Sánchez lleva al PSOE a la plurinacionalidad

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

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BENITO ORDOÑEZ

El congreso socialista asume la apuesta del secretario general, aunque el texto deja claro que la soberanía nacional reside en el conjunto del pueblo español, lo que descarta el referendo

18 jun 2017 . Actualizado a las 10:18 h.

El nuevo PSOE asumió ayer la plurinacionalidad de España que quería Pedro Sánchez, un cambio sustancial en la posición tradicional del partido. Durante la campaña de las primarias ya defendió que España es una nación de naciones, entre ellas Cataluña, lo que desató una gran polémica en el partido, aunque luego matizó que se refería a su vertiente cultural. Finalmente, el congreso aprobó «perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional de España», aunque dejando claro que «la soberanía reside en el conjunto del pueblo español».

El debate tuvo lugar en la comisión política presidida por el portavoz del Ayuntamiento de Santander, Pedro Casares, y con Cristina Narbona, Josep Borrell y Carmen Calvo como ponentes, todos ellos sanchistas. La propuesta fue ratificada después de que la enmienda que planteaba suprimirla, defendida por el portavoz en el Parlamento asturiano, Fernando Lastra, fuera rechazada por 41 votos a favor y 165 en contra, con lo que no pasó al pleno.

Tensiones identitarias

El texto señala que «la falta de soluciones comúnmente aceptadas ha ocasionado tensiones competenciales, y en los últimos años también identitarias, basadas en supuestos agravios comparativos». Por ello, prosigue, «ante esta situación, los socialistas entendemos que el federalismo, con sus premisas de cooperación, colaboración, solidaridad y lealtad institucional e interterritorial, como se defiende en nuestra Declaración de Granada, puede y debe ser la solución de una España orgullosa de su diversidad y comprometida con el autogobierno de las comunidades que la integran». Y, a continuación, el párrafo clave: «Una reforma constitucional federal, manteniendo que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, debe perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado apuntado en el artículo 2 de la Constitución». En el documento, el PSOE se compromete a seguir desmontando los «mitos y falacias» en que se basa el independentismo.

La iniciativa de Sánchez salió adelante al dejar claro que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, es decir que no cabe el referendo independentista. Por la mañana, Guillermo Fernández Vara, el nuevo presidente del consejo de política federal, el órgano territorial del PSOE, afirmó que «ni la soberanía popular ni la unidad de España están en juego», lo que suponía un aval a las pretensiones del secretario general que le designó para el cargo.

La Declaración de Granada

Tanto la presidenta andaluza como los barones que la apoyaron eran contrarios a considerar España como una nación de naciones y a introducir el término plurinacionalidad. Los críticos entienden que choca con la Declaración de Granada, consensuada por los líderes territoriales en julio del 2013. Sin embargo, los sanchistas han defendido que esa España «plurinacional» no afecta al texto pactado en la ciudad andaluza, ya que en ningún caso se plantea que el concepto de nación, entendido en un sentido cultural, conlleve la asunción de soberanía. Además, añaden, no supone modificar el artículo 2 de la Constitución, que consagra la «unidad indisoluble» de España, sino reconocer la plurinacionalidad en el Título VIII de la Carta Magna, el que desarrolla la organización territorial de España.

Sergio Barrenechea | efe

González y Zapatero elevan el listón y ponen deberes al secretario general: ganar las próximas elecciones

Sánchez se rodea de sus más fieles en la ejecutiva y da por terminada la tutela de los barones sobre la dirección federal

Pedro Sánchez fue recibido entre grandes aplausos y gritos de «¡presidente, presidente!» y «¡Pedro, Pedro!» a su entrada en la sede del 39.º congreso socialista, rodeado por su guardia pretoriana, José Luis Ábalos, Adriana Lastra y Cristina Narbona. Esta imagen escenificaba el renacimiento del político al que se daba por muerto hace solo nueve meses y que ahora tiene todo el poder del PSOE después de un congreso en el que ha impuesto su equipo y su ideario. Además, mostraba que este no es el cónclave de la unidad, no podía serlo porque las heridas fueron muy profundas, sino el de la victoria de los sanchistas y la resignación de los susanistas, que ya no son un bloque.

Ahora, tras su contundente victoria en las primarias, teniendo en contra a todas las fuerzas vivas del partido, Sánchez tiene las manos libres para construir su nuevo PSOE, más a la izquierda y con más participación a la militancia. Susana Díaz y los que la apoyaron se han rendido y renuncian a presentar batalla. Pero quisieron dejar claro que este congreso del PSOE es del nuevo secretario general y de los suyos, pero no el de la integración. Ni Sánchez la ha buscado ni la presidenta andaluza la quería.

Sin embargo, el tiempo que le otorgan sus críticos no es ilimitado. Los dos expresidentes del Gobierno socialistas, que apostaron por Díaz, le pusieron deberes: ganar las elecciones. Felipe González envió un frío mensaje desde Colombia, donde participa en la verificación de los acuerdos de paz, en el que deseó al secretario general -al que no citó por su nombre- que tenga «la mayor capacidad de acierto y una estrategia que devuelva [al PSOE] el carácter de primera fuerza política, porque España lo necesita y también la socialdemocracia europea». José Luis Rodríguez Zapatero, en esta línea, señaló que «el PSOE siempre tiene que estar dispuesto a poder ganar unas elecciones y llegar a la Moncloa: es nuestra tradición».

Susana Díaz lo emplazó también a volver a ganar las elecciones y resaltó que no hay una mayoría alternativa para que el PSOE pueda gobernar. Eso sí, le dio carta blanca para elegir su dirección: «Me va a parecer bien el equipo que elija porque se querrá rodear de los mejores para que el PSOE vuelva a ser la alternativa de gobierno».

Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, que estuvieron sentados en la primera línea en la sesión de la mañana, no disimularon su falta de sintonía con Sánchez, al que darán plantón hoy en el gran acto de cierre del congreso, al que se espera que asistan 8.000 personas. Tampoco estará la presidenta andaluza, que acudirá a votar la ejecutiva y el comité federal, pero después se marchará con la excusa de que tiene que iniciar un viaje a París para asistir una feria de aeronáutica.

Tras la experiencia traumática del comité federal del 1 de octubre, el líder socialista solo quiere a los más fieles a su lado, con mínimas concesiones. como la entrada de Patxi López en la ejecutiva y la de Guillermo Fernández Vara al frente del consejo federal. El nuevo portavoz de la ejecutiva, Óscar Puente, certificó: «La etapa de los barones es un paréntesis en la historia del PSOE que termina hoy». Son los grandes derrotados, porque han perdido el peso que tenían y, además, algunos deberán afrontar primarias para revalidar sus cargos.

BENITO ORDOÑEZ

Euforia sanchista, bajón susanista, ilusión en las bases y depresión en la vieja guardia

Susana Díaz, que habría preferido hacerse directamente invisible, prefirió, consciente de que no era posible, sentarse en las últimas filas con la esperanza de pasar desapercibida

G. B.

Las llamadas a la unidad y los deseos de superar cualquier conflicto interno van de serie en cualquier congreso, sea del PSOE o de cualquier otro partido. Otra cosa es lo que hay detrás de esos buenos deseos. Para comprobar, por ejemplo, hasta qué punto los socialistas están fracturados en dos mitades, por ahora de imposible reconciliación, no había que fijarse en los discursos. Bastaba darse una vuelta por los pasillos del palacio de congresos. Saber si un delegado era susanista o sanchista era tan fácil como mirarle a la cara. En el primer caso, el gesto variaba entre la seriedad, la pesadumbre o el puro aburrimiento. A los del segundo grupo no les cabía la sonrisa en el rostro. Bromeaban en voz alta y gesticulaban aparatosamente buscando a uno de sus líderes para hacerse un selfie.

Contrastes

Y si eso ocurría entre la extensa parroquia de anónimos delegados, el esquema se reproducía a escala gigante entre los dirigentes que tenían asegurado un puesto en la ejecutiva o en el comité federal, los que aspiraban todavía a tenerlo y los que lo tenían o lo tuvieron, pero sabían que no lo iban a tener. El alcalde de Valladolid, Óscar Puente, nuevo portavoz del PSOE y hasta hace tres días un perfecto desconocido para la mayoría, casi levitaba de gozo y satisfacción, prestándose a cualquier petición de foto. Y, al contrario, dirigentes que hace no mucho eran vacas sagradas en el partido deambulaban sin rumbo sin que nadie les hiciera caso. A los otrora incontenibles parlanchines Lambán o Page costaba arrancarles una palabra porque se habían quedado mudos. Más fácil lo tuvo Felipe González, que se apuntó al plasma para despachar el congreso en un minuto sin nombrar a Sánchez, y hasta Zapatero y Rubalcaba, que aparecieron fugazmente en el estreno del congreso flanqueando a Sánchez a una distancia prudencial y con gesto entre serio y triste, y luego desaparecieron. En el caso de Susana Díaz, habría preferido hacerse directamente invisible, pero, consciente de que no era posible, prefirió sentarse en las últimas filas con la esperanza de pasar desapercibida.