El fin del geobloqueo digital: entre el mito y la realidad

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / LA VOZ

ACTUALIDAD

mpedreda

La UE quiere levantar las barreras a las compras transfronterizas «online» antes de las próximas Navidades; plataformas como Netflix seguirán sometidas a restricciones por los derechos de autor

06 mar 2018 . Actualizado a las 07:30 h.

Tarjetas de crédito que parecen no funcionar, pagos anulados, redireccionamiento a otras webs no solicitadas o compras frustradas. Son algunos de los inconvenientes con los que nos encontramos los consumidores cuando tratamos de hacer compras online transfronterizas. La culpa la tiene el denominado geobloqueo, una práctica «injustificable» que Bruselas propuso erradicar el 25 de mayo del 2016. La Eurocámara se sumó a la cruzada el pasado 6 de febrero. La UE quiere levantar todas las barreras a los usuarios antes de la próxima campaña de Navidad, para que los europeos, Papá Noel y los Reyes Magos puedan hacer sus compras por Internet sin sufrir restricciones de acceso geográfico.

Según los cálculos de la Comisión Europea, el comercio online en Europa alcanza los 230.000 millones de euros. Y eso sin contar que dos de cada tres operaciones de compra transfronteriza fallan. El 65% de los usuarios compran por Internet, pero solo el 16 % de las pymes venden en la red. Fuera de su país de origen, el 7,5 % de ellas aceptan transacciones. «Hay demasiado potencial como para desperdiciarlo», aseguran fuentes de la institución. La Eurocámara coincide en que el geobloqueo está demasiado extendido, especialmente en países como España (67 % de los portales), Francia (81 %), Reino Unido (83 %), Dinamarca (86 %) y República Checa (87 %). El primer paso para ponerle fin lo dieron los eurodiputados la semana pasada al prohibir este tipo de prácticas discriminatorias. Se acabó lo de localizar la IP del ordenador, el código postal del comprador o el país de expedición de su tarjeta de crédito antes de añadirle recargos, denegarle la compra o redireccionarle a otra página donde las condiciones del servicio cambian. Todos los europeos tendrán derecho a comprar electrodomésticos, entradas de teatro, software, cosméticos o ropa con las mismas reglas de juego.

Obstáculos empresariales

La Alianza Europea de Pequeñas Empresas (ESBA), E-commerce Europe y la Asociación de Cámaras de Comercio europeas coinciden en que levantar el bloqueo geográfico es un paso adelante, pero se quejan de la carga burocrática que tendrán que asumir si no se racionaliza el sistema de IVA transfronterizo y se alinean los regímenes nacionales de protección del consumidor. Esos son los dos grandes obstáculos que encuentran los comerciantes a la hora de ofrecer sus servicios en todos los países del mercado único, que sigue enormemente fragmentado. El Parlamento Europeo (PE) asegura que en torno al 27 % de los consumidores están preocupados por los altos costes de envío. Un 24 % por el coste de las devoluciones y el 23 % por unos períodos de espera del producto demasiado largos cuando compran a otro país de la UE a través de Internet. Las barreras empresariales y la desconfianza del consumidor siguen siendo dos grandes frenos para la plena integración del mercado digital. Con este escenario, el fin del geobloqueo podría generar 630 millones de euros adicionales en el comercio, según estimaciones de Bruselas. Además supondría una reducción de un 1 % en el precio medio de los productos online y en torno al 0,5 % para off line. ¿Acabarían perdiendo los productores? No. «Sus beneficios podrían aumentar un 1,4 %», sostiene la Comisión Europea. La ecuación es simple: si levantas barreras, atraes a más consumidores. El beneficio supera el coste aparejado a las cargas burocráticas.

demasiado bonito para ser verdad

Todas las historias tienen luces y sombras. Y esta no es una excepción. Al intentar levantar el geobloqueo a ciertos contenidos digitales y audiovisuales, la UE ha tropezado de bruces con las normas de copyright territorial. Cada país miembro debe garantizar la protección de los derechos de autor de una producción en su territorio. Esto significa que la retransmisión de partidos de fútbol, por ejemplo, seguirá sujeta a derechos exclusivos de explotación. Solo los operadores de ciertos países podrán emitirlos si los adquieren. Lo mismo pasa con los videojuegos, las series de plataformas como Netflix o la música de aplicaciones como Spotify. Todos seguirán funcionando bajo el paraguas del geobloqueo.

La Eurocámara y la Comisión Europea se han concedido dos años para estudiar si retiran esa excepcionalidad para este tipo de productos. La Directiva de portabilidad y la de derechos de autor caminan en esa dirección, pero los Estados miembro las están paralizando en el Consejo.

¿Por qué las productoras audiovisuales no quieren levantar el geobloqueo?

El sector quiere escapar de las garras regulatorias de la UE. Para conseguirlo, representantes de la industria presentaron un informe de la consultora Oxera en el que se asegura que el levantamiento del bloqueo geográfico provocaría pérdidas de beneficio para los productores que alcanzarían los 8.200 millones de euros anuales a corto plazo y 3.600 millones en un horizonte más lejano. Ese recorte acabaría afectando a toda la cadena hasta llegar al consumidor, que vería reducida la producción de contenidos en un 48 % o un 35 % en el mejor de los casos. Menos series, menos música y menos deportes retransmitidos. Los precios también sufrirían presiones alcistas para compensar la reducción de los márgenes de beneficio, aseguran. Otro estudio del 2016 encargado por la Coalición de Propietarios de Derechos Deportivos a la consultora Analysys Mason sostiene que forzar el acceso transfronterizo a estos contenidos y acabar con la exclusividad «podría llevar a consecuencias imprevistas con resultados negativos en la calidad, el precio y la diversidad de los contenidos deportivos audiovisuales disponibles para los consumidores de la UE».

Bruselas no opina lo mismo. Los servicios de la Comisión Europea han evaluado el impacto potencial que puede acarrear el fin del geobloqueo en el audiovisual y las cuentas le salen en verde. «Hemos identificado una oportunidad de aumentar beneficios en una media de 378 millones de euros al año en la UE», sostiene uno de sus informes. El volumen de superávit podría alcanzar un techo de 945 millones de euros y nunca bajar de los 189. ¿Por qué? Los consumidores estarían dispuestos a gastar más y piratear menos. «Puede reducir los incentivos para piratear contenidos», defiende la institución. Las estadísticas le dan la razón. Los europeos estamos dispuestos a pagar suscripciones o descargas legales siempre que haya una plataforma que nos ofrezca un catálogo amplio de ofertas. Desde el 2012, la piratería en la industria musical ha caído del 35 % a menos del 10 % en el 2018. La misma tendencia se observa para el consumo de vídeos, videojuegos y software. Solo hay una excepción: los libros electrónicos.

Los europeos están dispuestos a gastar más y piratear menos si la plataforma ofrece un catálogo amplio

ILUSTRACIÓN:

MARÍA PEDREDA