El PP llega dividido a su congreso más incierto

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo BAreño MADRID / LA VOZ

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Kiko Huesca

Sáenz de Santamaría reivindica la gestión del Gobierno y culpa a la corrupción de la pérdida de tres millones de votos, mientras Pablo Casado consigue el apoyo de la mayoría de los exministros

20 jul 2018 . Actualizado a las 14:03 h.

Treinta años después de su refundación en 1989 como partido heredero de Alianza Popular, el Partido Popular afronta por primera vez un congreso abierto para elegir a su líder. Tras la conmoción que supuso la abrupta salida del Gobierno de Mariano Rajoy por medio de una inesperada moción de censura, los populares encaran este proceso en un clima de división interna, máxima incertidumbre y guerra de cifras, en la que los dos candidatos, Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, se vaticinan la victoria en una votación que decidirán 3.082 compromisarios por cuyo apoyo han batallado ambos hasta el último minuto.

Un reglamento que estaba diseñado para facilitar la elección de un líder por aclamación ha terminado propiciando una dura pugna interna que ha ido a más durante la campaña y ha fracturado al partido en un momento crítico.

La victoria por la mínima de Sáenz de Santamaría en la primera votación hizo que su máxima rival interna, María Dolores de Cospedal, eliminada de la contienda, se volcara en el apoyo de Pablo Casado, vicesecretario de comunicación del PP, que ha conseguido también el apoyo de la mayoría de los que formaron parte del Gobierno de Mariano Rajoy. Ese apoyo se escenificó ayer en una comida en la que siete de los once exministros partidarios de su liderazgo arroparon al joven diputado por Ávila. Una imagen que Sáenz de Santamaría trató de contrarrestar con una foto en las redes comiendo pizza en su despacho junto a sus principales colaboradores.

Choque de legitimidades

Pero la batalla entre ambos va más allá de la imagen. Sáenz de Santamaría se ha presentado en esta campaña como la única con experiencia de gestión y con capacidad de ganar las elecciones al PSOE. Ayer, la exvicepresidenta del Gobierno cuestionó incluso los propios estatutos del PP al asegurar que si ella pierde tras haberse impuesto en la primera elección puede haber un choque de «legitimidades». Y, en una clara alusión a que la decadencia en los sondeos se debe más al partido que a la acción del Gobierno del que ella formaba parte, indicó que en el 2015 el PP perdió tres millones de votos por la corrupción.

Todo lo contrario ha hecho durante la campaña su oponente, Pablo Casado, que ha achacado esa progresiva pérdida de apoyos a la política llevada a cabo en Cataluña por el anterior Gobierno, cuya máxima responsable fue precisamente Sáenz de Santamaría, que encabezó la llamada operación diálogo. Algo en lo que coincide también con la versión de su ahora aliada, María Dolores de Cospedal. Distintas fuentes aseguran que el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy, que se ha mantenido al margen del proceso y ni siquiera votó, está muy molesto por las críticas de Casado a la gestión del Ejecutivo que él presidía.

Aznarismo o más rajoyismo

Y, aunque tampoco se ha pronunciado expresamente, la candidatura de Casado cuenta con el apoyo del expresidente del Gobierno José María Aznar, del que fue en su día jefe de gabinete. Aunque el debate ideológico no ha sido especialmente destacado y a que ni siquiera se ha celebrado un debate entre ambos candidatos, la victoria de Pablo Casado se interpretaría como un giro hacia la derecha de los populares, que recuperarían así algunas de las enseñas más conservadoras del partido en lo que afecta a la familia y también a la unidad de España o la crisis en Cataluña, aspecto este último en el que Ciudadanos ha rentabilizado mejor los últimos acontecimientos. Por el contrario, un triunfo de Sáenz de Santamaría se interpretaría como una línea más continuista con la de Rajoy, en la que la eficacia en gestión, especialmente en el terreno económico, prima sobre lo ideológico y la defensa del ideario más clásico del PP.

Tres mil compromisarios en un sala con aforo para 2.000

G. B.

De la improvisación con la que el PP ha tenido que afrontar este inesperado congreso extraordinario da idea el hecho de que los 3.082 compromisarios tendrán que reunirse una sala con capacidad para solo 2.000 personas, por lo que un millar de ellos se verán desplazados a otro auditorio anexo cuando se complete su aforo. La escasez de espacio ha hecho que se reduzcan al máximo la invitaciones a las organizaciones territoriales, que, también por primera vez, no tendrán espacios definidos para cada una de ellas. Algo que, según Luis de Grandes, presidente del comité organizador, permitirá que cada compromisario ejerza su voto con más libertad. Sobre la ausencia de Aznar, De Grandes explicó que se debe al «desdén» con el que el propio expresidente del Gobierno se refiere a un partido del que ya no se siente militante. Las suspicacias entre ambas candidaturas son máximas. De ahí que el discurso que Rajoy pronunciará hoy se espere con expectación por la influencia en el voto que podría tener.

El PP distribuyó ayer un perfil de los compromisarios. Destaca el hecho de que la segunda profesión más numerosa entre ellos sea la de estudiante (265), solo superada por la de abogado (437). Tras ellos se sitúan los funcionarios (199) y los que no tienen profesión (198). Y 47 de los compromisarios hacen constar la de político. El complejo sistema establecido para el reparto de compromisarios, de los que 522 son natos y 2.560 elegidos por los militantes, hace que, tras Madrid, que cuenta con 266 representantes, la segunda provincia que más votos introducirá en la urna será Alicante, con 184, seguida de Málaga y Murcia, ambas con 102. En lo que afecta a la edad, el grupo más numeroso es el que tiene entre 40 y 49 años (33,3 %), seguido de aquellos que cuentan con entre 50 y 59 (31,2 %). Destaca también que dentro del casi 10 % de compromisarios que declaran como profesión la de estudiante, el grupo de los que tienen entre 20 y 29 años sea solo un 4,5 % del total.