Ofensiva española para denunciar en Bruselas la injerencia rusa en Cataluña

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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EMMANUEL DUNAND | AFP

El Gobierno asegura que un tercio del tráfico de mensajes falsos procede de Venezuela

14 nov 2017 . Actualizado a las 06:57 h.

«Guerra híbrida». Es el calificativo que empleó el lunes el Gobierno para denunciar los supuestos ataques cibernéticos perpetrados por multitud de hackers tras la celebración del referendo catalán del 1 de octubre. La amenaza de cuño invisible que se propaga por Internet para azuzar el conflicto en Cataluña ya no es un peligro meramente nacional. Antes que España, otros países europeos como Holanda y Francia también sufrieron las embestidas de estos ejércitos anónimos en las semanas previas a sus comicios. La credibilidad de la UE estuvo en la diana durante meses con las operaciones de envío masivo de fotografías de refugiados en las que se los vinculaba falsamente al Estado Islámico. Una maniobra con la que lograron propagar un clima de inseguridad y miedo que todavía este martes alimenta el rechazo en algunos países de la UE a las políticas migratorias europeas.

El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, acudió el lunes a Bruselas para alertar a sus socios europeos sobre el impacto que estas operaciones organizadas de desinformación y manipulación podrían tener para la estabilidad democrática. Y el ejemplo más claro es Cataluña. Más evidencias que pruebas es lo que hasta ahora su equipo ha podido recabar. «Hay datos de tráfico posteriores al referendo que pasaron por redes situadas en Rusia y otros países», aseguró el jerezano antes de la reunión con los ministros europeos. El Gobierno estima, según Dastis, que el 50 % de los ataques vienen de Rusia y el 30 %, de Venezuela. «Es propaganda para debilitar a la UE y desacreditar a sus Estados miembros».

La titular de Defensa, María Dolores de Cospedal, justificó su negativa a publicar esos datos: «Están cambiando todos los días». Pero aseguró disponer de suficiente información para apuntar hacia Rusia: «Muchos venían de territorio ruso. Todavía está todo en fase de análisis y prospectiva para saber cuáles son las entidades», indicó. ¿Tiene algo que ver el Kremlin con los ataques cibernéticos? «No se puede decir con total certeza que sea el Gobierno ruso. Otros provienen de territorio venezolano», explicó la ministra, para quien la prioridad ahora es identificar a esas «entidades públicas o privadas» para evitar que sigan interfiriendo en conflictos internos. «Tratan de crear situaciones inestables en Europa y tenemos la obligación de declararlo públicamente, que lo sepa la opinión pública», denunció Cospedal.

¿Está España preparada? No. No ha habido hasta ahora ninguna estrategia coherente y articulada de contrapropaganda. «España está poniendo todos sus medios para defenderse de esto y tenemos voluntad de fortalecer y desarrollar nuestra cooperación con estructuras de comunicación estratégica con otros Estados miembros y con la propia UE», justificó Dastis, quien no quiso aclarar si el Gobierno español está pensando en adoptar medidas restrictivas en las redes de cara a las elecciones catalanas del 21 de diciembre. Una cuestión tan polémica como delicada por el riesgo de que se acaben restringiendo libertades básicas.

También Assange

En el enjambre de nombres de sospechosos de colaborar en esta contienda digital está el del agitador y activista australiano Julian Assange, para quien «la primera guerra mundial en Internet ha comenzado en Cataluña». Y en cierto modo, el Gobierno español ha comprado esa tesis. Para Cospedal, las campañas de noticias falsas, bloqueos de webs y robo de datos forman parte de las denominadas guerras híbridas. Las milicias, las armas y la propaganda han sido sustituidos por los VPN, correos encriptados, noticias falsas, webs espejo y servidores proxy. «Creo que muchos indicios e informaciones apuntan a que este señor y otros están tratando de intervenir, manipular y afectar al desarrollo democrático natural en Cataluña», acusó el titular de Exteriores, quien trató de disuadir a los países bálticos de comulgar con la causa independentista catalana exponiendo la enorme influencia que está teniendo su tradicional enemigo ruso en la agitación masiva por las redes sociales.