La Casa Blanca niega que el FBI trate de influir en los comicios

ADRIANA REY E. LA VOZ

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MICHAEL REYNOLDS | EFE

Los norteamericanos podrían ir a votar dentro de siete días sin que la investigación sobre Clinton esté todavía concluida

01 nov 2016 . Actualizado a las 08:25 h.

¿Puede la nueva investigación del FBI costarle la presidencia a Hillary Clinton? Es la pregunta que una y otra vez se plantean cientos de analistas dentro y fuera de las campañas demócrata y republicana. A siete días de las elecciones y siendo todavía muy complicado medir las consecuencias exactas del impacto, los números parecen ajustarse a medida que las informaciones tratan de aportar algo de luz dentro de toda la confusión existente.

Así, los datos que llegan a las redacciones más importantes de EE.UU. hablan de casi 650.000 correos electrónicos que el FBI ya revisa junto con el Departamento de Justicia «lo más rápido posible», según apunta Reuters. Eso sí, las conclusiones podrían no llegar antes del 8 de noviembre, según una fuente citada por The New York Times. De ser así, Hillary Clinton se enfrentaría al escrutinio de la población con la sombra de la duda sobre ella.

«No hay caso», repetía ayer la candidata demócrata desde Ohio tras preguntarse por qué el FBI había sacado la revelación ahora. Al respecto, diferentes medios apuntan a una guerra interna en el Buró, donde las presiones para investigar a los Clinton se habrían recrudecido desde la pasada primavera, tanto en el caso de los correos que la demócrata envió desde un servidor privado durante su etapa al frente de la Secretaría de Estado, como en el caso de la Fundación Clinton En paralelo y entre todas las especulaciones, la figura de James Comey, director del FBI, sigue siendo significativamente cuestionada. Por primera vez, la Casa Blanca se ha pronunciado desmarcándose de una acusación de ilegalidad hacia Comey, pero evidenciando un claro malestar por haber roto la tradición del silencio. A su juicio, la agencia no trata de influir en los comicios.

En las últimas horas algunos han dado un paso más y han deslizado la posibilidad de que Comey haya cometido un delito con la revelación al Congreso. El ex secretario de Justicia, Eric Holder, ha acusado al director del FBI de desatar «teorías de la conspiración» por divulgar su revisión de correos. «La decisión fue incorrecta y viola la tradición y las políticas establecidas del Departamento de Justicia», sentencia en The Washington Post. Su postura ha sido compartida por decenas de ex altos cargos de Justicia y por Harry Reid, líder demócrata en el Senado. A través de una dura misiva Reid ha acusado a Comey de beneficiar a un partido sobre otro, algo que podría violar la Ley Hatch, la cual prohíbe a los funcionarios del Gobierno utilizar su posición para influir en una elección. «A través de sus acciones partidistas, es posible que haya violado la ley», dice Reid.

Enfrente, se encuentra Donald Trump, el gran beneficiado del escándalo que ve cómo los números se van estrechando a su favor. Y es que la media de Real Clear Politics que el pasado viernes reflejaba 5 puntos de diferencia entre demócrata y republicano, ahora habla de escasos 2 puntos entre ambos. En el caso de Florida (estado crucial para que Trump gane la Casa Blanca), el panorama tampoco pinta bien para Clinton teniendo en cuenta que la media le sitúa medio punto por detrás del candidato republicano.

El republicano en el que confió Obama

Fue en la primavera de 2013, cuando el presidente Barack Obama nombró a James Comey director del FBI en sustitución de Robert Muelle. Antes, su trayectoria profesional se había repartido entre el Departamento de Justicia de la Administración Bush y las fiscalías de Richmond, Nueva York y Chicago.

Comey era un jurista republicano que había donado dinero para las campañas presidenciales de John McCain y Mitt Romney y solo había votado por un presidente demócrata, Jimmy Carter. Aún así, siempre hizo gala de independencia. De hecho fue designado director del FBI con un sólido respaldo del Senado, que le otorgó 93 votos a favor por uno en contra.

¿Quién le iba a decir entonces a Comey que la autonomía que en su día le avaló es la misma que ahora cuestionan las más altas instancias en Washington?

Nació en 1960, en Yonkers, Nueva York, y los años le llevaron al estado vecino de Nueva Jersey. Allí vivió el capítulo más traumático de su vida, cuando con tan solo 15 años fue rehén, junto a su hermano pequeño, de un violador. El hombre les apuntó con una pistola antes de que ambos jóvenes escapasen por una ventana y avisasen a la policía. «Aquello me ayudó a saber cómo se sienten las víctimas. Eso me ha ayudado como fiscal», dijo con el paso de los años.

En 1982 se graduó en la Universidad William y Mary de Virginia y se especializó en Química y Religión. Dos años más tarde se doctoró en la Universidad de Derecho de Chicago. A lo largo de su carrera nadie cuestionó su valía, aunque su manera de actuar hoy ha recordado uno de los momentos más tensos de su carrera.

Fue en 2004, cuando George W. Bush lo designó número dos del fiscal general John Ashcroft. En aquel momento, la Casa Blanca quería aprobar un polémico programa de escuchas desarrollado tras los ataques del 11 S. Comey (fiscal en funciones mientras Ashcroft se sometía a una intervención quirúrgica) se negó a respaldar el programa tras considerarlo anticonstitucional, enfadando sobremanera al presidente Bush. Horas más tarde, varios funcionarios del Gobierno se presentaron en el hospital para obligar a Ashcroft a firmar. Al enterarse del movimiento Comey amenazó con dimitir: «Acababa de ver cómo intentaban aprovecharse de un hombre muy enfermo que no tenía esos poderes porque me los había transferido a mi», argumentó durante una comparecencia en el Capitolio.

Como ocurrió entonces, ahora Comey ha vuelto a destapar la caja de los truenos a sabiendas del riesgo que suponía su revelación sobre el caso de los correos de Clinton. «Existe un riesgo significativo de ser malinterpretado», reconoció en su carta al Congreso.

Obvió las recomendaciones del Departamento de Justicia y también las de la Fiscalía General y por eso, muchos quieren su cabeza a siete días de las elecciones y después de poner en jaque las aspiraciones presidenciales de Hillary Clinton.