Un pastor para redimir el distrito 53206

María Cedrón LA VOZ EN EE.UU.

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La segregación racial es notoria en Milwaukee, la ciudad más poblada de Wisconsin y donde está el barrio con mayor índice de afroamericanos encarcelados del país. Brad creció ahí y quiere cambiarlo

02 nov 2016 . Actualizado a las 07:32 h.

No es complicado saber cuando se cruza la frontera de Wisconsin. Grandes carteles con la palabra Cheese escoltan la carretera. A medida que se avanza por la interestatal 94 North el número va en aumento. No importa que, de vez en cuando, aparezca algún otro indicador que muestra la dirección de un club de tiro. O que sobre el césped que rodea algunas casas de las urbanizaciones cercanas a la autovía y levantadas en un territorio demócrata, aunque tenga gobernador republicano, hayan florecido algunos carteles de apoyo a Donald Trump. Porque los que mandan de verdad son los anuncios en los que se lee, ya desde lejos, la palabra Cheese. Y es que hay dos cosas que caracterizan a este estado del medio oeste: la cerveza y el queso. Es el segundo mayor productor de leche de EE.UU., después de California. Hasta tienen una cerveza llamada Spotted Cow (vaca manchada) en cuya etiqueta aparece una vaca lechera.

El día está oscuro. Tanto que apenas se ve. Dicen que la culpa, en parte, es del lago Míchigan. Justo al lado de esa mole de agua que más que lago parece un mar se levanta Milwaukee. No es la capital, una categoría reservada para Madison, una pequeña urbe idílica y universitaria rodeada de lagos que poco tiene que ver con esta dura urbe. Milwaukee es la ciudad con el mayor índice de segregación racial del país y eso se nota desde el momento en el que uno llega a la estación intermodal. La localidad donde tiene su sede Harley Davison y la cervecera Miller está a la cabeza de las urbes donde más del 60 % de personas de una misma raza viven en el mismo lugar, en base a un estudio del Manhattan Institute. Y es también donde la estadística coloca el distrito con mayor índice de afroamericanos que cumplen condena de todo el país: el distrito con el código 53206.

En una cafetería cercana a la estación a la que llegan los autobuses de la Greyhound que atraviesan el país, un hombre de color visualiza en su ordenador el documental Milwaukee 53206, estrenado el pasado junio. Es el pastor Brad. Creció en ese barrio. «¿Que le hable del 53206? Oh man!!», responde mirando a los ojos. Luego empieza a soltarse y recuerda como fue ahí, en ese distrito, donde presenció el primero de los muchos episodios violentos que ha visto a lo largo de su vida: «Fue un día que mi madre me mandó a comprar unas cosas a la tienda. Tenía 5 años de edad. Me robaron. Fue muy duro para mí».

Búsqueda de empleo

El pastor Brad trabaja ahora en un libro sobre ese distrito de afroamericanos buscando una salida laboral para los vecinos que están en paro. Pero encuentra muchas barreras. La primera, los obstáculos que ponen los propios habitantes del barrio por temor a la policía. «Muchos no quieren un empleo en barrios blancos del noroeste porque no quieren problemas», apunta.

No es fácil entender por qué podrían tenerlos por el mero hecho de ir a trabajar. Pero él lo explica de forma clara: «En el 53206 el índice de criminalidad es tan alto que las autoridades no pierden el tiempo en asuntos como acudir a un accidente en el que te pueden destrozar un faro o romper la defensa delantera del coche. Muchos de aquí tienen el coche destartalado y al ir con él a esas zonas la policía suele pararlos. No escapan a los problemas de esa manera. Hay empresas grandes que saben que tienen que integrar a afroamericanos. Solo en esos casos ponen un autobús para que vayan y no haya problemas», dice.

Entonces coge un papel y dibuja el mapa de la segregación en la ciudad. «Cerca de aquí están los Potowatomi -descendientes de una tribu india que en pocos años han abandonado la pobreza gracias a las ganancias de un hotel casino que han levantado en su territorio-, al suroeste están los suburbios donde viven los latinos; luego está el barrio de los afroamericanos; al norte, Germantown; al este, Glendale donde viven trabajadores blancos; al noroeste los barrios de blancos de clase media-alta de Baysde o Whitefish Bay».

En Baysde, Isabel levantó su hogar y encontró trabajo como profesora en la cercana universidad pública de Milwaukee. Es de Parga (Lugo), pero lleva aquí más de treinta años. No votará el día 8 porque «no tengo doble nacionalidad», pero en general y pese al escándalo de los correos, la urbe es de Hillary Clinton. No es ajena a todo lo que ocurre en Milwaukee: «Al vivir aquí mi realidad es diferente a la de otras partes. Pero mi hija trabaja en un hospital de la ciudad donde un 80 % de los pacientes no tienen recursos», cuenta. Con todo, apunta que la movilidad económica empieza a notarse: «Ahora hay más mezcla, algo que no veía cuando llegué aquí. Ves parejas mixtas. Aquí en Baysde hay vecinos afroamericanos también...».

El día continúa oscuro y lluvioso. Un taxista palestino invita a conocer la bahía o el ayuntamiento donde la gente ha empezado a votar por adelantado llevando una identificación clara. Muchos no han podido por no tener sus documentos al día. Él no lo hará. Porque no confía en los políticos.