El Reino Unido, con vértigo frente al abismo

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

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KEVIN COOMBS | Reuters

Cameron retrasa su dimisión efectiva hasta octubre, mientras el país afronta dividido, con apenas 1,2 millones de votos más a favor del «brexit», una crisis económica, generacional y territorial

25 jun 2016 . Actualizado a las 09:27 h.

Una sociedad dividida en dos mitades estadísticas y, sobre todo, generacionales, coordenadas a las que se sumará una nueva crisis territorial en Escocia e Irlanda del Norte. Un primer ministro, David Cameron, que pierde su arriesgada apuesta histórica y presenta una dimisión en diferido que se materializará en octubre, tras el congreso donde se dirimirá su sucesor al frente del Partido Conservador. Centenares de miles de británicos que viven en territorios comunitarios que se enfrentan a un período de incertidumbre aún mayor que sus compatriotas en las islas. Y unos mercados golpeados por un viernes negro alimentado por una decisión traumática que se tomó por un estrecho margen -1,2 millones de votos-, quizás no lo bastante amplio como para soltar todas las amarras con Bruselas.

El Reino Unido votó a favor de dejar la Unión Europea con el 51,9 % de los votos en el referendo, frente al 48,1 % de los que apostaban por quedarse, en un proceso electoral que contó con la mayor participación desde 1992. Votaron algo más de 30 millones de británicos, el 71,8 % del censo electoral. El Reino Unido se asoma al abismo, a un territorio desconocido cuya geografía desdibujada aún está por definir. El vértigo y la conmoción civil se notaron el viernes en las calles, con protestas a favor de la permanencia y solicitudes de un segundo referendo. Algunos analistas incidían el viernes en que muchos que votaron por la salida lo hicieron porque pensaban que no iban a ganar.

Se abre paso el temor a otra crisis global cuando todavía no se han cerrado las heridas de la crisis financiera, mientras que la UE se ve obligada a redefinirse ante la presión de los partidos nacionalistas y populistas, que ya están pidiendo un referendo a la británica para iniciar la voladura del sueño europeo con la pesadilla de un posible efecto dominó. Europa pierde a su segunda mayor economía y al tercer país de mayor población. Los más optimistas creen que la UE puede iniciar un camino hacia una mayor integración, liberados ya de los prejuicios británicos.

La dimisión

«La negociación para salir de la UE debe encabezarla un nuevo primer ministro». La coherencia llevó al primer ministro británico, David Cameron, a anunciar su dimisión en una multitudinaria rueda de prensa en Downing Street, tras diez años al frente de los tories, en una capital, Londres, que como Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar apostó mayoritariamente por seguir en la UE. Aunque la prensa británica se mostraba el viernes desorientada con su renuncia en diferido, que se retrasa hasta el congreso del Partido Conservador en octubre, el primer ministro británico, acompañado por su esposa, admitió que él no puede ser la persona apropiada para pilotar la desconexión con Bruselas. Pero también el hecho de vincular el destino del país al de su propio partido se hace con coherencia: Cameron convocó el referendo para calmar las agitadas demandas de los euroescépticos tories, aunque esta vez, al contrario de lo que sucedió en la consulta de 1975 sobre la permanencia en la Comunidad Económica Europea, los británicos apostaron por el riesgo de lo desconocido.

«Lo correcto es que el nuevo primer ministro decida cuándo aplicar el artículo 50», dijo Cameron sobre la normativa del Tratado de Lisboa que marca el proceso de desconexión. «Somos un país especial, una gran nación y aunque no somos perfectos, podemos ser un modelo para una sociedad multirracial y religiosa», dijo, para tratar de conjurar las probables tensiones que aflorarán en los próximos días tras la victoria de los partidarios de abandonar la Unión, que aderezaron sus discursos de campaña con literales muestras de rechazo a la inmigración. El político que consiguió una mayoría absoluta imprevista, ganó los referendos sobre la ley electoral y el estatus de Escocia, pero no pudo convencer a la mayoría de las bondades de seguir anclados a Europa, se enfrenta ahora a una guerra civil interna en su partido, en el que intentará controlar la sucesión.

La sucesión

Boris Johnson, que apostó por el no a Europa, el mejor situado. La renuncia a más de tres meses vista de Cameron abre la carrera por la sucesión en el Partido Conservador. El político mejor situado es el exalcalde de Londres, Boris Johnson, de 52 años, muy popular y mediático, reforzado por su apuesta a favor del brexit. También están en las quinielas tres miembros del Gobierno de Cameron: el ministro de Justicia, Michael Gove, el de Hacienda, George Osborne, que era contrario a la salida de la UE pero que podría ser un hombre de consenso entre las dos facciones tories, y la responsable de Interior, Theresa May.

Mientras, la situación del Parlamento británico es como mínimo curiosa, pues su composición no refleja el sentir de la mayoría del país: 480 diputados votaron por la permanencia y solo 160 por el brexit, recuerda el corresponsal de Colpisa, Íñigo Gurruchaga. Johnson tiene ahora ante sí la difícil tarea de convencer a los parlamentarios de su partido para que lo apoyen en su candidatura al número 10 de Downing Street.

Los ganadores

Los mensajes de campaña se suavizan ante el vértigo de la salida. No son pocos los que sospechaban que la apuesta del conservador Boris Johnson por abandonar la UE estaba sustentada en una ambición personal por ser primer ministro. El viernes se empleó en suavizar su vehemencia contra la idea de Europa, de la que llegó a decir que coincidía con la visión hitleriana del continente. «No significa que el Reino Unido vaya a estar menos unido o sea menos europeo», dijo Johnson el viernes. «No podemos dar la espalda a Europa, formamos parte de Europa», añadió.

 Mientras, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), la formación cuyo ideario giraba en exclusiva alrededor del antieuropeísmo o la inmigración y ahora se queda huérfana de objetivos, celebraba el «día de la independencia» -quieren que la fecha del referendo sea declarada festivo- matizando los mensajes de la campaña. Su líder, Nigel Farage, con escaño en la Eurocámara, reconoció que ahora no puede garantizar que el sistema de salud británico reciba 432 millones de euros semanales -los que se iban cada semana a Bruselas- tras la victoria del Vote Leave (vota salir). Admitir este engaño de campaña no le impidió lanzar sus habituales mensajes apocalípticos. «Europa se está muriendo», diagnosticó.

Los laboristas

Corbyn, cuestionado por su campaña de perfil bajo. El triste sacrificio de la parlamentaria laborista Jo Cox, convertida en mártir del europeísmo, no sirvió finalmente para nada. El laborista Jeremy Corbyn no se contagió del entusiasmo a favor de la UE de su compañera de partido y tendrá que explicarse ante la facción proeuropea del laborismo por la tibieza con que actuó en campaña. Dos parlamentarias pidieron el viernes que Corbyn se someta a una moción de confianza, mientras el líder del Partido Laborista descartaba la posibilidad de dimitir ante las críticas por su papel en la campaña. «Voy a continuar», dijo.