«Todo el mundo quiere resolver esto, pero nadie sabe cómo volver a la vía política»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

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Vila dimitió el 26 de octubre, víspera de que el Parlamento catalán aprobase la declaración de independencia
Vila dimitió el 26 de octubre, víspera de que el Parlamento catalán aprobase la declaración de independencia EFE | JAVIER BLASCO

El político presenta hoy en A Coruña su libro «De héroes y traidores»

10 may 2018 . Actualizado a las 09:45 h.

Ha pasado de conseller del Gobierno catalán a autor literario. Santi Vila (Granollers, 1973) se ríe ante la pregunta de si le va mejor como escritor que como político: «Siempre he tenido un poco esa doble alma y ahora me he reincorporado a la universidad y a la empresa privada; he dejado la política, de momento de forma obligada». Esta tarde, a las 20.00 horas, presentará su libro De héroes y traidores. El dilema de Cataluña o los diez errores del procés (Península) en la Fundación Paideia de A Coruña. Será en un acto organizado por el Ateneo Republicano de Galicia, moderado por Fernanda Tabarés y en el que además de Vila participarán José Luis Barreiro Rivas y José Antonio Portero Molina.

-¿Cree que fuera de Cataluña se entiende lo que pasa allí?

-Cada vez soy más contrario a la generalización. Puede haber una parte de la sociedad española insensible a la diversidad territorial, si bien creo que la mayoría de los ciudadanos premiarán a los partidos que sepan encarar las soluciones políticas y castigarán a los inmovilistas. Tengo la sensación, muy subjetiva, de que la gente entiende bastante bien el conflicto y sabe que se han hecho muy mal las cosas en Barcelona y muy mal en Madrid.

-¿Han faltado escuchadores o dialogadores en este proceso?

-He echado de menos que la propia sociedad no exigiera diálogo a los políticos. No podemos entorpecer la senda de la modernidad y eso no es una opción: es una obligación. La sociedad tenía que haber sido más exigente.

-¿Este conflicto ha frenado esa modernidad a la que alude?

-Hay un desfase increíble entre la modernidad en la que estamos y la respuesta precaria que ha dado la política a un problema de diversidad, de reparto de poderes. Esto pasa en Alemania, en Canadá o en Estados Unidos y lo gestionan al margen de quien tenga razón. Esta es una obligación política y se ha hecho poco y menos acertadamente. Nos hemos liado con esto cuando la sociedad española ha sido ejemplar en la integración de los inmigrantes, en las leyes de la homosexualidad, en el cuidado de la gente mayor... ¡Infinitamente más avanzados que Francia! Y, sin embargo, en la diversidad nacional no hay manera de ponerse de acuerdo.

-¿Y cuál sería la solución?

-Todo el mundo quiere resolver este problema, pero nadie sabe cómo volver a la senda de la política. Sin dejar de asumir la responsabilidad de lo que pasó, la gente reclama sentido de proporcionalidad ante lo que se hizo y que se rebaje la judicialización.

-En el libro habla de héroes y traidores. Al final, ¿qué es usted?

-[Ríe] En el libro intento combatir ese tipo de vocabulario. Se ha abusado de los sentimientos, de lo emocional, y luego cuando la gente está excitada por la forma en la que le explican que se han hecho las cosas usa ese vocabulario rudo, injusto, que nunca me ha gustado... Como haber llamado traidores a Serrat o a Sardá, habiendo sido buenos ciudadanos catalanes, o a los buenos servidores públicos.