El FICX se va a este Oeste

J. C. GEA GIJÓN

GIJÓN

Así es la realidad actual del barrio más populoso de la Zona Oeste de Gijón, que este año se convierte por primera vez en uno de los principales centros de proyeccion del festival

17 nov 2017 . Actualizado a las 08:57 h.

Desde hoy y hasta el día 25 de este mes, La Calzada va a registrar un volumen poco frecuente de visitantes. El desplazamiento de una parte sustancial de la programación del Festival Interrnacional de Cine de Gijón (FICX) hacia el complejo Yelmo Cineplex convertirá el barrio con mayor peso de la Zona Oeste de Gijón en un centro alternativo de la actividad cultural y social de la ciudad; visitantes asiduos del certamen gijonés -críticos, periodistas, cineastas o público que llevan años acudiendo a la cita- pisarán por primera vez esta semana un área de Gijón que siempre les ha quedado a trasmano: un barrio que no tiene especial protagonismo en las guías turísticas pero que forma parte esencial de la vida cotidiana y del pasado industrial, obrero, asociativo y ciudadano del concejo. ¿Qué es lo que se van a encontrar estos nuevos visitantes de la barriada cuando se apeen del Cercanías o de alguno de los buses-lanzadera habilitados para facilitar el acceso a los Yelmo? ¿Qué les espera en el barrio, si deciden dar una vuelta entre proyección y proyección? ¿Cuál es la situación a la altura de un 55 FICX en el año 2017 de lo que algunos vecinos llaman, con cinematográfica ironía, el «lejano Oeste» de Gijón?

Salvador Menéndez, presidente de la Asociación de Vecinos «Alfonso Camín», vecino del barrio desde hace casi medio siglo y activista vecinal y sindical con unos cuantos años de experiencia, anticipa que, ante todo, los visitantes de La Calzada se encontrarán un barrio hospitalario y que agradece enormemente que el FICX le ponga en el mapa, más allá de su protagonismo cotidiano en la ciudad. «Para un barrio que sigue notando las consecuencias de la reconversión industrial y la crisis, que el Festival Internacional de Cine de Gijón nos traiga una parte muy importante de la actividad es algo muy importante. Es algo que nunca sucedió y que esperamos que funcione, que siga en próximas ediciones y que cuente con nosotros. Es bueno, como todo lo que signifique potenciar el barrio», adelanta Menéndez.

Las cifras divulgadas por el Instituto Nacional de Estadística a través del programa Urban Audit censan en el barrio algo más de 25.400 habitantes, de los cuales casi un 23 por ciento son mayores de 65 años (frente al casi 65 por ciento de población entre 15 y 64 años), un bajo índice de población extranjera (el 3,97 por ciento) y una renta en la parte media de las del concejo, con 23.041 euros al año por unidad familiar (frente a los casi 35.000 del distrito con la renta media más alta). Claro que esos datos se ciñen estrictamente a lo que es La Calzada, pero varían cuando se ponderan también territorios ciudadanos que, si no técnicamente, sí vitalmente forman parte del barrio, como los terrenos de expansión hacia El Cerillero. Ahí la cifra de vecinos sube sensiblemente.

«Es un barrio bien comunicado con el centro, con el refuerzo estos días de las lanzaderas; tiene una buena playa para pasear, aunque no sea la mejor temporada para eso, y también buenas casas de comida y cafeterías y bares, muchos, casi más que personas», afirma el líder vecinal, a modo de bienvenida. Y a partir de ahí cartografía un mapa del momento que vive el barrio donde no faltan las sombras.

 Contaminación

Por encima de todo, esa sombra que hoy pesa sobre La Calzada es la de la contaminación. Salvador Menéndez la considera el «principal problema» de la barriada -como de toda la Zona Oeste- en el día de la fecha, y habla sin ambages de «un barrio enfermo» «No solo son las empresas, sino también las emisiones de los vehículos. Son entre siete y ocho mil tráficos diarios en la avenida Príncipe de Asturias entrando y saliendo de El Musel y los barrios portuarios», enumera el líder vecinal. Pero a nadie se le escapa que el problema está en las chimeneas de la industria de las factorías vecinas, sobre todo las de Arcelor y la térmica de Aboño.

«No me cansaré de decirlo: no estamos contra la industrial. Sabemos que el sustento de la gente del barrio depende en un 90 por ciento, si no más, pero otra cosa es que se tengan que aplicar las normas», puntualiza Menéndez. Urge. Y no es precisamente un problema invisible. La gente lo ve, día a día, «en las aceras, en el suelo, en todos lados». Y, lo que es peor, en la salud, con «un saumento de consultas en los ambulatorios, sobre todo gente mayor». Salvador Menéndez desconfía de las mediciones. «Y mucha gente como yo», asegura, «gente aburrida de ver que dejas un coche una noche y coge porquería como si llevase ahí un mes».

«Solo queda una solución: que las administraciones cojan el toro por los cuernos y se sienten en serio con los empresarios... Porque las movilizaciones pueden estar bien, pero hace falta algo más que redes sociales y salir a la calle con una pancarta», añade.

Crisis y envejecimiento

«La crisis está ahí y mejoró muy poco. El barrio está peor económicamente que hace unos años. No tienes más que ver los bares cerrando, y los que sobreviven, de mala manera. Lo mismo para las familias: como siempre fue barrio industrial, hay muchos jubilados y prejubilados que sobrevivimosa, pero que ahora tenemos detrás hijos y nietos». Santiago Menendez pinta con esos cuatro trazos la realidad económica y sociológica de un barrio con «gente bastante mayor, más bien envejecido» que pierde jóvenes y no recibe inmigrantes.

Moverse en La Calzada

La Calzada por sí misma puede no tener problemas de movilidad, por lo que respecta al tráfico interno. Otra cosa es que entra y sale de un barrio interpuesto entre las comunicaciones que conectan el Musel con las autovias hacia el Cantábrico y la Meseta. «La autovía al Musel es fundamental, pero ahí está, sin hacer, después de años discutiendo si por abajo o si por arriba», cuenta el presidente de los vecinos del barrio. Además de esta demanda permanente, el barrio padece la congestión que origina el cuello de botella de una avenida de la Argentina que une Gijón con la carretera de Avilés a través de una vía de un solo sentido -a la ida- y que recibe el tráfico de forma igualmente problemática por la calle Brasil. «Faltan salidas y falta una buena entrada que entronque la avenida Juan Carlos I con Veriña», señala Salvador Menéndez.

Claro que, como el resto de Gijón, sus ojos están puestos en el soterramiento del ferrocarril, el famoso Plan de Vías. «Fuimos pioneros en pedir esto, los primeros. Sería un aliciente para el barrio y permitiría extender la zona urbana hacia el Este, es el único terreno que queda por ocupar, y que nos permitiría conectarnos con el resto de la ciudad», explilca Salvador Menéndez. El soterramiento, eso sí, tendría que llegar hasta Veriña para resolver el problema del barrio. Y, como con la autovía de El Musel, el dirigente vecinal se muestra escéptico: «No me creo nada», espeta con rotundidad.

Servicios sanitarios y sociales

No es La Calzada un barrio que tenga, precisamente, necesidad de infraestructuras sociales y sanitarias. En particular, señala Menéndez, «no me quejo de estas últimas, al menos de las infraestructuras. Dos centros de salud y el hospital de Jove, recién ampliado con un nuevo pabellón ambulatorio, están bien para el barrio». Pero -agrega- sí hay una carencia que supone extensible al resto de un sistema sanitario baqueteado por la crisis: «Falta personal, hay a veces esperas largas para las pruebas».

Lo mismo puede decirse de infraestructuras sociales, con el incombustible Ateneo de La Calzada como centro social y cultural del barrio desde hace décadas. «Pero somos insaciables pidiendo», bromea (solo un poco) Salvador Menéndez. «El centro de pensionistas de El Arbeyal se queda pequeño y el Ateneo de La Calzada se queda corto», agrega el líder de una asociación con más de 2.000 afiliados que ve, sobre todo, un resignado estoicismo en sus convecinos: «Gente que se resigna, que a veces, sobre todo por lo que toca a la contaminación, se resigna y acaba por decir 'esto es así, vivimos aquí, y así tiene que ser».