Arias deja la presidencia de una CEG a la deriva tras solo un año en el cargo

Mario Beramendi Álvarez
M. Beramendi REDACCIÓN

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Paco Rodríguez

Vincula el adiós a la oposición interna que impidió renovar el modelo de la patronal

26 ene 2018 . Actualizado a las 01:02 h.

Tres presidentes en apenas cuatro años y medio. Todo un síntoma. Primero José Manuel Fernández Alvariño. Después, Antonio Dieter Moure. Y, ahora, con apenas un año en el cargo, Antón Arias. El coruñés dimitió este jueves como presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG) tras un comité directivo al que no acudieron ni los representantes de Ourense ni los de Pontevedra. El timón queda ahora en manos de la junta de vicepresidentes, que deberá convocar elecciones en dos meses.

En cierta forma, el adiós de Arias era solo una cuestión de tiempo. Primero, porque ya deslizó que se iría en cuanto se garantizara la viabilidad económica, algo que se logró a mediados del año pasado al obtener la CEG el crédito de 1,2 millones con el edificio de su sede en Santiago como aval. Y segundo, porque Arias ya estaba en el alambre desde octubre, cuando los cuatro vicepresidentes de la patronal, y a la vez presidentes de sus provincias, acordaron una reforma de los estatutos de la CEG que incluía, por vez primera, el reparto de una presidencia rotatoria cada dos años. El motivo, dar estabilidad a una patronal lastrada por la lucha territorial. La aprobación de esta reforma, en asamblea, ha quedado provisionalmente aparcada.

Este último cambio suponía que Arias perdía el apoyo del que había sido su valedor, Antonio Fontenla. Una circunstancia similar también había precipitado la dimisión, 15 meses antes, del ourensano Dieter, que cayó cuando Fontenla le retiró el respaldo. Arias y Dieter compartían otra cosa: no eran candidatos de consenso, y tenían el rechazo de los presidentes de Pontevedra y Ourense.

Este jueves, pasados pocos minutos de las siete de la tarde, Arias compareció para explicar su adiós, una marcha que desvinculó de la pérdida de apoyo interno y que en cambio sí atribuyó a la imposibilidad de abordar una reforma de estatutos que propiciase, de forma consensuada, un nuevo modelo de la CEG.

«O meu proxecto estaba esgotado dende o momento en que non puiden impulsar estes cambios e, chegado o momento, considerei que non debería seguir sometendo á organización a un proceso de confrontación permanente», dijo en referencia a las constantes luchas internas que han marcado la vida de la CEG desde el verano del 2013, cuando fue elegido Fernández Alvariño.

Arias dio este jueves por cumplido, a medias, el objetivo que se había propuesto: se ha logrado la viabilidad económica. Pero no la estabilidad institucional. Y nada hace presagiar que ahora los vicepresidentes (con fuertes enfrentamientos entre ellos) puedan ponerse de acuerdo para un candidato de consenso. Tal vez sea más probable la fórmula de la rotación, aunque haya quedado momentáneamente aparcada.

Arias se lamentó este jueves de que desde el primer minuto de su mandato se ha encontrado con una total oposición interna para poder sacar una reforma que requería un alto grado de consenso. Pero eso es algo con lo que contaba, porque Ourense y Pontevedra vieron siempre en su figura la persona que encarnaba la traición a un pacto para lograr un candidato acordado por las cuatro provincias.

Durante su comparecencia, Arias insistió en que sigue contando con el mismo respaldo que lo aupó a la presidencia, es decir, la parte de las sectoriales, A Coruña y Lugo, y que su adiós está directamente vinculado a la imposibilidad de llevar adelante su propuesta estatutaria.

Su breve mandato, de apenas un año, ha estado marcado también por las críticas que recibió al defender que el conflicto con Cataluña requería una solución política, no solo jurídica, y al cuestionar la reforma laboral y su impacto en los sueldos.