Sánchez ya tiene su primer frente, Cataluña

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ACTUALIDAD

EMILIO NARANJO | afp

El presidente asume el cargo prometiendo hacer guardar la Constitución, mientras el Ejecutivo catalán toma posesión comprometiéndose a hacer efectivo el ilegal referendo independentista

03 jun 2018 . Actualizado a las 09:03 h.

«Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno con lealtad al rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado». Pedro Sánchez prometió ayer su cargo como nuevo presidente del Gobierno en el palacio de la Zarzuela con la fórmula establecida en la propia Constitución, que refleja en sí misma las enormes dificultades que tendrá para mantener la estabilidad de su Ejecutivo, a cuya presidencia ha sido aupado, entre otros, gracias a los votos de tres partidos independentistas -PDECat, ERC y EH Bildu- que no solo no reconocen la Constitución como norma fundamental, sino que ni siquiera admiten su pertenencia al Estado español ni respetan la figura del rey Felipe VI como su máximo representante.

Aunque toda la tarea que aguarda a un presidente respaldado en el Parlamento únicamente por los 84 votos del PSOE es compleja, y a que ni siquiera ha formado todavía su equipo de Gobierno, el problema de Cataluña se presenta ya como el principal escollo para mantener la estabilidad pese a su oferta de diálogo al nuevo Ejecutivo de la Generalitat. Al mismo tiempo que Sánchez cumplía ayer con el ritual constitucional en la Zarzuela, el nuevo Gobierno catalán tomaba posesión prometiendo lealtad exclusivamente al presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, que advirtió a todos sus consejeros que asumen el compromiso «del referendo del 1 de octubre», en referencia a la ilegal consulta independentista. «O sea, avanzar hacia la construcción de un Estado independiente en forma de república, refrendado luego por las urnas el 21 de diciembre», aclaró Torra.

Poco margen de avance

Con esas premisas, y a pesar de la ventaja de que el inicio de su mandato coincide con el levantamiento del artículo 155 en Cataluña, lo que contribuye a disminuir la tensión, el diálogo que Sánchez ha ofrecido al nuevo presidente catalán tiene muy pocos visos de producir un cambio en la actitud del frente independentista o de alcanzar en el marco de la Constitución una solución «política», como se propone el nuevo jefe del Ejecutivo. Y menos, teniendo en cuenta que su mandato durará poco más de un año en el mejor de los casos. Aunque aún no ha concretado sus propósitos, la intención de Sánchez es profundizar en la idea de la necesidad de una reforma constitucional para buscar un anclaje de Cataluña en España. Algo que sería imposible de abordar en esta legislatura porque necesitaría entre tras cosas los votos del PP, pero permitiría evidenciar un cambio en el discurso y en las formas respecto a la relación del Gobierno de Rajoy con el independentismo catalán, dejando la puerta abierta a la negociación tras las próximas elecciones.

No lo va a tener fácil Sánchez ni en este ni en ningún otro frente, porque los grupos que han respaldado su moción de censura están dejando claro que ese apoyo se circunscribía exclusivamente a la necesidad de expulsar a Mariano Rajoy del Gobierno. Y que, a partir de ahí, para ganarse la estabilidad tendrá que ofrecer contrapartidas a todos ellos. Unidos Podemos, el grupo más numeroso de los que le apoyó, con 67 escaños, insistió ayer en su deseo de entrar a formar parte del nuevo Gobierno, algo que el presidente ya ha descartado.

Paquete de medidas simbólicas

Esa debilidad parlamentaria, y la dificultad de los retos a los que se enfrenta, hacen que Sánchez se plantee formar un Ejecutivo con gran peso político y máxima capacidad de interlocución, que podría tomar posesión a mediados de esta semana y celebrar ya el próximo viernes su primer Consejo de Ministros. El líder socialista es consciente de las limitaciones que tendrá para abordar en tan corto espacio de tiempo reformas de calado que necesitan amplios y difíciles consensos. Y más, con la dificultad añadida de tener que ceñirse a unos Presupuestos en cuya elaboración no ha participado. Por ello, su intención es abordar a la mayor brevedad medidas de alta carga social con el menor impacto presupuestario, pero que por su carácter simbólico obliguen a los grupos que apoyaron la moción de censura a respaldarlas. Cuestiones como la derogación de los aspectos más restrictivos de la ley mordaza, de la prisión permanente revisable o el cambio en la dirección de RTVE, que tienen ya garantizada la mayoría en el Congreso y que reforzarían así la imagen de estabilidad que Sánchez pretende alcanzar para afianzar su posición antes de convocar nuevas elecciones.

Por primera vez, sin cruz ni Biblia

El nuevo presidente del Gobierno protagoniza la toma de posesión más laica de la historia de la democracia al prescindir de símbolos religiosos durante la ceremonia

fran balado

Pedro Sánchez no necesitó ni abrir la boca ayer durante todo el día para enviar un nítido mensaje de que con su mandato se abre un nuevo tiempo político. Aprovechó el mejor de los escaparates, su toma de posesión en Zarzuela, para reflejar los primeros aires de cambio mediante la escenografía que eligió para la ceremonia.

El secretario general socialista se convirtió ayer en el primer presidente de la historia reciente de la democracia española que prescindió de la Biblia y el crucifijo. Hasta ahora tan solo había tenido opción de hacerlo su inmediato antecesor, Mariano Rajoy, ya que la Casa Real no introdujo la posibilidad de prescindir de estos símbolos hasta hace cuatro años, coincidiendo con la proclamación de Felipe VI. De este modo, el nuevo jefe del Ejecutivo tomó posesión del cargo con la solitaria presencia de la Constitución, un facsímil de la original de 1978. Como es tradición, abierta por el título 62, en el que se recogen las atribuciones del rey, y sobre la que posó su mano derecha mientras recitaba las siguientes palabras: «Prometo, por mi conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, con lealtad al rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros». Lo hizo con un hilo de voz más entrecortado de lo que en él es habitual y que delataba que no había logrado sacudirse del todo los nervios para la ocasión.

Pedro Sánchez, que se define como ateo, siempre ha mostrado su deseo de transformar España de un Estado aconfesional a uno laico, de suprimir la religión de los centros de enseñanza públicos y de revisar el Concordato con el Vaticano.

No jura

Al igual que Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, los dos expresidentes de su partido, Pedro Sánchez optó por la fórmula de promesa en lugar de la de jura, esta última empleada por Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, José María Aznar y Mariano Rajoy, quien finalmente sí acudió a la ceremonia. A su lado se encontraban la presidenta del Congreso, Ana Pastor; el presidente del Senado, Pío García-Escudero, y los máximos dirigentes del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, Juan José González Rivas y Carlos Lesmes, entre otras autoridades del Estado.

Aunque algo más habitual, otro de los pequeños detalles estuvo en el color de la corbata, dominada por los tonos rojizos tan característicos de su partido y que contrastaban con el azul de Rajoy. Ambos posaron con el rey, que ayer llevaba corbata verde, para inmortalizar en una foto el relevo al frente del Gobierno. Tan solo unos segundos antes, Sánchez se dirigió a Rajoy como «presidente», ofreciéndole su mano derecha para agradecerle su presencia en Zarzuela. Rajoy, al igual que hizo un día antes en el Congreso, volvió a desearle la mejor de las suertes.

Visita a la Moncloa

A la conclusión de la ceremonia, que tan solo duró cinco minutos, los asistentes permanecieron durante un breve tiempo en el Salón de Audiencias de Zarzuela charlando de manera informal, pero ya sin la presencia de la prensa. Desde allí, y acompañado en todo momento por su jefe de gabinete, Juan Manuel Serrano, Sánchez se dirigió a la Moncloa, donde accedió por la entrada principal. Le esperaba María Rosario Pablos, secretaria general de la Presidencia del Gobierno, quien ejerció de cicerone durante un breve paseo por algunas de las dependencias del complejo presidencial. Entre ellas, el que será su nuevo despacho, el edificio donde se reúne el Consejo de Ministros, el del portavoz del Ejecutivo y también la zona que se convertirá en unos días en su nueva vivienda, tan pronto como logre organizar la mudanza desde Somosaguas, una cotizada zona residencial del vecino Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón donde reside desde hace tiempo.

Pedro Sánchez no realizó ayer ninguna declaración durante toda la jornada. El secretario general socialista, nuevo presidente del Gobierno tras haberse impuesto a Rajoy mediante una moción de censura, ultima la composición de su Gabinete, cuyos nombres y estructura está previsto que anuncie durante esta semana entrante y que estará totalmente integrado por dirigentes del PSOE.

PARA SABER MÁS