Colau rompe con el PSC y aleja un futuro pacto de izquierdas catalanas

Sara Carreira Piñeiro
SARA CARREIRA LA VOZ EN BARCELONA

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Alejandro García | efe

La alcaldesa antepone el interés electoral a la estabilidad municipal de Barcelona

13 nov 2017 . Actualizado a las 08:04 h.

La postura de los comunes -el colectivo Catalunya en Comú que lideran Xavier Domènech y Ada Colau- de nadar entre dos aguas para obtener votos independentistas y no independentistas el próximo 21 de diciembre los ha obligado a tomar una decisión que afectará a la gobernabilidad de la ciudad de Barcelona, pero que tendrá consecuencias más allá del ámbito municipal. La ruptura del acuerdo de gobierno con el PSC, con la excusa de que los socialistas apoyaron a Mariano Rajoy en la aplicación del artículo 155, tensa las relaciones entre las dos formaciones y abre un frente de disputa electoral entre ellas, al tiempo que aleja la posibilidad de un futuro pacto de las fuerzas de izquierdas catalanas.

La decisión supone en la práctica que la alcaldesa va a tener problemas para desarrollar cualquier programa de gobierno hasta las próximas elecciones municipales (en mayo del 2019), porque solo tiene 11 de los 21 ediles que se necesitan para la mayoría absoluta. El reparto de escaños es complicado en este ayuntamiento: a los 11 concejales de Barcelona en Comú hay que sumar 10 de CiU, 5 de ERC, otros 5 de Ciudadanos, 4 del PSC, 3 de la CUP y otros tantos del PP. La idea de Colau es gobernar con pactos puntuales para cada asunto con unos y otros.

Lo cierto es que la decisión de romper el acuerdo con los socialistas -convenio precario pero viable, que solo se ponía a prueba en asuntos relativos a la independencia, en los que Colau siempre ha sido bastante tibia- no partió de la alcaldesa. La presión en su partido, donde el independentismo tiene un nicho importante, la abocó a proponer una consulta a las bases y estas mostraron ayer la división que la idea supone: a favor de poner fin al pacto votaron 2.059 personas (el 54 % del total), mientras que el 45 % (1.736) preferían seguir como hasta ahora. Como la encuesta era vinculante, la alcaldesa se ha visto obligada a aceptarla y lo ha revestido como ha podido: «Ha sido difícil», dijo en Twitter, pero se ha hecho «con radicalidad democrática».

Malestar socialista

En las filas socialistas la ruptura ha sentado como un tiro. «Entre Barcelona y la independencia, ha escogido la independencia. Entre estabilidad e inestabilidad, ha escogido la inestabilidad. Entre un gobierno de izquierdas y ceder ante Alfred Bosch y Xavier Trias, ha elegido lo segundo», subrayó el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Hay que recordar que Trias, líder del PDECat y exalcalde de la ciudad, se ha visto involucrado en el escándalo de los papeles del paraíso. «A partir de hoy nosotros no podremos mirar igual a la gente de los comunes», fue la advertencia que lanzó un más que molesto Iceta.

Y, por si Colau tenía alguna duda de dónde la coloca su decisión, ayer mismo la CUP aplaudía la medida y le tendía la mano para iniciar un proyecto «rupturista».

Según algunos observadores de la política catalana, Colau y los comunes están buscando los 40.000 votos independentistas que podrían elegir su papeleta por ese lugar teóricamente moderado que exhiben. Claro que, como apuntó Iceta, a cambio podrían perder al 45 % de militantes de los comunes «que han votado en contra de romper este pacto», que hacía posible «uno de los pocos gobiernos de izquierda realmente compartidos, no solo en Cataluña, sino en el conjunto de España».

Los socialistas, sin embargo, también aligeran su mochila de cara al 21D, donde se presentan como la fuerza de la moderación y del seny, extremo que hubieran tenido difícil de defender de la mano de perfiles tan radicales como los que presentan algunos de los colaboradores inmediatos de Colau, como Pisarello, Asens o Pia.

La CUP repite lista propia y da la espalda a Puigdemont

Tras muchos días de incertidumbre, ayer se despejó la penúltima gran incógnita de las elecciones del 21D: la CUP se presenta y repite candidatura. Lo hace tras una votación masiva y un apoyo inapelable: el 91 % de la militancia quiere estar en estos comicios, a pesar de que los consideran ilegítimos por haber sido convocados por Rajoy.

La segunda gran duda de los antisistema era saber qué opción preferían: una lista unitaria con otros partidos o personalidades o apostar por su propio proyecto. En este punto también ganó una mayoría cualificada, pero no tan cómoda, ya que fueron el 64 % de los votos los que apoyaron ir solos a las elecciones.

Solo falta la ANC

De esta manera, la CUP echa por tierra ya casi cualquier esperanza que tuviese Puigdemont de articular una candidatura ciudadana o al menos unitaria en torno al expresidente de la Generalitat. La única baza que les queda a los antiguos convergentes es el apoyo de los otros grandes perdedores en este proceso, ANC. La entidad civil soberanista, de imponente poder hasta el 27 de octubre, podría quedarse descolgada si Esquerra arrasa en las urnas; entonces, ya no los necesitaría o, al menos, no tendrían el peso político de la última legislatura, cuando sus responsables acudían a algunas de las reuniones del Gobierno catalán.

La ANC aprobó este sábado promover una lista ciudadana que acogiese diferentes sensibilidades dentro del panorama independentista. El llamamiento que desde la detención de los exconsejeros hacía ANC para una lista unitaria se queda así convertido en un fracaso. ¿Se unirán ahora a Puigdemont y el PDECat en una papeleta sin siglas? Es la gran duda que falta por despejar en el puzle del 21D.

En cuanto a la candidatura de la CUP, la gran tarea que tienen pendiente (y para la que dispone hasta el viernes 17) es decidir quiénes se presentan en la lista. La CUP, un partido de carácter asambleario, aplica desde siempre una política de colectividad, y así los parlamentarios no repiten legislatura. Por eso David Fernández y Quim Arrufat dejaron la primera línea tras ser diputados en el 2012. Por tanto, en la papeleta no deberán ir ni Anna Gabriel ni Benet Salellas ni Gabriela Serra.