El Gran Hermano chino

María Puerto PEKÍN / E. LA VOZ

ACTUALIDAD

El Gobierno impone una especie de carné por puntos para calificar y controlar a los ciudadanos

01 nov 2018 . Actualizado a las 08:48 h.

Comprar un piso, llevar a tu hijo a un buen colegio, vivir en determinadas ciudades, optar a un trabajo bien remunerado o simplemente comprar un billete de avión dependerá en China de si eres un «buen ciudadano». El Gobierno chino tiene muy avanzado un sistema de «crédito social» -como un carné por puntos- para calificar y controlar a los ciudadanos. Los «malos ciudadanos», es decir los que tengan un crédito social bajo, serán castigados con menos oportunidades y sanciones.

Para llevar a cabo todo este sistema de ingeniería social, el Gobierno comunista cuenta, por un lado, con el extremo control que puede ejercer sobre su población y, además, con las tecnologías del big data. Las técnicas de inteligencia de datos permiten recopilar y tratar gran cantidad de información de los ciudadanos.

China ya desarrolla potentes herramientas de control. Es el país con más cámaras de seguridad del mundo tanto en los espacios privados como públicos. Total acceso para las fuerzas de seguridad sin necesidad de órdenes judiciales. También está orgulloso de la tecnología de reconocimiento facial que permite rastrear las actividades y movimientos de los ciudadanos. Además, controla y monitoriza el acceso a Internet. Los gigantes tecnológicos están obligados por ley a facilitar los datos de sus usuarios y a almacenarlos en servidores dentro del país, aunque sean empresas extranjeras.

El Gobierno no solo puede controlar datos fiscales del tipo de si pagas la seguridad social o tienes deudas. También puede saber qué comentas por Internet, si abusas de los videojuegos, si consumes porno, si prefieres comprar productos extranjeros o nacionales, o si tus compañeros de trabajo hablan mal de ti. Y toda esta exhaustiva información sirve para evaluar a la población y ponerle nota.

El «sistema de crédito social» es una iniciativa del presidente Xi Jinping. En junio del 2014 el Consejo de Estado publicó las líneas de este método cuyo objetivo es medir la confianza y construir una cultura de «sinceridad». Está previsto que en el 2020 esté en funcionamiento. Los datos de los ciudadanos recopilados por distintos agentes, desde la administración a las plataformas de venta on-line, se agruparán y puntuarán para decidir el grado de confiabilidad de cada ciudadano y también de las empresas. Habrá incentivos para mejorar la nota de esta especie de «carné de puntos», como asistir y participar en actividades que organiza el PCCh.

Prueba oficial

La futurista distopía social con la que se elucubra en series de ficción como Black Mirror, en China, ya empieza a ser realidad. El pasado mayo entró en vigor la primera prueba oficial con la puntuación del crédito social en la venta de billetes de avión y tren. Desde entonces las «personas no confiables» se incluyen en una lista negra y no se les permite comprar billetes en un período de un año. En su puesta en marcha ya había más de diez millones de personas en ella. La lista se actualiza cada mes y se puede consultar en la web CreditChina.gov.cn.

Es la primera vez que se reconoce la medida, aunque hay algunos indicios de que ya se aplicaba con anterioridad. Y la falta de claridad es una de las características de este tipo de crédito social. No hay forma de saber qué algoritmo se utiliza para declarar a una persona «mal ciudadano», o qué comportamientos concretos son punibles. En el caso de los billetes, difundir falsas alarmas sobre terrorismo te coloca en la lista negra, pero Human Rights Watch ha denunciado que se ha aplicado a abogados proderechos humanos para intimidarlos.

Es el experimento de ingeniería social más importante del mundo porque pretende puntuar el comportamiento de los 1.400 millones de ciudadanos. Pero para los miembros del Partido Comunista de China, unos 80 millones, hay un extra. Este verano se aprobó un nuevo código de conducta que incluye como motivo de expulsión difundir rumores políticos, tener creencias religiosas o distorsionar la historia del país.