Presos yihadistas de A Lama imponen sus reglas al resto de reclusos islámicos

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

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Los funcionarios advierten de que carecen de formación frente a estos internos

22 jun 2017 . Actualizado a las 07:18 h.

Los funcionarios de la prisión pontevedresa de A Lama han comprobado cómo en los últimos tiempos los reclusos yihadistas, unos veinticinco, coaccionan e imponen sus reglas a otros presos que profesan la religión musulmana. Es una realidad que ayer vino a confirmar el coordinador pontevedrés de la recientemente constituida plataforma Funcionarios de Prisiones Unidos, quien aludió al hecho de que, por ejemplo, «el Ramadán muchos lo siguen por presiones» de estos internos considerados como muy peligrosos. De hecho, muchos están clasificados como de primer grado, lo que implica el sometimiento a un régimen de medidas más restrictivas.

En este punto, Couto reconoció que los empleados públicos destinados a la seguridad del interior de la cárcel no disponen de «la información completa» relativa a estos reclusos. «Tenemos internos musulmanes, pero evidentemente [al margen de los que son conocidos] no sabemos si son yihadistas o no», matizó ayer en el transcurso de una protesta ante la sede de la Subdelegación del Gobierno en Pontevedra.

El problema con el que se están encontrando estos empleados públicos es, por un lado, el déficit de medios humanos y de material y, por otro, la falta de una formación adecuada para hacer frente a nuevas formas delincuenciales. «Tenemos una situación de presos nuevos para los que no estamos formados; yihadistas, bandas del Este, politoxicómanos... En algunos casos, a los reclusos de primer grado no sabemos cómo tratarlos, si como presos o como pacientes, porque el lugar adecuado [para ellos] no es la prisión».

Tras precisar que aunque la población penitenciaria ha disminuido en los últimos años, en la actualidad son 1.300 los presos -con condena firme o preventivos- los que se encuentran internados en A Lama, una prisión que «está hecha para 1.077» reclusos. A la vista de estas cifras, las fuentes consultadas apuntaron a que pueden ser unos dos centenares los internos que siguen, en mayor o menor grado, los preceptos del Islam y de estos, unos veinticinco son considerados yihadistas.

No obstante, Manuel Couto advirtió del hecho de que «esos son los conocidos, pero hay muchos que no están reconocidos y que la propia prisión los convierte». Similares expresiones emplearon otros empleados públicos del penal de A Lama consultados por La Voz. En todo caso, el coordinador pontevedrés de la plataforma Funcionarios de Prisiones Unidos señaló que «la cárcel de A Lama es un reflejo del resto de las prisiones».

En la memoria de muchos de los funcionarios, el recuerdo de incidentes pasados protagonizados por internos islámicos. Así, tras los atentados del 11M, un grupo de reclusos se dedicó a realizar adiestramiento de tinte militar en uno de los patios de la prisión, mientras que uno de sus por entonces líderes, Mustafá Zanibar, no solo participó en estos entrenamientos, sino que incluso llegó a invitar a todos sus compañeros de módulo a festejar la masacre de Madrid con un café. No todos aceptaron esta invitación de quien, años después, aparecería ahorcado en su celda de Nanclares de Oca.

En todo caso, ya por aquel entonces los funcionarios del centro penitenciario pontevedrés denunciaron públicamente la existencia de una suerte de red de extorsión a otros presos de origen magrebí -se hablaba de aproximadamente trescientos-, «a los que incluso han llegado a obligar a realizar actividades religiosas o a enfrentarse con los propios funcionarios». Estos avisan de que los únicos medios de que dispondrían para repeler un ataque son defensas de goma y unas esposas.

Sometidos a un control especial, con informes diarios de sus contactos para evitar el proselitismo

En la actualidad, la prisión de A Lama acoge a unos veinticinco reclusos considerados yihadistas -la cifra puede variar dado que es una población sometida a habituales traslados-. A todos ellos se les impone un exhaustivo control y seguimiento por parte de las autoridades y de los funcionarios penitenciarios, lo que se traduce en la realización de informes diarios en los que se da cuenta de sus movimientos, los presos con los que se relacionan y si realizan algún tipo de proselitismo o captación entre la población carcelaria pontevedresa.

Las fuentes consultadas reseñaron que habitualmente no se suelen relacionar más que con internos musulmanes, y que no se suelen hacer notar mucho. «Están en esquinas», apuntaron.

En los supuestos en los que se atisba que el preso bajo vigilancia puede estar intentando captar a otros reclusos, la primera decisión que se adopta suele ser la del aislamiento para, acto seguido, trasladarlo a otro centro penitenciario. De este modo, se busca que no puedan establecer raíces que, a la postre, deriven en organizaciones o entramados dentro de una misma prisión.

De igual modo, se intenta que los mismos presos yihadistas no coincidan de forma reiterada en los mismos centros carcelarios, ya que esto podría generar un riesgo a la seguridad.