El Gobierno británico se tambalea a las puertas de un acuerdo sobre el «brexit»

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

ACTUALIDAD

Andrew Parsons

El ministro de Transporte, hermano de Boris Johnson, dimite y reclama un nuevo referendo

10 nov 2018 . Actualizado a las 08:42 h.

El Gobierno británico vuelve a tambalearse. Y lo hace a las puertas de sellar el ansiado acuerdo de divorcio con la UE. Quedan menos de cinco meses para que el Reino Unido abandone a sus socios europeos y su primera ministra, Theresa May, ve peligrar los planes para garantizar un brexit suave.

La última estocada se la dio ayer su ministro de Transporte, Jo Johnson. El hermano de Boris, el antiguo ministro de Exteriores, presentó su dimisión por discrepar con la hoja de ruta pactada por May en Bruselas. Y lo hizo con nocturnidad y alevosía, mientras la premier se encontraba de visita en Francia para honrar junto al presidente francés, Emmanuel Macron, la memoria de 600 soldados caídos durante la Primera Guerra Mundial, en el marco del centenario del armisticio que puso fin a la contienda.

A diferencia del tempestuoso, conspirador e incorregible Boris, favorable al brexit y detractor de May, Jo siempre apoyó la permanencia en la UE. Sin embargo, en su carta de despedida asegura que le parece «cada vez más claro que el acuerdo de retirada que está siendo ultimado sería un terrible error». A su juicio, los términos del plan que se está cocinando son «sustancialmente peores que permanecer en la UE» y por eso exige a la premier que convoque un segundo referendo. «Los ciudadanos deben volver a votar para confirmar su decisión», zanjó recordándole que el país «está al borde de su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial».

May quiere seguir adelante con su plan, pero choca una y otra vez contra el mismo muro: un sector de su partido, que afila la guadaña, y la intransigencia de sus socios unionistas del DUP. El portavoz de este partido para el brexit, Sammy Wilson, calificó ayer de «traición completa» la intención de la premier de aceptar la inclusión de una garantía legal en el acuerdo de salida que vincule a Irlanda del Norte a las normas del mercado único de la UE para evitar la frontera terrestre y marítima en la región. La UE logró vencer sus reticencias para lograr que Londres acepte someterse a sus normas a cambio de acceder a la unión aduanera hasta que se alcance en el futuro un acuerdo comercial que evite la frontera dura (chequeos y puestos aduaneros) entre las dos Irlandas. El DUP y el ala dura de los tories no aceptan ninguna de las dos «garantías».

El talón de Aquiles

A pesar de los múltiples y prematuros anuncios de acuerdo que Londres lleva anunciando desde hace semanas, sin éxito, algunos líderes como el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, creen que queda algún resquicio para zanjar la crisis: «Estamos en un momento delicado. No está garantizado que logremos el resultado exitoso, pero creo que es posible alcanzarlo las próximas semanas», aseguró ayer.

Los expertos de Oxford Economics aseguran que «un acuerdo sigue siendo más probable que un no acuerdo», pero admiten que la probabilidad de que los británicos se precipiten por el desfiladero del brexit duro el próximo 29 de marzo del 2019 han aumentado un 20 %. Calculan que el escenario de divorcio amistoso tiene un 60 % de opciones de materializarse. ¿Por qué tan poco? Apuntan que será muy difícil que los 27 aprueben una cláusula de «salida unilateral» de la unión aduanera sin fecha, como la que quiere incluir May. Además consideran «muy incierto» el apoyo de los parlamentarios al acuerdo, talón de Aquiles de la primera ministra.

La pesca no quiere ser moneda de cambio

Mientras expiran los últimos días disponibles para sellar un acuerdo definitivo, un grupo de países europeos han aprovechado esta última fase de negociación para lanzar una petición sobre la bocina: condicionar un acuerdo sobre la unión aduanera a que el Reino Unido abra las puertas de sus aguas a la flota comunitaria. Es una reclamación que abanderaron países como España y Francia desde el inicio de las conversaciones. A ellos podrían haberse sumado Bélgica y Dinamarca.

Según publicó el Financial Times, sus autoridades han elevado la voz para evitar que la pesca sea moneda de cambio una vez más. La UE la convirtió en parte del mandato negociador: no habrá acceso al mercado de la Unión si los británicos cierran sus aguas. Si el Reino Unido quiere un divorcio amistoso, May deberá convencer a su partido para que permitan a pescadores como los gallegos y bretones seguir faenando en sus caladeros.