Los países sin castigos físicos reducen las peleas entre jóvenes hasta un 70 %

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

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Ed Carosía

Un estudio canadiense sitúa a España como el quinto con menos conflictividad

19 oct 2018 . Actualizado a las 08:01 h.

En España están prohibidos los castigos físicos para educar a los niños. Y eso genera que exista menos propensión entre los jóvenes a pelearse que en los países en donde esta práctica se permite o no está legislada. Se desprende de un informe publicado por la revista de salud BMJ Open que ha analizado datos de 88 países con diferentes posturas respecto a las bofetadas, los cachetes y demás modos de educación basados en golpear a los niños.

La gran conclusión del estudio realizado en Canadá es que en los países en los que se vetan esos castigos físicos, en las familias y la escuela, se registra un índice de violencia entre jóvenes un 70 % menos que en los países con leyes permisivas al respecto. Más detalladamente, según el citado estudio los países con conflictividad juvenil más baja en ese sentido son Costa Rica, Portugal, Finlandia, Honduras, España, Nueva Zelanda y Suecia.

El autor del trabajo, el doctor Frank Eglar, del Instituto de Salud y Política de la Universidad de McGill, subraya que en los últimos años «un número creciente de países han prohibido el castigo corporal como un medio aceptable de disciplina infantil y ese es un avance importante que debe alentarse».

En España dicha restricción llegó en el año 2007. Antes el Código Civil establecía que los padres o tutores podían «corregir a los menores razonable y moderadamente». Esto dejaba la vía abierta a las bofetadas o empujones. En caso de denuncia quedaba el juez el determinar si se había excedido en esa moderación. La modificación del texto diría lo siguiente a partir de ahí: «Los tutores ejercerán su cargo de acuerdo con la personalidad de sus pupilos, respetando su integridad física y psicológica».

Mayor protección en el futuro

Esta protección del menor podría ser mucho mayor en el futuro, con la Ley de Violencia contra la Infancia. En el borrador que maneja el Gobierno en estos momentos se hace un especial hincapié en los castigos, prohibiendo de manera expresa «cualquier tipo de violencia física, emocional o psicológica con fines disciplinarios». Por tanto, se va mucho más allá del bofetón, incorporando aspectos como los castigos de aislamiento o aquellos que conlleven la pérdida del contacto con familiares.

El citado borrador contempla también la excepcionalidad del castigo. En ese sentido, aunque no se prolongue en el tiempo se considerará que el menor está en situación de riesgo en cuanto se produzca.

Entre los profesionales se ve con buenos ojos delimitar ese uso de la violencia. Y consideran totalmente lógicas las conclusiones del estudio canadiense. El psicólogo clínico Manuel Lage indica que «aceptar o tolerar un tipo de conducta tiene que ver con lo que se ha aprendido». En ese sentido, se pone en el lugar del menor: «Si esto lo ejerce la autoridad yo como niño entenderé que es lo razonable e incluso positivo». Por tanto, si un padre o un profesor pega a un hijo, además del golpe le está transmitiendo otro mensaje: que cuando una persona no responde a la expectativa se le debe pegar. «Si pegar es intolerable a nivel social, la persona siempre se cortará mucho más a la hora de hacerlo», razona.

«Los niños tienen que tener claro desde pequeños que la violencia no es el método de resolución de conflictos, ni en la casa, ni en el colegio, ni en la calle», explica Loreto González-Dopeso, psicóloga especializada en niños y jóvenes. «Esto tiene una malísima consecuencia -añade-. Si el castigo físico se prolonga en el tiempo crea resentimiento en quien lo sufre y una agresividad contenida. A lo mejor ese chico puede responder con agresividad, tanto contra sus padres como con otros».

Prohibiciones parciales

Además de la idea central, el informe de BMJ Open presenta un curioso resultado en aquellos en donde la prohibición del castigo físico es solo parcial. Es el caso del Reino Unido, donde la violencia entre las mujeres desciende hasta un 56 % frente a los países donde se permite el castigo en su extensión más amplia. Sin embargo, en los chicos es imperceptible. Además, el trabajo subraya que no existe diferencia entre países ricos y pobres en este sentido, pesando siempre más cómo se legisla que lo económico.