Los agentes en Cataluña: entre el cansancio, la incertidumbre y la obligación

Sagrario Ortega / Laura Camacho EFE

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Los 10.000 policías y guardias civiles desplazados desde hace un mes se lamentan de que ni siquiera se les haya permitido ver a sus familias unos días

20 oct 2017 . Actualizado a las 18:51 h.

Ninguno de los más de 10.000 agentes de la Policía y la Guardia Civil desplazados a Cataluña pone en duda la necesidad de su presencia ante la «complicada» situación, pero muchos reconocen el cansancio tras un mes fuera de casa, sin fecha de vuelta y sin que se les haya permitido ver a sus familias unos días. 

«Hemos cumplido con creces, sobre todo el 1-O con un trabajo muy complicado y muy delicado, pero no era mucho pedir que nos hubieran dejado ir a casa tres o cuatro días, un pasillo temporal factible y que no afectaría a la logística», resume a Efe un policía de las UIP alojado desde hace justo este jueves un mes en el barco Rapsodia, uno de los dos atracados en Barcelona con policías y guardias civiles a bordo.

Más lejos, un agente del Instituto Armado comenta a Efe desde la provincia de Lérida el cansancio de los agentes tras 25 días o incluso un mes y medio ya fuera de casa en la mayoría de los casos «sin hacer nada», si bien no comparte algunas de las críticas que se han vertido contra las condiciones de su estancia.

«Estamos cobrando más que si estuviéramos en Afganistán y allí se va para seis meses», dice este agente, una opinión que contrasta con la de otro compañero de cuerpo, alojado en un camarote compartido en el barco Piolín desde hace 25 días y quien no se muestra muy satisfecho con las condiciones económicas, ya que, según él, les adelantaron un dinero y ya no han recibido más. Y lo peor -en eso coinciden todos los agentes consultados por Efe- es la incertidumbre de no saber cuándo van a volver a base. Además, lamentan que tengan que enterarse por los medios de comunicación de las prórrogas de su misión y que sus mandos se limiten a ponerles los servicios hasta una fecha determinada sin concretar si más allá de esa van a continuar o no.

Los más afectados por esta situación son los miembros de las unidades de intervención de ambos cuerpos -UIP y UPR de la Policía y GRS, GAR y USECIC de la Guardia Civil-, cuya función ahora se limita a la protección de edificios oficiales como la Delegación del Gobierno o los propios cuarteles y comisarías, una custodia que no precisa de tantos agentes.

También están de acuerdo en que un descanso de pocos días hubiera bastado a los efectivos desplegados para «coger aire», «ver a su gente», «cambiar de escenario» y «recibir afecto» de sus familias, lo que podría aligerar las tensiones y el estrés que está asomando ya, especialmente en los barcos, donde a ellos se une además el espacio reducido que inevitablemente aboca a roces.

«¿Quién toma la decisión de hacer un relevo? No es fácil mandar tu despliegue a sus casas sin saber lo que va a ocurrir», admite uno de los guardias civiles consultados, ya que nadie sabe cuándo «se puede liar» en las calles y ningún mando querría en este momento tan delicado no disponer de efectivos suficientes.

De todos modos, no creen que permisos puntuales, breves y escalonados hubieran afectado a ese posible escenario de altercados, pero reconocen que ya puede ser tarde para esos «pasillos de tres o cuatro días» de vuelta a sus casas ante la aplicación ya anunciada por el Gobierno del artículo 155 de la Constitución.

Sí podría aliviarles un poco la visita de sus familias, pero, según subrayan, muchas viven a distancias de hasta 1.000 kilómetros en algunos casos y además fijar una fecha para el viaje es complicado dado que los servicios se determinan con poco tiempo de antelación. Aunque las condiciones de la estancia no son las mismas en los barcos, en los hoteles o en los cuarteles del Ejército, el cansancio acumulado sí es el mismo para todos.

Comida mala a base de pasta, algunos pescados ya «casi pasados», precios de crucero, camarotes de uno para dos donde no hay espacio ni para guardar la ropa y un trato no demasiado amable de la tripulación son algunas de las quejas que los agentes transmiten a Efe, antes de advertir que la prolongación en este estado -llegaron a Cataluña para 15 días- «puede pasar factura».

Otra circunstancia que resaltan policías y guardias hospedados en los barcos es que no son alojamientos para estancias tan prolongados y están pensados para trayectos de cuatro o cinco días y por el mar.

Un problema que no tienen los agentes reubicados en hoteles y en cuarteles. Pero en este último caso, es el ambiente hostil con el que son recibidos en pequeñas poblaciones, alejadas de núcleos urbanos con más servicios, el que se suma al lógico cansancio de un mes lejos de la familia.

Pero son solo quejas normales que, no obstante, no han hecho mella en el compromiso de los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado con el trabajo encomendado en este momento especial que vive España, hasta el punto que no faltan voluntarios en muchas unidades para participar en ese despliegue.