«Mi hermano está roto, intentó sacar a mi padre y no pudo»

m.?hermida / c.?g.?b. / m?.gago PONTEVEDRA / LA VOZ

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María HermidaCapotillo

La tristeza por haber perdido a sus padres dejó mudos a Carlos y Adrián, supervivientes del naufragio

27 abr 2017 . Actualizado a las 07:31 h.

En Campelo, la parroquia de Poio donde todos los tripulantes del Nuevo Marcos vivían a escasa distancia, ayer apenas se hablaba. Ayer, se lloraba. Se lloraba por Florentino, Jesús y Francisco, los tres fallecidos. Se lloraba por los hijos de los dos primeros, Adrián y Carlos, que iban en el mismo barco y que no pudieron celebrar que volvieron a casa sanos y salvos tras el accidente porque estaban rotos por haber perdido a sus padres en el naufragio. Y se lloraba también por todas las desgracias en la faena que ha ido viviendo esta parroquia pegada a la ría de Pontevedra e íntimamente ligada al marisqueo y la pesca. Lo decía una vecina enlutada: «Hoxe volvemos revivir todas as desgrazas».

El reloj aún no había dado las diez de la mañana cuando Carlos, el superviviente que nadó hasta la orilla y que perdió a su padre, Florentino, llegó a la casa donde vivía con alguno de sus hermanos y sus progenitores. Lo esperaban varios familiares. Llegó roto. Mudo. Sin ganas de hablar. «Non quero dicir nada, nada de nada. Non podo», señaló. Mientras, sus allegados indicaban: «Acaba de perder ao seu pai e é aínda un meniño, ten 22 anos». Algo más entero estaba su hermano Cristofer, de 18, el hijo menor de Florentino: «Meu irmán está moi mal, non me estraña. Enterámonos do que ocorreu pola Garda Civil, dixéronnos que meu irmán lograra sobrevivir, que nadara moito, pero que o meu pai morrera. É bastante duro isto», indicaba. Luego, se metieron en casa junto a su familia y amigos y pasaron la mañana a puerta cerrada. A darles el pésame se acercó una de sus vecinas, Fidelina, que recordaba que anteayer mismo Florentino le ofreció unos jureles y que últimamente «víaselle moi ben, con ganas de traballar». Hace tiempo, Fidelina, su marido y Florentino solían ir a pescar con caña juntos. A ella también se le escapaban ayer las lágrimas: «Síntocho ben, a verdade é que si». 

«Él y yo, siempre juntitos»

El duelo se vivía también a pocos metros, en la casa de Jesús Ligero, el otro marinero fallecido. Familia y amigos empezaron a llenar la entrada de la vivienda. Estaba dentro del hogar tanto Adrián, el muchacho que sobrevivió al naufragio, como la viuda. Fuera, el hijo pequeño del muerto, que lleva su mismo nombre, Jesús, explicaba: «Mi hermano está roto, intentó sacar a mi padre y no pudo. Ni siquiera nos lo pudo contar bien, porque está muy afectado. Nos dijo que lo vio fuera del barco, que lo intentó traer, pero que no pudo». Jesús hijo hablaba así, a sus veinte y pocos años, con una templanza digna de admiración. La voz solo se le quebró al recordar cómo era su progenitor: «Era genial. Tenía buen carácter, era una buena persona. Él y yo siempre juntitos viendo los partidos, viendo al Madrid. No voy a seguir porque si no lloraré más, y ya lloré antes... es muy difícil todo esto, perdimos a nuestro padre», decía.

A tiro de piedra residía también el más joven de los fallecidos, Francisco Castiñeiras, Pacón, de 37 años. Uno de sus tíos ponía voz al sentir de la familia: «¿Como van estar os pais? Están mal. Estamos mal toda a familia». Contaba que Pacón estaba soltero, que vivía con los padres y que era buen chaval. Decía también que sabía bien lo que hacía en el mar, pero que en las aguas pasan cosas inexplicables. Algo así, que no había palabras para lo sucedido, se dijo también en el Concello de Poio, que decretó tres días de luto y se guardó silencio. En teoría, fue un minuto. Pero, en realidad, Campelo sigue mudo con la tragedia.

«Rescatamos a un rapaz nunha batea e logo collemos un cadáver»

Gerardo Pazos se recuperaba a duras penas ayer a media mañana de lo vivido de madrugada. Contaba que estaba faenando con su embarcación cuando les avisaron por radio del naufragio. A partir de ahí, los hechos se precipitaron: «Rescatamos a un rapaz nunha batea e logo collemos un cadáver», manifestaba.

RAMON LEIRO

Gerardo Pazos explicó que primero vieron cómo una persona pedía auxilio desde una batea. Era el joven Adrián. Lo subieron a bordo. Dice este marinero que lo vio mal: «Ía moi nervioso, nós ata non lle preguntamos nada porque o viamos mal, con hipotermia. Puxémoslle unha manta que nos deixaron e tiramos para terra». Antes de llegar, a una milla de la mejillonera donde rescataron al tripulante, vieron un cadáver flotando: «Vimos o corpo e tamén o trouxemos».

Pronto se enteraron de que la tragedia «era moi grande» y de que, además del fallecido que ellos llevaban a bordo, Florentino, el padre de Adrián también perdido la vida. «É unha pena, somos todos veciños», concluía.

Cinco víctimas mortales en seis naufragios ocurridos en solo cuatro meses

Jesús Ligero, Florentino Carballo y Francisco Castiñeira son las últimas víctimas mortales de un oficio traicionero, pero hace nada se fueron José Vicente Pazos y José Barbeito. El primero, de 52 años, patrón del pesquero Senefand I, que se fue a pique a mediados de febrero mientras faenaba en la costa de Senegal. Pazos desapareció en el océano Atlántico junto a dos marineros senegaleses. Sobrevivieron ocho compañeros, entre ellos el gallego Fernando Argibay, el jefe de máquinas, quien a su regreso a Galicia confesaba: «Vou pensar moito o de volver ao mar». Argibay fue el último que vio con vida a José Vicente Pazos. Estaba en el puente mientras el barco hacía aguas.

José Barbeito, de 62 años, murió a principios de diciembre en un naufragio frente a la costa coruñesa de Caión (A Laracha). Iba a bordo de una pequeña embarcación de madera que se fue a pique. Sobrevivió una mujer de unos 35 años.

La suerte también estuvo del lado de los tripulantes de otros tres pesqueros, que salieron con vida de unos trágicos naufragios. A mediados de diciembre, los diez tripulantes del Siempre Urbegi se salvaron del hundimiento del cerquero a media milla de la costa coruñesa de Malpica.

En febrero se fue a pique en Navia (Asturias) el Gure Uxua, cuyo armador es de Cariño. José Pernas suspiró de alivio tras conocer que los 12 tripulantes, dos de ellos gallegos, habían sido rescatados sanos y salvos. «Se me morrera algún home creo que non pensaría en seguir traballando», admitía Pernas días después del naufragio.

El siniestro marítimo más reciente con final feliz ocurrió en Cedeira a mediados de marzo, cuando los ocho tripulantes del pesquero local O Busi fueron rescatados cuando el barco era pasto de las llamas. Después se hundió,

Son estos solo algunas de las catástrofes más recientes. Echando la vista un poco más atrás, hasta el 2014, aparecen auténticos dramas: fue el año del hundimiento del Paquito 2, con tres personas a bordo; del Mar de Marín, con diez tripulantes, de los cuales cuatro fallecieron y una desapareció; del Mar Nosso, que dejó tres víctimas mortales y dos más desaparecidas; y del Santa Ana, en el que fallecieron ocho de los nueve tripulantes.