El campo de exterminio de Los Zetas

Francisco Espiñeira Fandiño
FRANCISCO ESPIÑEIRa REDACCIÓN / LA VOZ

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La policía mexicana investiga al temido clan narcotraficante tras el hallazgo de una fosa común con 4.600 restos humanos

20 oct 2016 . Actualizado a las 07:31 h.

Patrocinio, una pequeña localidad del municipio de San Pedro, en el estado mexicano de Coahuila, busca reconstruir el trágico sexenio precedente a partir de los más de 4.600 restos humanos hallados en una fosa común a comienzos de este mes.

El contador de asesinatos del periódico local de esta localidad del oeste mexicano recoge casi 2.200 muertos, de todos los bandos -narcos, delincuentes comunes, policías, militares y civiles inocentes- desde diciembre del 2011. Esa cifra es la recogida oficialmente, pero el miedo a los clanes de narcotraficantes que campan a sus anchas por la zona hace que muchos cientos de desaparecidos de los que nada se sabe desde hace meses no estén incluidos aún en la lista. Hasta ahora. Porque el hallazgo de Patrocinio hace que muchas familias confíen en recuperar los restos mortales de sus allegados tras la apertura de la fosa común hallada por el colectivo Vida.

Muchos de los familiares de los desaparecidos llevan años clamando contra la inacción policial y judicial en uno de los feudos de Los Zetas, señalados como principales sospechosos de la masacre. Este grupo, fundado en 1999 al abrigo del levantamiento zapatista de Chiapas, se convirtió en el brazo armado del Cartel del Golfo, la fuerza hegemónica en aquellos momentos en el control del narcotráfico entre México y la zona sur de Estados Unidos. Los Zetas, que cuentan con una nutrida presencia de desertores de las fuerzas de seguridad y militares mexicanas, separaron sus caminos de esa organización a comienzos del 2010. Nunca escatimaron ni un ápice de violencia. Marcar el territorio con acciones sangrientas era una de las señas de identidad de este colectivo. Y en esa época, como ahora, el duelo por el control de la zona con el cartel de Sinaloa era la excusa para la comisión de todo tipo de atrocidades.

Las asociaciones civiles aseguran que Coahuila está repleta de fosas civiles en las que los narcotraficantes escondieron los restos de sus seres queridos. Como ejemplo ponen lo ocurrido en la pequeña localidad de Patrocinio, de apenas trescientos habitantes. Por sus páramos semidesérticos era habitual ver aparecer por las noches furgonetas repletas de gente. De ellas se bajaban a golpes unos cuantos, a los que se tiroteaba en la zona y se prendía fuego a sus cadáveres.

«Nunca han estado interesados en investigar de verdad el caso. Ni siquiera han acordonado la zona, que está repleta de ganado y otros animales. El sábado llegamos un grupo de padres y encontramos otros 130 restos humanos que nadie había recogido», denunciaba otro de los miembros del colectivo Vida tras una reunión frustrada con las autoridades locales.

Y ello, a pesar de que la Procuraduría General declaró el hallazgo de la fosa común, considerada potencialmente como la más grande de México, como el ejemplo de «un campo de exterminio». De momento, la única actuación oficial ha sido la de forzar la renuncia del jefe policial del estado de Coahuila por «rendimiento deficiente». De los autores de la masacre y del número de muertos real nada se sabe dos semanas después.