

Trabajadores de Felguera Raíl y Calderería Pesada hablan de sus impresiones personales y las de sus compañeros ante el dudoso futuro de la empresa

08 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando hace cuatro años se incorporó a las instalaciones de Felguera Raíl en Mieres, Francisco Fernández Tejado esperaba ante todo estabilidad. Afiliado a CCOO y participante en las movilizaciones y encierros contra el cierre de la filial Felguera Melt, asumía que llegaba a una división de Duro Felguera «con futuro, con solvencia, porque vías era rentable, con clientes, en una instalación renovada, con líneas de negocio nuevas… como de hecho así es». Y sin embargo, como sus 80 compañeros en Mieres, su situación hoy es «de aboluta desconfianza y miedo». La de quien sabe «que es posible que en noviembre la nómina no esté asegurada» y espera algún tipo confirmación sobre posibles ventas a otras empresas «sin saber en qué condiciones ni de qué manera». El trabajador de Duro Felguera, con 16 años de antigüedad en la empresa, pareja y un hijo, resume toda la situación en dos palabras: «Incertidumbre y ansiedad».

No era lo que esperaba cuando se incorporó a los talleres de Mieres después del convulso proceso de liquidación de Felguera-Melt. La perspectiva de mercados como el de Alta Velocidad ofrecía al menos seguridad, ya que no mejoras salariales. «Nos cambiaron las condiciones laborales. En Felguera-Melt teníamos convenio propio, y al pasar aquí, con el argumento de nuestra suerte por seguir teniendo trabajo, nos cambiaron al convenio del Metal. En mi caso, además, supuso el gasto añadido en gasolina por tener que desplazarme a Mieres. Todo eso supuso una bajada de salario, pero aun así la gente se involucró en el proyecto de Felguera Raíl y a tirar por ello porque veíamos ahí nuestro futuro», recuerda Fernández Tejado.

En esa actitud, según el trabajador y sindicalista felguerín, procuran seguir trabajando a pesar de que la situación es muy distinta de la que había anticipado: una empresa que hoy pende de las prórrogas bancarias y con su cúpula investigada por la Fiscalía Anticorrupción que no es capaz de garantizar «que vayan a llegar las nóminas de noviembre». Algo que, para Fran Férnandez, no se compadece con la rentabilidad de divisiones como la de vías ni con la actitud de sus trabajadores: «Somos la plantilla más castigada dentro del grupo, los únicos a los que les bajaron el convenio;vinimos aquí, tiramos por esto, Raíl es rentable y al final nos estamos viendo en la misma situación que otros que no tiraron lo mismo».

«Mala gestión»

«Mala gestión». Ahí está el origen de la situación, según Fran y según la impresión generalizada entre la mayoría de los empleados de Duro Felguera. «Yo soy un mero trabajador con un FP2, tampoco puedo meterme en temas de macroeconomía. Yo solo sé lo que sucede en mi filial, y el grupo está ahogándonos. De aquí sale dinero. Esta filial es totalmente rentable: tenemos clientela, tenemos carga de trabajo suficiente, pero lo que no hay para poder pagar los proveedores. Nos lo gestionan todo desde Gijón, el dinero sale, se va para Gijón y desde allí mandan la partida de dinero que a ellos les parece oportuna, con lo cual, como es pequeña, dada la situación del grupo, nos da para pagar lo que nos da para pagar. Si no tengo carril, ¿cómo monto? Va a llegar un momento en que no vamos a poder atender a  nuestros clientes, clientes fuertes como ADIF, Metro o la Generalitat, y nos lo van a echar abajo, pero no porque no sea rentable», relata Fran Fernández.

A esa situación se añaden las noticias sobre una posible venta. «Dicen que me van a vender a otra empresa, pero no en qué condiciones ni de qué manera. ¿Cómo nos vas a comprar?», se pregunta el trabajador. A cambio, tiene claro que «el comité no va a aceptar ninguna venta que no pase por la garantía e los puestos de trabajo, ni las federaciones de CCOO van a dar por válida una venta que no nos garantice ni el empleo ni un plan de futuro. Esto es rentable. Que no venga ningún comprador para especular con la venta». En resumen: «Hoy por hoy, estamos a la expectativa. Está cerrándose el convenio y no tenemos ningún tipo de información. Los compañeros te preguntan cómo esta la cosa, necesitan saber si van a cobrar… Yo qué quieres que te diga. Estamos acojonaos».  

La situación no es muy distinta para los 160 trabajadores, entre talleres y oficinas, de Calderería Pesada. En su Almacén General, trabaja Ricardo Suárez García, de 59 años. Cuarenta y uno de ellos los ha pasado trabajando en distintas divisiones Duro Felguera -Barros, Sociedad Metalúrgica- y esa larga vida laboral en la empresa le hace combinar «el miedo con algo de esperanza». Fundamentalmente, porque no es la primera ni la segunda vez que vive situaciones de crisis en la firma. «Cada diez años pasa algo gordo.  Ya vivimos momentos muy difíciles, en el 93 con el cierre de Barros en Langreo, los peores». Pero -admite- la escala es distinta hoy. «Ahora no sé bien qué pensar. Entonces era el cierre de una parte; ahora el de la empresa entera».

Con la mosca tras la oreja

Como su compañero en Duro Raíl, Ricardo remarca que Calderería Pesada «es rentable» y eso aún pone las pilas a sus trabajadores: «La gente trabaja porque sabe que hay obra, aunque falta conseguir los avales. Eso da algo de confianza porque mientras haya obra podremos agarrarnos a un clavo ardiendo. Pero, claro, trabajas ya con la mosca detrás de la oreja».

«Posiblemente sea la mala gestión», atribuye el veterano trabajador de Duro Felguera, que apunta, como muchos de sus compañeros, en la misma dirección para buscar una solución. A lo más alto de la empresa: «Si el presidente dimite, puede que haya una solución; si no, no la veo». Ni siquiera la opción de un posible comprador disipa su «incertidumbre», aunque «si no aparece comprador, todo pinta muy mal», señala Ricardo Suárez, que asegura que le preocupa más la situación de compañeros más jóvenes que la suya propia: «En caso de cierre, con mi edad, aún se pueda negociar alguna salida, esta empresa nunca dejó a nadie en la estacada. Lo que me preocupa son los más jóvenes. Conozco desde siempre a todos los compañeros y eso me duele». En todo caso, anticipa que la plantilla no se quedarán de manos cruzadas aunque las cosas sean «muy distintas del 93, y habrá que buscar otra manera de dar la cara».

Lo que no se quita de la cabeza, como en otros momentos convulsos de la empresa en la que ha pasado toda su vida laboral, es que «el 1 de junio de 1976, cuando entré aquí con 17 años, entré en un sitio de mala suerte». Tampoco se quita de la cabeza que los que acabaron en Hunosa «sí tuvieron buena suerte».