José María Lassalle: «El ciberpopulismo va a ser el factor más desestabilizador de la democracia»

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BENITO ORDOÑEZ

El secretario de Estado para la Sociedad de la Información aboga por la autorregulación e incentivar el pensamiento crítico para combatir las noticias falsas

25 feb 2018 . Actualizado a las 08:32 h.

El secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital, José María Lassalle (Santander, 1966), explica cuál es la estrategia del Gobierno para contrarrestar las fake news (noticias falsas) y la desestabilización asociada a la desinformación, salvaguardando la libertad de expresión.

-¿Qué entiende el Gobierno por «fake news»?

-Una desinformación que tiene por objeto generar escenarios de desestabilización política e institucional. Se da básicamente en las redes, por su cobertura excepcional y su fuerte impacto social, que repercute en el efecto viral que pueda tener la fake news.

-¿Cómo afronta el Gobierno la lucha contra las noticias falsas, qué tiene previsto hacer?

-En primer lugar, coordinarnos con la Comisión Europea, que ha constituido un grupo de trabajo con un único objetivo, que es ver cómo abordar el efecto nocivo que para la estabilidad democrática tienen las fake news, e incorporar las propuestas que finalmente se planteen. Las soluciones necesitan una armonización europea y una puesta en común transfronteriza que solo puede darse en el marco de la UE. Para ser eficaces, hay que combinar mecanismos que combinen iniciativa legislativa con códigos de autorregulación por parte de las plataformas y de quienes son responsables de la circulación de la información. Y, finalmente, incentivar el pensamiento crítico y dotar a los usuarios y consumidores de la información que circula por las redes de las herramientas que les permitan discernir lo verdadero de lo falso, para atajar en la medida de lo posible el efecto nocivo de la desinformación viral.

-¿Pero es posible hacerlo en un mundo en el que circula un volumen sin precedentes de datos e informaciones en tiempo real?

-Efectivamente, el cambio de paradigma que está suponiendo la revolución digital y el desarrollo de la comunicación a través de las redes sociales nos está exigiendo respuestas en tiempo real para las que la sociedad no está preparada y los resortes tradicionales, sobre todo la generación de un pensamiento crítico, van muy por detrás de los acontecimientos. Este es uno de los efectos perversos y desestabilizadores que tienen fenómenos como las fake news. Es muy complejo, pero es por el momento una de las pocas soluciones viables en la práctica.

-¿Hay alguna forma de respuesta rápida a las «fake news»?

-En los procesos de autocontrol hay mecanismos para chequear la información, el fast checking, por parte de los medios y plataformas digitales. Esa va a ser una práctica cada vez más generalizada. La calidad de la información va a convertirse en un instrumento para combatir la desinformación y establecer un modelo de confianza digital. El problema es que la información circula en tiempo real y, por tanto, la desinformación, sobre todo si el contexto está fuertemente sentimentalizado, tiene un impacto viral inmediato y devastador. Solo se pueden controlar los daños a posteriori.

-Usted ha hablado de ciberpopulismo. ¿En qué consiste?

-Supone constatar que existen procesos de generación de multitudes digitales, en las que el fenómeno de las masas que describió Ortega en los años veinte y que planteaba una revolución totalitaria que desestabilizaba las democracias liberales se replica y se exacerba en el contexto cibernético y tecnológico de las democracias del siglo XXI. Vemos cómo se genera un poder alrededor de las multitudes digitales que genera fenómenos como las fake news o las shitstorms, las tormentas de mierda o de linchamiento mediático, que pueden provocar auténticas muertes civiles. Se está produciendo un escenario de sentimentalización tecnológica que nos aboca al ciberpopulismo, que está emergiendo y va a ser el factor político más desestabilizador de las democracias occidentales en los próximos años.

-Hay partidos políticos que abogan por la creación de un órgano de control para contrarrestar las fake news. ¿Qué le parece?

-Creo que cuando hablamos de libertad de expresión los controles no son buenos a priori. Hace falta combinar, como marca la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, la libertad de expresión con el derecho de los ciudadanos a obtener una información veraz. Ambos derechos están constitucionalmente reconocidos y hay que encontrar el punto de equilibrio. Insisto, a priori controlar la libertad de expresión, más allá de lo que el Código Penal plantea, es una involución.

«Hay que desarrollar pensamiento crítico en la sociedad»

«La democracia de masas se consolidó en Europa a partir de la II Guerra Mundial porque fueron de la mano una opinión pública informada y unos medios de comunicación responsables. Ahora ese modelo de éxito que ha permitido la estabilidad política durante décadas es lo que está en cuestión y hace imprescindible que tengamos que desarrollar mecanismos de pensamiento crítico en la sociedad, para que los ciudadanos tengan los instrumentos necesarios que les permitan discernir si la información que les llega es veraz o no», explica Lassalle.

-¿La difusión de mentiras sobre el 1-O, durante la celebración del referendo ilegal en Cataluña, causó un daño irreparable a la imagen de España?

-El daño fue concreto e inmediato, pero paulatinamente, al hilo del contraste de la información, ha habido un cambio evidente de percepción de lo que inicialmente provocó esa circulación viral de desinformación. El tiempo real produce un efecto de daño inmediato frente al que en estos momentos no hay mecanismos de réplica también inmediatos. Hace falta dejar que el tiempo pase para que el contraste de la información funcione.

-¿Qué se puede hacer cuando es el propio dirigente, por ejemplo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien lanza noticias falsas a través de las redes sociales?

-En esos casos es la propia ciudadanía la que debe, a través de cauces de pensamiento crítico, afear esa conducta en las urnas o a través de los cauces de la democracia representativa. El caso más palpable es lo que está haciendo Trump, que plantea un escenario de desinformación que responde a un proyecto populista que defendió desde el primer momento y que está generando tensiones. Esa es una de las dinámicas perversas del ciberpopulismo. La evolución de los acontecimientos y el desarrollo de las prácticas digitales nos acercan más a la distopía que a la utopía.

«Sin libertad de expresión no puede haber democracia»

«Declarar ilegal la desinformación plantearía problemas operativos que afectan a la esencia misma de la democracia. Otra cosa son mecanismos reguladores como los que ha planteado Alemania para los casos en los que la desinformación esté orientada a la generación de odio, la intolerancia o la violencia racista», asegura el ex secretario de Estado de Cultura.

-¿Hay en España un retroceso de la libertad de expresión o incluso está amenazada, como se ha dicho a raíz de la condena del rapero Valtonyc, la decisión judicial de secuestrar el libro «Fariña» o la retirada de una obra de Santiago Sierra en Arco?

-No, porque el marco normativo se fundamenta en la Constitución y esta deja claro que la libertad de expresión es un derecho fundamental. Por otra parte, las democracias no pueden existir si no se da una estructura social en la que la libertad de expresión sea una parte del ADN cotidiano de la convivencia. Sin libertad de expresión no puede haber democracia. La nuestra es una democracia sana que tiene problemas que están asociados a las complejidades de una sociedad posmoderna como la que estamos viviendo, donde la verdad y la información van transformándose más en verdades o en un poliedro de interpretaciones de lo que es la verdad.

-Mientras el Gobierno lucha contra las noticias falsas las televisiones públicas están controladas férreamente por gobiernos de diferente signo que no dudan en manipular la información. ¿No es una contradicción?

-Las televisiones públicas tienen a su favor el control parlamentario e institucional que se ejerce sobre ellas, mecanismos de respuesta por parte de la oposición para cuestionar las situaciones y denunciarlas y también mecanismos internos de chequeo de la información y de control.

-¿Cree que TV3 es una televisión plural?

-Creo que la situación en TV3, como ponen de manifiesto la práctica totalidad de quienes se ven condicionados por su información, es manifiestamente mejorable y requiere evidentemente de respuestas desde la propia institucionalidad catalana que velen por su independencia que en estos momentos no tiene.

-¿Y TVE es objetiva y plural?

-Me está planteando cuestiones que exceden de mi ámbito de responsabilidad, pero insisto en que son los partidos representados en la comisión de control de RTVE los que tienen que juzgar eso, ya que poseen la capacidad y responsabilidad para hacerlo.