Las últimas horas de Javi con vida

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

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Marcos Mirás recogió a su hijo el sábado y lo mató el Día de la Madre. Intentó enterrarlo, pero no pudo

12 may 2017 . Actualizado a las 16:22 h.

Javi tenía 11 años, le encantaba jugar con la maquinita de videojuegos y hablaba con todo el mundo. Una hora antes de que su padre lo matara, «al niño se le veía feliz». La frase, dicha por la última persona conocida que lo vio con vida, mitiga en parte un dolor ya de por sí terrible, no solo por la muerte de un crío de apenas 11 años, sino por las circunstancias en las que se produjo el crimen. Así transcurrieron las últimas horas de Javier con vida.

Sábado. 20 horas

El parricida recoge a su hijo en el punto de encuentro. Como venía sucediendo desde que el niño tenía apenas 2 años, el padre, cuando le tocaba -dos fines de semana al mes-, lo recogía en el punto de encuentro de la Fundación Meniños, en las afueras de la ciudad de A Coruña. Su madre lo dejaba allí media hora antes para no cruzarse con su exmarido y este aparecía luego para llevarse al crío a casa de la abuela paterna, que era donde residía Marcos Mirás desde que se divorció.

Sábado. 21 horas

Llegan a casa de la abuela paterna. Nunca lo llevaba al cine, ni al parque, ni de paseo. Los fines de semana del pequeño Javier con su padre siempre eran iguales. Se metían en casa, se ponían el pijama y el niño, cuando no estaba durmiendo, jugaba con una maquinita de videojuegos. Este último fin de semana, en cambio, todo fue distinto. Comenzó como los anteriores con su padre, pero al día siguiente se produjo un hecho hasta entonces inédito. Marcos Mirás anunció a su familia que al día siguiente, domingo, llevaría al niño a comer fuera.

Domingo. 9 horas

El parricida desayuna solo en un bar cerca de su casa. Marcos Mirás madrugó el domingo y acudió, como hacía casi todos los días, al bar Pico Fino, que está situado en la ronda de Outeiro, en pleno barrio coruñés de Labañou. Allí le preguntan si le toca estar con el niño ese fin de semana y responde que sí, pero que el pequeño aún está durmiendo. Como siempre, se puso en la barra, pidió un café y se quedó mirando al suelo. Así estuvo una media hora. «Si no le hablas, él no habla. Y cuando lo hace, es de pocas palabras», cuenta una de sus vecinas. «Raro es un rato largo», añade otra.

Domingo. 13 horas

Regresa al bar con su hijo. Tras el primer café de la mañana, el ahora encarcelado regresó a casa de su madre, en la calle Ultramar, a escasos 200 metros de la cafetería. Permaneció ahí hasta las 13 horas, cuando regresó con su hijo al mismo bar. Los dos pidieron una Coca-Cola Zero. Mientras el crío juega con la maquinita se produce otro hecho que sorprende a la dueña del establecimiento. Marcos Mirás se puso a hablar sin que nadie se lo pidiera. Critica a la madre del crío. Cuenta lo que nunca había contado, que se llevan mal, que ella no le informa de la progresión del niño en el colegio ni de sus actividades extraescolares. Alguien se dirigió al niño bromeando sobre lo mucho que juega a la maquinita, que «los muñecos van a salir de la pantalla huyendo». Mirás pasó de hablar de su exmujer a hacerlo de su hijo. Les soltó a los presentes que no entiende que su hijo pase los fines de semana con él, pues «se pasa el día jugando a la maquinita. Es lo único que quiere hacer». Nunca hasta entonces había sido tan locuaz. Terminaron los refrescos y se despidieron. La propietaria del bar chocó «los cinco» con el pequeño, que se marchó riendo. «Al niño se le veía feliz», recuerda esta mujer, frase que le repitió a la madre en el entierro, algo que, dentro de la desgracia, «la reconfortó, pues creía que todo el fin de semana había sido un infierno para el pequeño, que había sufrido mucho».

Domingo. 14 horas

Ponen rumbo a Oza. Según sospecha la policía, Marcos Mirás metió una pala en el maletero y puso rumbo a una zona boscosa de Oza-Cesuras, en la parroquia de Rodeiro, a unos 45 minutos en coche desde A Coruña, que él conoce bien, pues allí tiene su madre una casa.

Domingo. 15 horas

El padre mata al hijo de un golpe. Los investigadores están convencidos, a falta del informe de la autopsia, de que el crimen lo cometió entre las 15 y las 16 horas. Se desconoce si utilizó la pala que llevaba en el maletero o lo golpeó con otro objeto. La policía cree que la intención del parricida era enterrarlo, de ahí que llevase la pala, pero que por algún motivo, porque la situación lo superó o por miedo a que lo viese alguien, decidió dejar el cuerpo de su hijo junto a un camino forestal, a la vista de cualquiera.

Domingo. 17 horas

Regresa al bar. Solo, empapado en sudor, a las cinco de la tarde se presentó en el mismo bar. «Tenía la cara desencajada, pidió una Coca-Cola Zero, la bebió de un sorbo, se fue al baño de mujeres y se secó el sudor, utilizando todo el papel que había. Y se fue», recuerda la propietaria del negocio.

Domingo. 20 horas

La madre acude a recoger a su hijo y no está. Marcos Mirás tenía que entregar a su hijo en el punto de encuentro. Su madre se presentó, pero él no. Preocupada porque siempre sospechó que su exmarido podría hacerle algo al hijo, comenzó su búsqueda por toda la ciudad con la ayuda de su familia.

Domingo. 21 horas

El asesino se refugia en un hostal. Mirás se presentó en un hostal y dijo que necesitaba habitación porque se le había inundado la casa. Incluso pidió un recibo para pasárselo al seguro.

Lunes. 16 horas

Detención. La Policía Nacional lo encontró en la habitación del hostal y Mirás confesó.