Malestar del sector crítico del PSOE por la purga y por la imposición de la idea de la «nación de naciones»

G. Bareño / E. Clemente MADRID / LA VOZ

ACTUALIDAD

BENITO ORDOÑEZ

La de Sánchez es la ejecutiva socialista con el menor respaldo de la historia reciente del partido

19 jun 2017 . Actualizado a las 08:53 h.

«Decir que España es una nación de naciones y sostener a la vez que la soberanía nacional reside en todo el pueblo español es un contrasentido total. Y, además, no sirve para nada en términos políticos o electorales». Esa es la reflexión que hace un destacado socialista crítico con Pedro Sánchez y con la apuesta por la plurinacionalidad que el PSOE ha hecho en este congreso. Ningún dirigente de la primera línea entre los perdedores de las primarias ha querido levantar la voz contra Sánchez en la clausura del congreso, pero el malestar entre los partidarios de Susana Díaz es fuerte, no solo por su marginación en los principales órganos de dirección del partido, sino también por el hecho de que Sánchez haya forzado a todo el PSOE a dar un giro en su postura sobre Cataluña y sobre la conformación del Estado.

«Con ese discurso solo se pretende agradar y atraer a los soberanistas catalanes y a los votantes de Podemos, pero ese es un esfuerzo tan dañino como inútil, porque ellos tienen ya más que superado ese planteamiento y están en posiciones mucho más radicales, por lo que, a pesar del coste, solo se genera rechazo», sostienen estas fuentes. Según este análisis, con el nuevo discurso de Sánchez en torno al problema de Cataluña lo más probable es que el PSOE acabe perdiendo espacio en esa comunidad y en el resto de España frente a Ciudadanos sin compensar esa pérdida ganando un solo sufragio de los votantes de Podemos o de los independentistas.

Menos apoyo aún que Almunia

La laminación de los críticos de la ejecutiva no tiene tampoco precedentes, sostienen los partidarios de Díaz, que reprochan al secretario general no haber cumplido su palabra de olvidar las heridas que haya dejado el proceso de primarias y de integrar a todos mirando solo al futuro. La nueva dirección, hecha a su medida por Sánchez, que consta de 49 miembros, con 20 mujeres, fue respaldada con 674 votos favor (70,5 %), 274 en blanco y 8 nulos. Es decir, un voto de castigo del 30 %. Eso sí 20 puntos más del 50 % que consiguió en las elecciones primarias.

Es el menor porcentaje de apoyo para una ejecutiva socialista en la historia reciente del partido, en todos los congresos celebrados tras el fin del franquismo. Está por debajo incluso del respaldo que tuvo Joaquín Almunia en 1997 (73 %), así como del de las ejecutivas de Felipe González, Zapatero (90,2 % en el 2000 y 98,92 % en el 2008) y Rubalcaba, que consiguió un apoyo del 80 % para su equipo de dirección. Son también 16 puntos menos del 86,2 % que Sánchez cosechó en su primer congreso, en el 2014, para una ejecutiva que diseñó en negociación con los territorios, bajo la tutela de Díaz. Patxi López es el único componente que no apoyó a Sánchez en las primarias.

Descontento de Puig

Otro partidario de Díaz en las primarias, el presidente valenciano Ximo Puig, mostró su descontento por lo que considera intento del sanchismo de debilitar su liderazgo al frente de los socialistas valencianos al impulsar un candidato alternativo. Y se preguntó cómo es posible que en el mejor momento del partido, en 22 años de historia, «se quiera romper eso». También el portavoz socialista en el Parlamento asturiano, Fernando Lastra, afín a Javier Fernández, dijo que el PSOE camina hacia un partido «donde la exclusión y el sectarismo van a ser la pauta» y señaló que es la primera vez que una dirección política no negocia la composición del comité federal, «que representa la pluralidad del partido».

Fuentes del entorno de Sánchez sostienen que los susanistas se han desentendido totalmente del congreso, como demuestra que la federación andaluza afín a Susana Díaz se ausentara de las votaciones del proyecto político socialista. La presidente abandonó el cónclave tras reunirse ocho minutos con Sánchez y al borde del llanto. Tras ella salieron casi todos los delegados andaluces, que no volvieron siquiera a votar la ponencia marco del congreso.

Y los sanchistas replican a los críticos con la plurinacionalidad que fue discutida y votada mayoritariamente por los delegados y que, en todo caso, Díaz no dio batalla política para que no saliera adelante.

Sánchez buscará una alternativa al PP

El secretario general asegura que el único enemigo del PSOE es la derecha, hace un guiño a los indignados del 15M y a los votantes de Podemos, y defiende que España es una nación de naciones

enrique clemente

Fue la apoteosis final de un congreso hecho a la mayor gloria de Pedro Sánchez, que ha impuesto su equipo, sin ninguna concesión a los derrotados en las primarias, y su proyecto político de giro a la izquierda, más poder a la militancia y laminación de los barones. Sale triunfante, pero sin restañar las heridas del PSOE, que siguen siendo profundas y con una ejecutiva con el 30 % de los votos de castigo, la menos respaldada de los tiempos recientes.

Por primera vez el cierre del cónclave socialista se abrió a militantes y simpatizantes. Ante unas 8.000 personas, el secretario general irrumpió en el escenario como si fuera una estrella de rock a los compases de Sweet Child O´ Mine de Gun N´ Roses, y no del tradicional himno del PSOE, tras la presentación uno por uno de los 49 miembros de su ejecutiva, en la que hay ni un solo susanista. No estaban ni Felipe González ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Alfredo Pérez Rubalcaba ni Susana Díaz, que le dieron plantón.

Sánchez dedicó buena parte de su discurso a demoler al PP, que, dijo, es el único partido con el que el PSOE compite y al que no mira «ni de lado ni desde abajo, sino de frente». Pero, sin citar a Podemos, echó la caña de pescar en su caladero de votantes, con alusiones a los indignados del 15M, los milennials y los progresistas que se han alejado del PSOE. Se comprometió a trabajar «sin descanso» para lograr una «mayoría parlamentaria alternativa que acabe con esta etapa negra del gobierno de la derecha», que caracterizó como el de la corrupción, los recortes, la desigualdad y la precariedad laboral. Pero sabe muy bien que el pacto a tres, con Podemos y Ciudadanos, en el que insiste de cara a la galería es imposible.

Fuerzas del cambio

En su horizonte están, a medio plazo, las elecciones. Su objetivo hasta entonces será entenderse «semanalmente» con las fuerzas del cambio para «desmantelar» las políticas del PP. Para ello, creará un órgano de coordinación en el Congreso. Sánchez anunció que va a hacer «una oposición de Estado, el PSOE va a estar con el Estado, pero no con este Gobierno», al que acusó de atacar a la Constitución y de tratar de instrumentalizar y poner a su servicio a las instituciones. Por eso, dijo que es el enemigo del PSOE. «Este Gobierno corrompe todo lo que toca, empezando por la Constitución española», afirmó.

Cataluña ocupó también buena parte de su intervención. Sánchez defendió una reforma federal de la Constitución que perfeccione el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado, que aprobó el congreso, y que España es una nación de naciones, pero con una única soberanía y dejando claro la oposición frontal del PSOE al referendo de autodeterminación. «Yo estoy a favor de España y del catalanismo», aseguró. Y cargó contra el «engaño histórico» del independentismo y el «neocentralismo» del Gobierno, «dos visiones excluyentes que se retroalimentan mutuamente». «España no es inmovilista, no es ni Rajoy ni el PP. España no es insolidaria, no es anticatalana. España es plural y diversa, España es progresista, España es solidaria y España quiere a Cataluña, ¡digámoslo alto y claro!», proclamó.

Las palabras de la fallecida Carme Chacón cuando optó a liderar el PSOE en el congreso de Sevilla frente Rubalcaba le sirvieron como broche final a su discurso: «Si decimos izquierda hacemos izquierda; si decimos cambio hacemos cambio». Y finalizó así: «Pongamos al PSOE rumbo a La Moncloa; a ganar, compañeros». Y tras ello, la ejecutiva y los asistentes al mitin cantaron La Internacional, aunque Sánchez en esta ocasión prefirió no levantar el puño.