«El nacionalismo tiene una operación de ingeniería social y el que está al margen ha tenido miedo»

Luis Ordóñez
L. Ordóñez REDACCIÓN

ACTUALIDAD

Isabel Fernández
Isabel Fernández

La asturiana Isabel Fernández, profesora en la Universidad Autónoma de Barcelona, es vocal de Sociedad Civil Catalana

10 oct 2017 . Actualizado a las 20:17 h.

Isabel Fernández es natural de Coaña pero reside en Cataluña desde comienzos de la década pasada, profesora de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona es vocal de la organización Sociedad Civil Catala que ha representado una de las voces más firmes en su oposición al independentismo y al nacionalismo catalán del que denuncia que trata de imponer una proyecto de «ingenieria social» para tratar de «uniformizar» a la población.

--¿Cómo acaba una asturiana de Coaña en Cataluña y dentro de la dirección de Sociedad Civil Catalana?

--Yo llegué a Cataluña por primera vez en 2001, había hecho mi licenciatura y doctorado en Madrid, luego hizo un postdoctorado en la Universidad libre de Bruselas pero salió un programa para recuperar a investigadores que estaban fuera, era un contrato al que tu concurrías con tu currículum y el de algún grupo de investigación receptor, en Barcelona había uno que me interesaba bastante, concurrí y me lo dieron. Y así llegué a la Universidad Autónoma en Barcelona. A Sociedad Civil Catalana me sumé casi desde el principio, el año que se creó en 2014. Empecé a ir a las reuniones de la agrupación de enseñanza y por otro lado yo ya conocía al que fue su presidente Rafael Arenas porque somos compañeros en la Autónoma, y un día tomando un café, lo comentamos empecé a colaborar con ellos ya en la dirección a mediados de 2015. El motivo fue, claro, mi inquietud por lo que vi que se estaba gestando aquí en Cataluña que me parecía muy serio como efectivamente se ha comprobado.

--La manifestación del domingo se definió como la de una «mayoría silenciosa» ¿por qué silenciosa?

--Sí ha habido personas y entidades que ha estado alertando sobre lo que estaba pasando pero nunca se les escuchó y además los gobiernos de España han pactado con el nacionalismo catalán, que ha sido llave de gobierno muchas veces y nadie se tomó en serio esas advertencias que luego se ha demostrado que estaban fundados. La gente ha tenido miedo porque el nacionalismo controla el poder, controla a entidades sociales, hay todo un plan, que ya fue recogido por El País y El Periódico de Catalunya, el famoso Plan 2000 en el que se desvela cómo se quiere controlar la educación, los medios de comunicación, colocar a gente afín, toda una operación de ingeniería social y quien ha estado al margen de las estructuras de poder normalmente ha tenido que callar, ha tenido un cierto miedo. Es algo que hemos visto desde que nacimos, también pasó cuando nació Ciudadanos, hay una campaña de desprestigio espectacular, con la costumbre de llamar fascista a todo el que no es nacionalista, que ya empieza a ser ridícula. Todo el mundo pudo ver en la famosa entrevista de Jordi Évole a Puigdemont cómo la presidenta del parlament, Forcadell, decía que los votantes del PP o de Ciudadanos no eran ciudadanos de Cataluña. El problema es que cuando alzas la voz aparecen minorías que son agresivas y luego hay un gran silencio, todavía estoy esperando un comunicado de condena de la universidad por todas las agresiones que les han hecho a los chavales. En estos días nos han llamado muchísimos padres indignados por todo lo que está pasando en las escuelas, también gente que lloraba cuando convocamos la manifestación y nos decía que por fin, que era muy necesario. Se dibuja un panorama en el que discrepar se hace muy complejo. Estar están porque no hay más que ver los resultados electorales, en las últimas elecciones el parlamento casi se partió en dos.

--¿Qué opinión le merece que se haya dicho que los manifestantes eran o gente traída de fuera o «españoles no se quieren adaptar»?

--Claro que vinieron autobuses desde fuera pero la mayoría venía de Cataluña. Yo puedo hablar por lo que nos toca a nosotros que fletamos unos 60 autobuses dentro de Cataluña, con problemas porque algunas empresas no nos los querían alquilar, y luego fletados por Sociedad Civil Catalana desde fuera, diez para la agrupación de Madrid pero bueno, un autobús tiene 50 ó 60 plazas y en modo alguno explican los miles de personas que estábamos allí. También hay que tener en cuenta que de la agrupación de Madrid vinieron muchos catalanes que viven fuera; es verdad, no lo vamos a negar. También vienen nacionalistas de otras partes a las manifestaciones de la ANC y nadie comentan nada. Y luego, es que nosotros partimos de dos premisas; por un lado Cataluña no es lo nacionalistas, cuando se habla de que el Estado negocie con Cataluña lo que se está diciendo es que el Estado negocie con los nacionalistas que no somos en absoluto todos los catalanes, y dicen que nos tenemos que adaptar a ellos. ¿No nos queremos adaptar a qué, al nacionalismo excluyente? Pues sí, yo no me quiero adaptar porque nuestra idea de Cataluña es una sólo en catalán y en el marco de su filosofía, es una bilingüe, abierta. Tienen una mirada muy cerrada y muy reaccionaria. Nosotros somos tan catalanes como cualquiera, lo que no somos es nacionalistas ni compartimos lo que están haciendo de intentar uniformizar a la sociedad e instrumentalizar de forma espantosa las instituciones.

--En la última semana los anuncios de marchas de empresas de empresas han sido un goteo y hay quien dice que han pesado más que ningún otro argumento.

--Lo comentaba muy bien Borrell en su discurso, lo podían haber dicho antes y lo cierto es que ya hay personas del PDCat que esto empieza a preocuparles y mucho, claro es que esto tan alucinante. Este proyecto tiene muchos problemas de base, uno que no hay razones objetivas para lanzar semejante órdago y tensionar así a la sociedad, no hay argumentos. Y ya lo de la operación cultura es que es una tomadura de pelo ¿cómo que el español es una lengua de imposición? Curiosa lengua de imposición que no se habla ni en las administraciones ni en la escuela. Si hay una imposición cultural es la suya. Además, ¿de qué va este proyecto, esta república? Si se están mezclando la alta burguesía con los antisistemas y contra la mitad de la población. Al final da la sensación de que la CUP es la que está marcando la agenda del gobierno. Y a la CUP no le importarán estos cambios en las sedes sociales de las empresas pero hay gente y votantes de Convergencia que sí. De hecho a mí me consta que el domingo había convergentes moderados en la manifestación.

--¿Qué cree que pasará en el corto plazo?

--Nosotros tenemos una postura muy clara. Cuando han salido todas las manifestaciones pidiendo diálogo yo les diría que igual que pedimos a los nacionalistas que no se apropien de Cataluña, o del republicanismo que algunos también somos republicanos, y no compartimos nada con ellos; pues les pediría que no se apropien del diálogo porque la cuestión es en qué términos, porque los catalanes no nacionalistas queremos ser considerados, queremos ser escuchados, esto es un problema entre catalanes, no uno entre catalanes y españoles. Y luego que no es posible emprender un diálogo entre amenazas y coacciones. No es aceptable que como se dice que vamos a hacer una declaración unilateral de independencia te tienes que sentar conmigo a dialogar, es que esto es muy grave. Esto es un estado de derecho pero se está banalizando, las cosas se tienen que hacer en el marco de la ley. Tienes que seguir los cauces legales y si no tienes la mayoría suficiente pues te aguantas, que todos hemos perdido cosas que nos gustaría ganar, esto son principios democráticos básicos. ¿En la república esa maravillosa podremos desobedecer los que no estemos de acuerdo? Se están situando por encima del bien y del mal, y ellos son la medida de lo que es legítimo y lo que no. Es alucinante cómo las cosas gravísimas que sucedieron en el parlamento de Cataluña, que vienen de antes, ya hemos denunciado muchos déficit democráticos, eso se oculta y todo se focaliza en las cargas policiales, que a mí también me parecen mal, pero es que hay un desencadenante, de ninguna manera se puede poner al mismo nivel el gobierno central y el de la Generalitat.

--Ha hablado de problemas en las escuelas, ¿cuáles?

--No quisiera caer en una banalización de todo esto pero es que pasa en muchos sitios, tenemos muchas denuncias y en el fin de semana del 1 de octubre de repente tenemos que todas las escuelas celebran una fiesta de apertura de curso, que si llévate tu pijama y tu cepillo de dientes, estaban utilizando a los críos para tener los centros abiertos  para poder hacer el referéndum, si ya después de vulnerar todo lo vulnerable podrían haberlo hecho en sus casas. Y luego ver a los niños enfrentados en las aulas; el día dos en el que hicieron lo que llamaron una «aturada de país» que fue un cierre desde el poder de los centros educativos. En la Autónoma yo recibí un mensaje del rectorado sumándose a esto y cerrando las actividades académicas. Las instituciones tienen que ser neutrales y con más motivo las académicas, y si quieres hacer una huelga hazla, no una «aturada» para que no te quiten el sueldo. En nombre del derecho a decidir deciden por todos porque se trata de dar esa imagen de uniformidad y de pensamiento único. Y en los colegios hicieron lo mismo, la propia consejera de Enseñanza hizo unas declaraciones en las que dice que en enseñanza no necesitamos construir estructuras de Estado, porque ya está todo listo. Queréis que la gente vote y se pronuncie pero entre tanto ya estáis construyendo las estructuras de Estado, la escuela ha sido un instrumento clave y la política lingüística en Cataluña ha sido algo totalmente sectario, muy agresiva con los castellanohablantes. La jurisprudencia establece que se tiene derecho al menos a un 25% de enseñanza en castellano pero cuando se ha pedido se pone en marcha un engranaje de acoso en el que empiezan los partidos nacionalistas del pueblo, las asociaciones de padres, el delegado territorial de Enseñanza. Ha habido un caso que yo viví en primera persona, en Balaguer, en el que los padres tuvieron que acabar cerrando el negocio por las presiones que les hacían los vecinos, que se dejaba de invitar a los niños a las fiestas. ¿Son casos aislados? Claro, porque la mayor parte de la gente no se atreve a poner a sus hijos en esa tesitura .