La banca se desprende del ladrillo diez años después del pinchazo de la burbuja

Ana Balseiro
ana balseiro MADRID / LA VOZ

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© Rafael Marchante

El furor de las ventas lo desató el Santander hace un año, con la cartera del Popular

19 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando acaban de cumplirse diez años del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, encarnada por el concurso de acreedores de Martinsa-Fadesa (el mayor de la historia) la banca española aún no ha acabado de quitarse el lastre del ladrillo heredado en la crisis. Eso sí, las entidades financieras, que hace apenas cinco años no lograban desaguar los activos inmobiliarios que estrangulaban sus cuentas, han tomado carrerilla desde que, precisamente hace un año, el Santander vendiera al fondo Blackstone el 51 % de todo el ladrillo tóxico del entonces recién adquirido Banco Popular.

De hecho, la entidad que preside Ana Botín formalizó la venta de la mayoría de la cartera (inmuebles adjudicados y préstamos fallidos, con un valor bruto de 30.000 millones de euros) a principios de agosto, el mismo día en que las autoridades europeas bendijeron definitivamente la compra del Popular. Así, el ladrillo que acabó provocando la muerte de un banco se convirtió en un buen negocio para otro -vender le permitió desconsolidar del balance los activos tóxicos y mejorar la solvencia- y, además, marcó el pistoletazo de salida de las grandes operaciones de venta. 

Sareb, el primer gran traspaso

Aunque es cierto que con el estallido de la crisis y el posterior rescate de las cajas, en el 2012 estas fueron obligadas a traspasar sus activos más tóxicos a la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), más conocida como banco malo, el grueso del sector financiero mantuvo bajo las alfombras de sus balances un elevadísimo volumen de basura inmobiliaria: más de 130.000 millones, según cálculos de las consultoras. Las cajas rescatadas, entre ellas la antigua Novacaixagalicia, traspasaron a la Sareb 200.000 activos, entre inmuebles, suelo y créditos, por un valor superior a los 60.000 millones.

¿Y cómo va la digestión del ladrillo? Lenta. Al menos hasta el año pasado. Entre el 2013 y el 2016 las entidades financieras se mostraban muy reacias a vender porque hacerlo suponía abultadas pérdidas: los descuentos sobre los activos llegaron hasta el 98 % de su valor en el 2013 y los fondos buitre fueron los que se hicieron con las carteras que se liquidaron. Según una consultora del sector, ese año se hicieron operaciones por un volumen poco superior a los 3.000 millones de euros, que fue aumentando hasta el entorno de los 14.000 en los ejercicios siguientes.

Pero todo cambió en el 2017. La venta de la cartera del Popular al fondo norteamericano Blackstone (aunque la operación se ejecutó a principios de este año) marcó un punto de inflexión y el empujón definitivo para acelerar la liquidación del ladrillo lo dio el Banco Central Europeo (BCE), al endurecer sus exigencias de provisionar dichos activos.

A ello hay que sumar también el buen momento del mercado, con liquidez suficiente y numerosos fondos de inversión internacionales -no solo los de capital riesgo de los primeros compases de la crisis- interesados en hacerse con un pedazo del pastel inmobiliario español, que, aunque ya no está a los precios de derribo del 2012, aún tiene recorrido para ofrecer una suculenta rentabilidad futura.

Y este escenario es el que ha propiciado las grandes ventas de Santander, BBVA, CaixaBank (estas dos últimas, el mes pasado, con carteras de 13.000 y 12.800 millones de valor estimado), mientras que el Sabadell ultima el traspaso de todos sus activos no rentables y el Santander de otros 6.000 millones. Si el año pasado la banca se deshizo de 51.000 millones de lastre inmobiliario, las expectativas para este es que incluso se supere esa cifra.

Bankia, la entidad más expuesta al inmobiliario tras las últimas ventas

Otro de los efectos del desagüe acelerado de activos tóxicos que se ha producido en los últimos doce meses es que ha cambiado sensiblemente la configuración del mapa de las entidades financieras más expuestas al riesgo inmobiliario.

Así, mientras que un reciente (del pasado 20 de junio) informe del banco de inversión JP Morgan señalaba que CaixaBank era el banco que menor velocidad mostraba en la reducción de su lastre inmobiliario (Santander y BBVA le llevaban ventaja), ocho días después la venta del 80 % de su ladrillo al fondo Lone Star modificaba la situación. De hecho, el goteo de operaciones ha convertido a Bankia en la entidad con mayor exposición al sector inmobiliario.

Cabe recordar, sin embargo, que Bankia, como entidad rescatada, en el 2012 traspasó el grueso de sus activos tóxicos a la Sareb, lo que la convirtió en una de las más solventes del sector, situación que ha mantenido durante estos años. De media, el banco que preside José Ignacio Goirigolzarri ha reducido en torno a 2.000 millones anuales el stock de ladrillo que aún gestiona, casi 670 millones en lo que va del 2018.