Trump, el presidente más rico de la historia de EE.UU.

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

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MANDEL NGAN | Afp
MANDEL NGAN | Afp

Polémico y excesivo, Trump ha amasado una gran fortuna y ha explotado como imagen de marca su fama de triunfador

10 nov 2016 . Actualizado a las 09:54 h.

Cuando el próximo mes de enero Donald Trump (Nueva York, 1946) se convierta en el 45.º presidente de los Estados Unidos, estaremos no solo ante el inquilino de la Casa Blanca más racista y misógino de la historia; estaremos también ante el más rico. Y eso es muy importante. Porque Trump ha conseguido transmitir a una notable parte del electorado que, pese a ese tono arrogante y a esos mensajes faltones, tiene lo más importante. Y en su país lo más importante es la capacidad de hacer dinero.

Pero ¿cuánto dinero tiene Trump? Nadie lo sabe. Entre otras cosas porque el magnate, ahora presidente electo, no ha querido hacer públicas sus declaraciones de Hacienda. En cualquier caso, sí parece que Trump ha conseguido no solo ser muy rico, sino que todo el mundo crea que es desproporcionadamente rico. Pero Forbes, en su último informe, limita su fortuna a 3.380 millones de dólares y le atribuye unas deudas de 9.000, pese a que el propio Trump asegure que su patrimonio es de 10.000 millones. El año pasado, la Trump Organization controlaba quinientas compañías, que empleaban a 22.000 personas.

Pero lo cierto es que el nuevo presidente estadounidense ha sido siempre un especialista en venderse a sí mismo. Literalmente. Tiene su apellido registrado como marca comercial y su uso le proporciona pingües beneficios a través de un merchandising convenientemente deslocalizado. De hecho, todo su imperio lleva el sello de su apellido.

Donald Trump nació rico. Su padre fue un notable promotor inmobiliario neoyorquino y el joven Donald se postuló pronto como el más adecuado de sus hermanos para mantener el éxito empresarial. No solo lo mantuvo, sino que lo multiplicó.

El hoy presidente mostró siempre una especial querencia por el show bussiness, adonde derivó buena parte de sus negocios pese a que probablemente han sido los que más sinsabores le han generado. Propietario de hoteles y casinos alrededor de Atlantic City, protagonizó durante años The Apprentice, un reality show para jóvenes empresarios en el que cimentó buena parte de su popularidad y demostró el desprecio que siente por lo políticamente correcto.

Aparentemente, el secreto de su éxito está al alcance de cualquiera. De cualquiera que pueda comprar sus libros, en los que da consejos sobre cómo triunfar. En realidad, el ideario de Trump no es complicado. La vida es una carrera de obstáculos; los más fuertes y audaces son los que deben seguir adelante. El sueño americano en su expresión más áspera.

Políticamente variable

Donald Trump, que ha merecido el rechazo de los más reputados barones de su partido, no siempre fue republicano. Se afilió en 1987, pero en 1999 se enroló en la aventura del Partido Reformista de Ross Perot y en el 2001 se afilió al Partido Demócrata, justo después de que George W. Bush, hacia el que nunca ocultó su animadversión, accediera a la presidencia.

Su personalidad hiperbólica no lo ha ayudado a hacer amigos. Tampoco entre los miembros de su propio partido. Pero sí a reclamar la atención para colar su mensaje en millones de hogares zarandeados por los años de crisis. Desde la cima del sueño americano, Trump ha construido una teoría: «Lamentablemente, el sueño americano está muerto. Pero si soy elegido presidente, lo recuperaré más grande, mejor y más fuerte de lo que nunca fue antes». Y quien lo dice es un empresario que muestra desde hace décadas su flota de aviones privados o sus grifos de oro. Incluso sus mujeres. Trump se ha casado tres veces. Con la exesquiadora olímpica Ivana Zelnickova, de la que se divorció sonadamente en 1990. Tres años después contrajo matrimonio con la actriz Marla Maples, de la que se separó en 1997. Su tercer matrimonio sigue en vigor desde el 2005. Ha tenido hijos con las tres.

Trump ha pronunciado algunas de las frases más misóginas atribuidas a un candidato a la presidencia. Ninguna de ellas le ha pasado una factura insalvable. Ni las acusaciones racistas a sus vecinos mexicanos o a los fieles del Islam. Trump se mira al espejo y ve al triunfador. El verdadero sueño americano. Pero su éxito, no es ese, sino conseguir que sus compatriotas piensen lo mismo.