Iglesias quiere mantener en contra de Errejón el poder de convocar consultas

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

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Víctor Lerena | EFE

Ambos coinciden en exigir una mayoría de dos tercios para fusionarse con IU

24 ene 2017 . Actualizado a las 07:53 h.

Pablo Iglesias no quiere perder una de sus competencias más relevantes que le ha permitido hacerse fuerte en Podemos, la capacidad de convocar unilateralmente consultas a las bases. Así lo defiende en su documento organizativo para la segunda asamblea ciudadana estatal de Vistalegre. Se opone así a la pretensión de Íñigo Errejón, que en su propuesta lo despoja de esa prerrogativa para entregársela al consejo ciudadano, en el que bastaría con una mayoría simple. En lo que sí hay acuerdo es en blindar cualquier fusión con IU y otras fuerzas políticas, para lo que se requerirá una mayoría reforzada de dos tercios de los inscritos y de los círculos.

En el documento Iglesias y sus afines abogan por proteger la «democracia directa» frente a «cualquier tendencia burocratizadora y primar, por tanto, el «principio de participación» al de «representación».

Partido-movimiento

«Solo los partidos de la restauración temen los referendos y la participación», advierten los pablistas en una referencia velada a los errejonistas. Además, «frente a los partidos de barones y familias», defienden que Podemos sea un «partido-movimiento de los militantes, los círculos y los inscritos» en el que «el derecho a decidir» sea «una realidad».

Iglesias ha utilizado en tres ocasiones el recurso a convocar referendos para sortear a la dirección política, donde sus tesis podrían haber salido derrotadas por los errejonistas. Lo hizo para decidir si había que apoyar el pacto entre el PSOE y Ciudadanos para la investidura de Pedro Sánchez, para ratificar la coalición electoral entre Podemos e Izquierda Unida y para zanjar el debate sobre las reglas de juego que debían regir Vistalegre II.

En esa consulta se comprobó la división del partido entre los pablistas, que ganaron por la mínima, y los errejonistas, que salieron reforzados pese a la derrota. Tanto los afines al secretario político como Carolina Bescansa, una de las fundadoras de Podemos, criticaron al secretario general por haber recurrido a una votación interna que fracturó a la organización.

El modo de elección de la dirección política de Podemos también separa a los dos bandos. Iglesias otorga al Consejo Ciudadano la capacidad de nombrar y revocar a los miembros del Consejo de Coordinación, pero no establece más indicaciones sobre la mayoría necesaria para sacar adelante la propuesta ni la proporcionalidad que debe tener el órgano.

Limitación de mandatos

Por su parte, Errejón propone que el secretario general tenga el poder de proponer a los miembros, pero exige que la propuesta sea aprobada por mayoría de dos tercios por el Consejo Ciudadano y que incluso este pueda plantear una composición alternativa si la del secretario general no se aprueba. Entre las diferencias destaca también la limitación de mandatos del líder, que en el documento de Iglesias es de 8 años, ampliable a 12, y en el de Errejón, de 6.

La propuesta de Iglesias no blinda la secretaría política que ostenta Errejón, como sí hace este en su documento, sino que el secretario general se reserva una remodelación de las áreas en las que se organiza Podemos. Iglesias dijo ayer que quiere que la secretaría general, pero también la política y la de organización «repartan el poder».

Los pablistas proponen también limitar los cargos en Podemos a uno interno y otro externo, permitir revocatorios también para los cargos públicos del partido y rebajar la edad para inscribirse y participar en Podemos a los 14 años. El objetivo que señala Iglesias es alcanzar 100.000 militantes y un millón de inscritos -ahora son casi 457.000- en el 2020.

El líder reta al número dos a liderar Podemos si gana su lista

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón mantienen un pulso de poder en el que cada uno juega sus cartas. El secretario general lanzó ayer un órdago a su teórico número dos al afirmar que si presenta una lista alternativa en el congreso de Vistalegre II y es la más votada debe ponerse al frente de Podemos. Hace un mes lo dijo de otra forma: no está dispuesto a ser un «secretario general florero».

Por su parte, al descartar competir por la secretaría general, Errejón juega aparentemente en otro terreno: el de las propuestas políticas y organizativas. Su estrategia es evitar el choque frontal con el líder máximo, aunque está claro que si los documentos que defienden los pablistas pierden o si la lista que encabece Iglesias no es la más votada, este quedaría tan debilitado que sería difícil su continuidad. Entra dentro de los posible que si finalmente no hay acuerdo previo al congreso entre pablistas y errejonistas y sus tesis y su listas son derrotadas se vea obligado a dejar la secretaría general.

«Creo que quien encabece la lista más votada tiene que asumir el liderazgo y yo me pondría a su servicio», afirmó ayer Iglesias, aunque añadió que buscará un acuerdo. El secretario de Organización, el pablista Pablo Echenique, se pronunció en la misma línea: su la lista de Errejón gana «la lógica democrática» dice que debería liderar el partido.

Podemos afronta diez días cruciales de cara a su futuro como partido político Hasta el 1 de febrero, las corrientes internas tienen tiempo de pactar acuerdos con el objetivo de llegar a Vistalegre II con un proyecto y una candidatura de unidad. De no lograrlo, decidirán las bases.

Iglesias ha decidido mover ficha y ha convocado a Errejón y a Miguel Urbán, líder de los anticapitalistas, a una reunión que se celebrará mañana para explorar la posibilidad de pacto. Lo más probable es que los tres sectores lleguen a pactos transversales sobre cuestiones determinados. La coincidencia en los documentos lo hace posible. Pero, más allá de lo que figura negro sobre blanco en sus propuestas, las diferencias estratégicas, políticas y organizativas entre pablistas y errejonistas, así como el distanciamiento personal entre ambos líderes tras los últimos enfrentamientos hacen difícil que haya un acuerdo global.