Un cadáver que volvió a resucitar

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El líder socialista ve cumplida su ambición de ser presidente del Gobierno, de la mano de los secesionistas

01 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace algo más de un año y medio, Pedro Sánchez (Madrid, 1972) era un cadáver político. Ahora es el hombre que ha hecho caer a Mariano Rajoy y será, si todo marcha según lo previsto, el próximo presidente del Gobierno. No le ha importado llegar a la Moncloa con el apoyo de los populistas de Unidos Podemos y los independentistas catalanes, a los que previamente había dedicado gruesas descalificaciones, porque, para él, la marcha de Rajoy era su prioridad y lo ha logrado aprovechando la demoledora sentencia del caso Gürtel.

El 1 de octubre del 2016, los barones comandados por Susana Díaz le obligaban a dimitir como secretario general y, casi un mes después, él mismo entregaba su acta de diputado para no abstenerse en la investidura de Rajoy, como había ordenado el comité federal socialista. Era un órdago que tenía toda la pinta de ser su epitafio como un político efímero, totalmente acabado, amortizado, destruido. 

Dos derrotas electorales

Atrás quedaban dos derrotas electorales con los peores resultados de la historia del PSOE y una investidura fallida de la mano de Albert Rivera, a la que dijo no Pablo Iglesias, lo que dejaba clara la incompatibilidad total de los representantes de la nueva política. Sánchez se defendía de los malos resultados electorales argumentando que por primera vez había cuatro partidos importantes en el tablero político, y no dos como hasta entonces, y que había evitado el sorpasso de Podemos que se daba por seguro. Pero la realidad es que Rajoy le había derrotado claramente en las urnas las dos veces, cada vez con más distancia entre los dos partidos.

Con esos precedentes, nadie apostaba un céntimo por el futuro de Sánchez, derrotado y abatido por su propio partido. Sin embargo, resurgió de sus cenizas y, hace ahora un año, derrotó contra todo pronóstico a la presidenta andaluza en unas primarias en las que esta contaba con el respaldo del aparato, los barones y los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.

En los últimos tiempos, Sánchez había sido acusado de desaparecer de la escena política y de derechizarse al apoyar sin restricciones a Rajoy en la aplicación en Cataluña del artículo 155 de la Constitución. Estancado en las encuestas, con Ciudadanos encaramado al primer puesto y sin escaño en el Congreso, Sánchez ha dado otro golpe de efecto presentando una moción de censura contra Rajoy, lo que le ha valido no solo para recobrar todo el protagonismo perdido, sino también para cumplir su ambición de ser presidente.

Con solo 84 diputados y el apoyo de Unidos Podemos y los partidos soberanistas ha conseguido que caiga el presidente del Gobierno, lo que desde hace años ha convertido en su gran objetivo. En la mente de todos queda aquel tenso debate televisivo en el que le acusó de no ser una persona decente, a lo que Rajoy, visiblemente descompuesto, replicó llamándole ruin y miserable. La relación entre ambos siempre ha sido muy mala, con mutuos reproches y desprecios, aunque parecía haber mejorado sustancialmente con su estrecha colaboración ante el desafío independentista.

Si algo ha demostrado Sánchez desde que llegó al liderazgo socialista es su capacidad de resistencia y su tenacidad, su empeño en llevar el «no es no» a Rajoy hasta sus últimas consecuencias. Solo un optimista con fe ilimitada en sí mismo y con una desmedida ambición habría aguantado tantas adversidades. Su trayectoria, llena de altibajos, así lo acredita. Siendo un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de la militancia, logró ganar las primarias del 2014 derrotando a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, con el decisivo apoyo de la que con el paso del tiempo se convirtió en su archienemiga, Susana Díaz, hasta el punto de que se le acusó de ser una marioneta suya. Pero no lo fue y se ganó la animadversión de la presidenta andaluza. 

Contradicciones

Sánchez ha mostrado contradicciones y vaivenes en su gestión. Sus comienzos como secretario general fueron desconcertantes por sus ocurrencias y desmentidos. En el partido no daban crédito. Llegó a decir que el Ministerio de Defensa sobraba, lo que luego hubo de matizar diciendo que se debería bajar su presupuesto, o a proponer que se organizaran funerales de Estado para las víctimas de la violencia machista. Logró también sacar de sus casillas a Zapatero al abogar por corregir la reforma del artículo 135 de la Constitución que el entonces presidente del Gobierno pactó con Rajoy para incluir el techo de gasto.

Una de sus intervenciones más sorprendentes fue en el programa Salvados, de Jordi Évole, al día siguiente de presentar su renuncia al escaño para evitar romper la disciplina de voto. Aseguró que se equivocó al tachar a Podemos de populista y al firmar el pacto de Gobierno solamente con Rivera e insinuó que los poderes fácticos habían boicoteado que lo hiciera con Iglesias. En esta misma entrevista admitió que había negociado con los independentistas y afirmó que Cataluña era un nación dentro de otra nación que es España.

Pero quizá su mayor contradicción es haber aceptado los votos de los independentistas catalanes, lo que había dicho que nunca haría, para deponer a Rajoy en el momento más crítico de Cataluña, que cuenta con un presidente al que el propio Sánchez ha calificado de racista y de ser el Le Pen español y que admite actuar a las órdenes de un huido de la Justicia como es Carles Puigdemont. Sánchez argumenta que a cambio no ha habido contrapartidas, pero aparecer en la foto junto a los que quieren romper España y tratan de desprestigiarla por todos los medios en el extranjero le perjudica. Si bien es cierto que Ciudadanos también ha exigido la renuncia de Rajoy, pero no a ese precio. 

Diputado por azar

El azar ha jugado un papel fundamental para que este doctor en Economía sea actualmente el gran protagonista de la política española. Sánchez llegó a ser concejal y más tarde diputado por casualidad, gracias a las renuncias de quienes le precedían en las listas electorales, en el caso del Congreso, de Pedro Solbes y Cristina Narbona, en el 2009 y el 2012 respectivamente.

Sus formas educadas y conciliadoras, que sin ir más lejos exhibió ayer desde la tribuna de oradores, no deben confundir y hacer creer que es un político blando. Lo demostró cuando defenestró sin miramientos al líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, o cuando se desembarazó de todos los colaboradores que consideraba que le habían traicionado al no respaldarle en las primarias ante Díaz.

El futuro presidente del Gobierno fue miembro de la asamblea de Caja Madrid, durante su etapa de concejal de Madrid, uno de los capítulos de su currículo que más se le ha criticado. En su biografía oficial siempre lo ha ocultado, ya que obtuvo una bonificación del 30 % en su préstamo hipotecario. Si hay algo que le indigna es que se inmiscuyan en su vida familiar, más aún en la de su esposa. Le sentó muy mal que el digital Vozpópuli publicara que el padre de esta fue propietario de saunas gais en Madrid.

Felipe González dice que lo razonable es que haya elecciones pronto

El expresidente del Gobierno Felipe González declaró ayer que lo «razonable» sería que en España se convoquen elecciones generales «pronto», bien a través de la moción de censura o de un adelanto electoral. «Había causas para una moción o para un adelanto porque la legislatura está acabada, pero habiendo causa ¿hay mayoría alternativa para gobernar? No lo creo y no lo veo», dijo el expresidente socialista.

González pidió «a todo el mundo que tenga un ataque extemporáneo de responsabilidad» y situó la fecha que desearía para unos nuevos comicios inmediatamente después del verano, según informa Efe. «No hay por qué castigar a los españoles con elecciones en julio o en agosto. Pero el 30 de septiembre es domingo, el 7 de octubre también», declaró el expresidente socialista a la prensa tras intervenir en un debate en Bruselas sobre el proceso de paz en Colombia.

González evitó pronunciarse sobre el desarrollo ayer del debate de la moción de investidura, al no haberlo seguido por coincidir con la conferencia en la que participó en la capital belga. 

«Ojalá salga. Ya queda poco»

El exministro de Interior y ex secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba confiaba ayer, por su parte, en que la moción de censura de Pedro Sánchez saliera adelante. «Crucemos los dedos» para que así sea, afirmó. Ojalá salga. Ya queda poco», manifestó Pérez Rubalcaba a su llegada a un acto en Santander a preguntas de los periodistas, a los que aseguró que no pudo seguir el debate celebrado en el Congreso por haber estado de viaje.

El ex secretario general del PSOE, que impartió en el Ateneo de la capital cántabra una conferencia sobre educación, se mostró confiado en que la moción de censura salga adelante. «Tiene pinta de que sale», valoró. Sin embargo, rehusó pronunciarse sobre la posibilidad de que el presidente del Gobierno dimita antes de la votación de hoy. «Me dicen que no», se ha limitado a señalar. Eso mismo señalaban tanto fuentes del PP en la sede central como desde la Moncloa, hasta que salió la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, a decir que no dimitirá.