Todas las veces que Pablo Iglesias trató de sacar provecho del conflicto catalán

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado MADRID | LA VOZ

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Emilio Naranjo | EFE

Coincidiendo con todos los picos de tensión, el líder de Podemos mostró una gran agilidad para difundir su mensaje, siempre en consonancia con los secesionistas

13 oct 2017 . Actualizado a las 14:37 h.

Pablo Iglesias no acudió ayer a la recepción organizada por los reyes todos los años el Día de la Fiesta Nacional. Junto con la de los independentistas, la ausencia de Podemos constituyó la única reseñable dentro del mundo de la política. Lo cierto es que tampoco fue ninguna sorpresa. El Palacio Real se erigió ayer como el gran baluarte en defensa de la Constitución y del Estado de derecho. En torno a la figura de Felipe VI se reunieron líderes políticos, grandes empresarios y otras autoridades del país, trasladando una imagen de unidad frente al desafío secesionista, y por supuesto, ahí no iba a estar Pablo Iglesias. Desde que se acrecentó la escalada de tensiones en el conflicto, sus palabras, y especialmente sus acciones, lo han situado bien lejos.

A pesar de la prohibición expresa del Tribunal Constitucional de que se celebrase el referendo del 1-O, Podemos, en un claro ejercicio de ambigüedad política, siempre defendió la legitimidad de la jornada como «una movilización ciudadana». Sin embargo, con el avance de los días y el desarrollo de los acontecimientos, ese discurso ambiguo ha cojeado con fuerza. Siempre de la misma pata.

Primero se destapó una cena secreta en casa del empresario Roures a la que asistieron el secretario general de Podemos y el líder de ERC, Oriol Junqueras. Pero el melón no se empezó a abrir hasta el día que la Justicia decretó los arrestos de 14 de los cabecillas de la organización de la consulta. Podemos se alineó con las fuerzas independentistas al considerar a los detenidos como «presos políticos», llegando a liderar una llamada para tomar las calles en señal de protesta por estas detenciones y en defensa de la democracia. 

El ambiente se siguió caldeando hasta día de autos. El primero de octubre, Pablo Iglesias fue uno de los primeros en denunciar «porrazos y ancianas arrastradas», acusando al PP de «corruptos, hipócritas e inútiles», y exigiendo la dimisión de Rajoy desde primera hora. Este fue su primera intentona de marcar los tiempos y de dominar el lenguaje con un diagnóstico de la situación muy en consonancia con los organizadores del referendo. Su gran aliada en Cataluña, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no solo facilitó el uso de espacios municipales para la celebración de la consulta ilegal, si no que acudió a las urnas a depositar su papeleta.

Mientras, Irene Montero e Iñigo Errejón, dos de sus grandes lugartenientes en la esfera pública, mordían al PSOE, acusándolo de ser cómplice de las cargas policiales y de apoyar al PP por su silencio. También muy en la línea de Junts pel Sí.

La segunda vez que Pablo Iglesias intentó marcar el ritmo fue tras el mensaje del rey Felipe VI. El jefe del Estado se dirigió a la nación en un discurso histórico para enviar un mensaje de tranquilidad y exigiendo a las autoridades democráticas una respuesta contundente ante las continuas deslealtades perpetradas por el gobierno catalán.

Tan solo unos minutos después de que acabara el discurso del monarca, Pablo Iglesias se apresuró en intentar deslegitimar sus palabras. De nuevo, totalmente en la línea de Carles Puigdemont, Junqueras y sus socios de Gobierno. 

La última vez que trató de marcar los tiempos fue este martes. Tras el pleno en el parlamento catalán en el que el presidente autonómico declaró la independencia para luego congelarla, en un mensaje indescifrable hasta para sus aliados, el primero en entenderlo fue Pablo Iglesias. Tan pronto finalizó el pleno en Barcelona, el secretario general de Podemos, todavía peleándose con su camisa, compareció ante la prensa en un rincón del Congreso, desde donde siguió el desarrollo de la jornada. Dejó claro que no se había asistido a una declaración unilateral de independencia, e invitó a dialogar a Rajoy, a quien hasta hace unos días le exigía su dimisión. Además, pidió la mediación de agentes europeo, el gran objetivo de los independentistas.