La faba asturiana tiene nombre de mujer

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCIÓN

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María José Valdés, presidenta de la Asociación de Productores Profesionales de Faba Asturiana, muestra su plantación
María José Valdés, presidenta de la Asociación de Productores Profesionales de Faba Asturiana, muestra su plantación

Crecen las explotaciones de fabes con IGP en manos de mujeres, que ya representan el 45,6% y que, según el relato de dos de ellas, les ha permitido conciliar vida laboral y familiar

16 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre María José Valdés y Ana Acevedo suman 101.400 metros cuadrados de terreno dedicado a la faba asturiana con Indicación Geográfica Protegida (IGP). La primera, que tiene su explotación agrícola en Navia, sobre la playa de Frejulfe, es además presidenta de la Asociación de Productores Profesionales de Faba Asturiana. «Nací y crecí entre fabes, pero me formé en otra cosa y hasta el año pasado no decidí dedicarme a ellas», dice la segunda, que es titular de la mayor explotación de faba asturiana de todos los cosechadores de la IGP con sus 81.400 metros cuadrados en Coaña.

«El 45,6% de quienes cosechamos en la IGP somos mujeres», explica la directora técnica del Consejo Regulador de la IGP Faba Asturiana, Paula Valdés, que aporta los datos del último censo: 138 productores con cosecha, de los que 63 son mujeres. «Las mujeres siempre estuvieron. Antes la mayoría eran cotitulares pero en los últimos años están aumentando las que están al frente de la explotación», indica.

«Cuando contrato a gente nueva, les sigue pareciendo raro verme llegar con el tractor»

«Antes eran ellos los que estaban al frente», confirma María José Valdés, que lleva algo más de dos décadas plantando faba asturiana, «pero a día de hoy es cierto que hay muchas mujeres encabezando las explotaciones. Hay muchas más chicas y otras no tan jóvenes que se dedican a esto y que son las que están al frente de las explotaciones, en mayor o menor cantidad y tanto a nivel individual como en sociedades, independientemente de que sean de fabes o de ganadería, o de las dos como complemento». Lo dice porque es su caso, ya que además de los 20.000 metros cuadrados de finca que dedica a las fabes, también se dedica al ganado roxu de carne.

«Y si hay muchas mujeres al frente es porque ellos trabajan fuera y, como en mi caso, luego ayudan en la explotación», considera. Pero, como se suele decir, la que manda es ella. «Solemos contratar para trabajos puntuales y, cuando es gente nueva, les sigue pareciendo un poco raro que sea yo la que llegue con el tractor. Luego ya se acostumbran». Valdés cuenta que, hace unos 23 o 24 años, decidió meterse «en esto de las fabes» porque entonces tenía una hija pequeña y tuvo que decidir si seguía trabajando fuera de casa o estaba pendiente de la niña. «Por eso, tiré por las fabes. Yo me quedé con la pequeña y mi marido siguió trabajando fuera». 

En todo caso, empezó probando, con muchos menos metros cuadrados. «Sin probar tampoco sabes cómo te va a funcionar. Teníamos a la niña pequeña y queríamos tener tiempo así que empezamos con poca cantidad, y tuvo buena salida, así que en cuanto pudimos nos metimos en la IGP y hasta hoy. Tuvimos años muy buenos, otros menos… Dependemos mucho del tiempo». El año pasado la cosecha conjunta de todos los productores de faba asturiana con IGP fue excelente, se dobló la del 2016 con 200 toneladas de producto gracias a que el tiempo acompañó.

Este año ya es otro cantar. «Está siendo bastante peculiar. Muy húmedo. Cayó mucha cantidad de agua y no se podía tocar la tierra», dice Valdés, que explica que el 80% de las fabes las venía sembrando en la primera quincena de mayo, «otros lo hacen en la última de abril».  Este año tuvo que ser a mediados de mayo y, las últimas, en junio. «No se pudo hacer otra cosa». De ahí que complemente la agricultura con la ganadería. «No puedes exponerte». 

Si en su momento decidió dedicarse al sector primario para conciliar su vida laboral y familiar, ahora cada vez tiene más claro que hay que disfrutar de la familia. Y de la vida. «No me quiero aferrar solo a trabajar, ya tuve bastantes reveses», dice. Desde hace tres años preside la Asociación de Productores Profesionales de Faba Asturiana, de la que es vocal en la directiva del Consejo Regulador y cuya razón de ser resume en que «queremos que se tenga en cuenta a los productores y buscamos que haya un beneficio general, que no sea individual». 

La faba asturiana que sale de sus terrenos tiene un sabor diferente. Como lleva tantos años degustándola, se enteró porque se lo dijo un cocinero profesional. «Nos explicó que tiene unas cualidades diferentes porque está cerca del mar. No sé, quizá por el salitre. Son muy finas unas y otras y no son mejores ni peores, simplemente es una faba diferente».

«Había que trabajar en algo con salida profesional y, teniéndolo ya, era la mejor opción»

La del año pasado fue la primera cosecha propia de Ana Acevedo al frente de esos 81.400 metros cuadrados de los que es titular en Coaña. Pero ni por asomo es neófita en el asunto. «Mis padres se dedicaban a ello y, en 2004, mi marido tomó el relevo. Llevamos la explotación juntos y la cosa ha ido creciendo», explica. Hasta el punto de que él está al frente de una explotación y ella de otra, que lógicamente comercializan bajo la misma marca. «Oficialmente tengo más que él, pero el año que viene serán muy parecidas». Acevedo, que tiene 35 años, representa a esas mujeres jóvenes que están protagonizando en parte lo que en otros lugares ya se considera una revolución histórica ante su creciente incorporación al mundo rural. 

De hecho, estudió Arquitectura, «aunque como el que dice siempre hubiera trabajado ayudando en casa». Por circunstancias laborales -la crisis de la construcción- y personales -tuvo dos hijos-, el año pasado decidía meterse como profesional en el sector primario. «Había que trabajar en algo con salida profesional y teniendo esto, blanco y en botella. Además, me permite conciliar la vida laboral y familiar. Era la mejor opción». 

En la IGP, son los productores con el número 33. «Mis padres ya estaban en la IGP», indica, recordando que cuando lo dejaron su marido se hizo cargo de la explotación familiar. Pero como otras muchas mujeres, también optó por coger más protagonismo. «Ahora las mujeres nos planteamos las cosas de otra manera», considera. «El campo está poco valorado y es durísimo. Hay que vivirlo para poder opinar. Hay oportunidades, pero hay que tener ganas. No tienes horario para lo bueno y tampoco para lo malo. Te lo tienes que plantear de forma profesional, no basta con el autoconsumo como hace 50 años. Estás sujeto a las inclemencias del tiempo», dice. Y, claro, este año la primavera lluviosa no ha ayudado. «Este año está siendo atípico. Llovió mucho, pero ya se ha sembrado y entutorado» a la espera de que recoger la cosecha a finales de septiembre u octubre.