La violencia pasa a primer plano en la campaña electoral de Brasil

Miguel Piñeiro Rodríguez
miguel piñeiro BRASILIA / CORRESPONSAL

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Andre Lucas | dpa

El ultra Bolsonaro se ve obligado a enfriar la agresividad de sus partidarios tras haber contribuido a la polarización del país para sacar partido de ella

14 oct 2018 . Actualizado a las 08:40 h.

«Nosotros no somos un peligro para la democracia, somos un peligro para los que insisten en no ser brasileños». En uno de sus escasos actos de campaña desde que sufrió un ataque violento contra su persona, Jair Bolsonaro insistió en dividir el país entre sus votantes y el resto, a los que generalmente regala el apelativo de comunistas: una estrategia que ha llevado la tensa polarización que vive Brasil desde hace algo más de dos años a su punto de ebullición en los escasos días que faltan para la celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el próximo día 28.

Ese punto de fervor se ha sobrepasado en varias ocasiones para manifestarse en violencia física. Pocas horas después del claro resultado en la primera vuelta, el profesor de capoeira Romualdo da Costa comentaba la jugada en un bar, lamentando la situación para el PT. Un simpatizante de Bolsonaro acudió por la espalda y lo apuñaló, provocando la muerte del hombre de 63 años, conocido de la vida en la calle de Salvador de Bahía. Unos días después, una mujer de 19 años fue agredida en el otro extremo del país, en Porto Alegre, por dos hombres que le grabaron una esvástica con una navaja por llevar una camiseta con el lema #EleNão. La policía local le quitó importancia al asunto porque la víctima acabó por no denunciar y por estimar que lo que le grabaron fue un símbolo budista.

Andre Lucas | dpa

Así, hasta 50 actos de violencia física y verbal, sobre todo contra mujeres, negros y/o miembros de la comunidad LGTB, se recogen en informes como el de la agencia Pública en colaboración con el instituto Open Knowledge Brasil. Las noticias sobre palizas, amenazas con armas (como la que denunció una militante del PSOL durante la campaña electoral) o verbales (casi siempre haciendo referencia a situaciones que cambiarán en cuanto Bolsonaro mande) inundan las redes sociales y también algunos espacios en la prensa.

El candidato ultraconservador no pudo eludir el debate. «Mucho cuidado con hablar con los medios. Recomendamos no hablar con ellos. Gran parte de los medios son de izquierdas y quieren desgastarme. Se inventan estas agresiones», dijo en una de sus últimas intervenciones. Luego, se vio obligado a moderar ese discurso. «No necesitamos los votos de quien agrede a otro. ¿Qué culpa tengo yo de que alguien que vista una camiseta con mi rostro haga eso?» Finalmente, acuciado por la presión de la opinión pública se vio obligado a poner coto al movimiento que él mismo incitó. «Hago una llamada a Brasil para que deje las pasiones de lado. No estamos disputando un Flamengo-Fluminense (en referencia al partido de fútbol más importante de Río de Janeiro)», declaró ayer según O Globo.

Bolsonaro fue víctima de la violencia, aunque el ataque que le apartó de la campaña electoral fue atribuido más a un desequilibrado que a un militante político. En un país donde la emotividad se vive a flor de piel en un amplio espectro de temas, desde la religión al fútbol pasando por la política, la extrema radicalización que se vive con las elecciones presidenciales ha puesto en alerta a varios sectores de la sociedad.

Mano dura

Una parte del electorado de Bolsonaro identifica a su candidato con la mano dura contra los delincuentes, estigmatizados en la juventud negra, y también con el odio al PT, caricaturizados como comunistas. La tercera pata del pensamiento más popular entre los que apoyan al ultraderechista es la más estricta moralidad evangélica, especialmente en lo referente a lo que Bolsonaro llama «ideología de género». Bordes afilados de estos pensamientos son los que acaban causando encontronazos en el día a día, borrando la imagen de tolerancia y diversidad de la que hizo bandera Brasil durante años.

La situación ha llegado al punto de que la portavoz del Alto Comisionado de Derechos humanos de la ONU, Ravina Shamdasani, se refirió a la situación que vive Brasil. «Pedimos a los líderes políticos que condenen públicamente cualquier acto de violencia durante este período electoral, y hagan un llamamiento para expresarse de forma pacífica y con total respeto por los derechos de los demás».