El PP paga el error de escoger a Casado

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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Pilar Canicoba

Si hubiera elegido a un sucesor sin lastres políticos, Pedro Sánchez estaría ya en la lona por sus graves errores

18 sep 2018 . Actualizado a las 07:17 h.

Lo habitual es que a un Gobierno formado para ejercer el poder durante cuatro años se le concedan cien días de gracia. Es decir, que antes de que se cumpla ese período la prensa y la oposición eviten lanzarse a degüello. Ocurre, sin embargo, que para un Gobierno como el de Pedro Sánchez, cuyo horizonte máximo es de dos años, esos cien días se redujeron a cincuenta. Y antes de que se cumplieran los dos meses en la Moncloa, muchos hicimos ya balance y valoración de su acción política. Es cierto que poco ha cambiado la situación desde que hicimos ese ejercicio, porque si a los cincuenta días puntuar su acción era algo así como juzgar la nada, a los cien lo evaluable era lo mismo. El vacío.

Pero si consideramos que es justo no conceder los cien días de rigor a un Gobierno que solo durará dos años, habrá que convenir que tampoco al líder de la oposición se le pueden otorgar cien días de tregua crítica. Y por eso, a estas alturas, antes de que se cumplan dos meses desde la designación de Pablo Casado como líder del PP, es posible ya calificar como un grave error la elección que han hecho los populares para sustituir a Mariano Rajoy. Y ello es así no porque el nuevo líder de los populares carezca de capacidad y potencial político, como atestiguan las valoraciones de todos los expertos politólogos consultados por La Voz de Galicia, sino porque a la hora de renovar el liderazgo no se tuvo en cuenta lo que en política se conoce como el momentum.

Resulta incomprensible que, después de que Rajoy tuviera que dejar la presidencia del PP por los problemas de corrupción de su partido, el PP eligiera como sucesor a un dirigente cuyo futuro político no dependía ya de su propia capacidad, sino de una Justicia que investigaba las supuestas irregularidades en la obtención de su máster. El PP ha confundido la necesidad de renovación con la efebocracia.

Cuando un líder tan inconsistente como Sánchez llega al Gobierno, lo lógico no es que el PP ponga el cuentakilómetros a cero eligiendo a un líder sin la más mínima experiencia de gestión, empatando así el partido. Y si este líder tiene grave riesgo de ser imputado por la Justicia y tiene que dedicar más tiempo a defender su honradez que a fustigar al Gobierno, el desacierto es doblemente grave. Casado ha cometido además pifias de principiante, dejando que Albert Rivera le arrebate banderas como la defensa de la legalidad en Cataluña con la retirada de lazos amarillos, o la del acoso parlamentario a Sánchez por su tesis. Si los populares hubieran escogido a un líder sin lastres, con experiencia y capacidad de gestión contrastada, ahora mismo el Gobierno de Sánchez, que ha cometido desatinos garrafales, estaría contra la lona. Por eso resulta inconcebible que cuando Alberto Núñez Feijoo anunció que no aspiraba a suceder a Rajoy nadie se molestara en intentar convencerlo para que rectificara y aceptara el liderazgo por aclamación. Feijoo renunció a su pesar porque entendió que el momentum político no le favorecía, ya que en Galicia no se entendería su marcha inmediata. Sáenz de Santamaría no era la solución. Pero Casado debió renunciar también para que su delicado momentum judicial no perjudicara al PP.

Pedro Sánchez o el doctor Fausto de la política española

El vodevil que vive España a cuenta del currículo de los políticos no solo ha demostrado que son pocos los que están en condiciones de lanzar la piedra sin que esta se vuelva contra ellos, sino que está dando lugar a toda clase de chanzas que todavía hunden más el nivel de una clase política bajo mínimos. Más allá de que la publicación de la tesis del presidente del Gobierno demuestre que se trata de un trabajo mediocre, hay quien pretende referirse a partir de ahora al «doctor Sánchez» cada vez que se dirijan a él en el Congreso. Aunque no faltan tampoco los que, vistas las alianzas a las que se ha visto obligado, lo comparan con el doctor Fausto, que vendió su alma al diablo para conseguir poder.

Los bandazos del Gobierno no se deben a su minoría

El Gobierno de Pedro Sánchez fue concebido como una plataforma desde la que mostrar a los españoles las buenas intenciones y los importantes proyectos que no podrían ser llevados a cabo por la situación de minoría de los socialistas en el Parlamento. Una fórmula para tratar de revertir esa situación. Los hechos están sirviendo, sin embargo, para demostrar los riesgos que implicaría la llegada de un Gobierno socialista que contara con mayoría absoluta. Los mayores errores, como la gratuita crisis con Arabia Saudí o la rectificación de la política migratoria del Ejecutivo, no se han debido a su debilidad parlamentaria, sino al amateurismo y la bisoñez de la mayoría de sus miembros.

Borrell dilapida en tres meses su crédito político

En el PSOE fueron muchos los que se llevaron las manos a la cabeza cuando vieron que Josep Borrell aceptaba formar parte del Gobierno de Pedro Sánchez, sabiendo que, para aprobar cualquier propuesta, el nuevo Ejecutivo dependía del apoyo de los independentistas comandados por Joaquim Torra, una de las figuras políticas que, según Borrell, debería ser desinfectada en Cataluña. Han bastado tres meses para comprobar que Borrell, el incorruptible, ha preferido mantener su puesto de ministro de Exteriores, aunque sea a costa de sucumbir a la presión independentista para liberar a los políticos presos y hasta reconocer de pronto que Cataluña es una nación. Sorpresas te da la vida.