Nace el Gobierno más débil de la democracia

Gonzalo Bareño Canosa
GONZALO BAREÑO MADRID / LA VOZ

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PIERRE-PHILIPPE MARCOU | AFP

Pedro Sánchez se convierte en presidente con el apoyo de ocho partidos, cinco de los cuales ya han presentado vetos a los Presupuestos con los que se ha comprometido a gobernar

02 jun 2018 . Actualizado a las 09:22 h.

«Soy consciente de la responsabilidad que asumo y del momento político tan complejo que vive nuestro país»». Inmediatamente después de convertirse en el séptimo presidente del Gobierno de la democracia, y el primero que accede al cargo mediante una moción de censura y sin ser diputado, Pedro Sánchez dejó claro que es consciente del enorme desafío al que se enfrenta y de las dificultades que tendrá para abordarlo con un Gobierno respaldado únicamente por los 84 escaños del PSOE. Será el Gobierno más débil de la democracia. Necesita sumar más escaños incluso de los que dispone para alcanzar una mayoría absoluta en cada votación. Y a ello se suma la dificultad de convivir con un Congreso presidido por el PP, una Mesa de la Cámara controlada por populares y Ciudadanos -los únicos que votaron en su contra- y un Senado con mayoría absoluta del PP

Hoy toma posesión

Como estaba previsto, la moción de censura presentada por el líder de los socialistas salió adelante con 180 votos procedentes de seis partidos que apoyan el derecho a decidir -Unidos Podemos (67), Compromís (4), ERC (9), PDECat (8), PNV (5), EH Bildu (2)-, además de los 84 del PSOE y el del diputado de Nueva Canarias. Un resultado que en cuanto fue anunciado por la presidenta del Congreso, Ana Pastor, acabó con siete años de Gobierno de Rajoy y abrió una nueva etapa con rumbo aún incierto.

Sánchez, que habló ayer con el jefe del Estado, tomará hoy posesión de su cargo ante Felipe VI en la Zarzuela. Pero ayer mismo comprobó ya lo difícil de su misión. Pese a su compromiso de mantener los Presupuestos presentados por el PP, cinco de sus aliados en la moción de censura (Podemos, PDECat, EH Bildu, ERC y Compromís) presentaron en el Senado un veto a lo totalidad de las cuentas públicas. Aunque el PP ha asegurado ya que Sánchez podrá contar con unos Presupuestos aprobados porque ellos los sacarán adelante con su mayoría absoluta en la Cámara Alta, el PSOE no podría en lógica apoyar esos vetos, por lo que los socialistas votarán por primera vez contra sus aliados.

Pero, más allá de la aritmética, la tarea que aguarda a Sánchez es inmensa, y deberá ponerse a ella con menos tiempo del que ha dispuesto ningún presidente del Gobierno. Los propios socialistas reconocen que hace una semana ni siquiera imaginaban que podrían estar tan pronto al timón del Estado, lo que da idea de la improvisación con la que tendrán que trabajar. A la dificultad de escoger un equipo y una estructura de Gobierno capaz de afrontar con solvencia los complejos retos en materia económica, social y territorial que aguardan al nuevo presidente y de designar a cerca de 500 cargos públicos en pocos días, se une la presión de sus aliados en la moción de censura, que ayer mismo empezaron a ponerle ya deberes. O, más bien, a escribir cada uno su carta a los Reyes Magos. Podemos pide un aumento del gasto público y entrar en el nuevo Gobierno. El PDECat y ERC, que se atiendan las demandas soberanistas y se facilite la libertad de sus dirigentes presos o «exiliados». El PNV, que se haga posible la aprobación de un nuevo Estatuto vasco que incluye la «nacionalidad vasca». 

Un Gobierno monocolor

Sánchez ha rechazado ya un Gobierno de coalición con Unidos Podemos. Pero, más allá de que será monocolor, poco se sabe de la composición de su futuro Gabinete. Aunque las primeras quinielas ministeriales incluyen a miembros de la ejecutiva socialista como Adriana Lastra y José Luis Ábalos, números dos y tres del PSOE, y a Margarita Robles, portavoz del grupo parlamentario, Sánchez tendrá que mirar más allá de la dirección del PSOE para no debilitarla. Hasta que se publique el decreto de nombramiento de los nuevos ministros, presidirá el Gobierno con los actuales del PP en funciones.

En lo que no tendrá problema el líder del PSOE es en olvidar su promesa de convocar elecciones «cuanto antes». No tiene ya necesidad de hacerlo, dado que ninguno de los partidos que le han aupado a la presidencia está especialmente interesado. Todos temen que una posible victoria amplia de Ciudadanos provoque un nuevo giro conservador y centralista en alianza con el PP.