Un locutor ultraconservador de Indiana rígido en asuntos morales

Francisco Espiñeira Fandiño
fRANCISCO ESPIÑEIRA REDACCIÓN / LA VOZ

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Mike Pence, el nuevo vicepresidente de Estados Unidos, es un fontanero de manual

11 nov 2016 . Actualizado a las 09:08 h.

Cuando el 14 de julio, día de la fiesta nacional, Donald Trump hizo público el nombre de su futuro vicepresidente, no hubo cohetes ni grandes alharacas. Mike Pence (Columbus, Indiana, 1959) acumulaba una larga experiencia en el segundo nivel de la política estadounidense, pero sin grandes triunfos en su trayectoria. Pence era gobernador de Indiana desde el 2013. Antes, desde el 2000 había ejercido como miembro de la Cámara de Representantes, como fiel seguidor de los postulados del ala más conservadora. Nunca ocultó su radicalismo religioso. Parafraseando sin saberlo a Valle Inclán, se autodefinía como «cristiano, conservador y republicano, en ese orden».

Muchos quisieron ver en él el contrapunto moderado, el guardián de los valores y de las esencias del Partido Republicano en un momento en el que las encuestas apuntaban a una auténtica debacle en las urnas. Mike Pence asumió el reto sin una sola queja pública y listo para convertirse en el escudo de Donald Trump, de cuya amistad nunca ha presumido hasta el momento.

Solo discreparon en público cuando el magnate especuló con la posibilidad de no aceptar los resultados de las elecciones si le eran desfavorables. El resto del tiempo, su convivencia ha sido modélica y ha puesto mesura donde el neoyorquino solo aportaba titulares disparatados.

Mike Pence fracasó en su intento de convertirse en líder de la minoría republicana en el 2006. Perdió ante John Boehner en la que se suponía que era su gran oportunidad de convertirse en uno de los actores principales de su partido, algo que apenas podía soñar en su juventud, cuando hizo sus pinitos como locutor de radio y presentador televisivo de programas de actualidad política tras estudiar leyes en la Universidad de Indiana.

Mike Pence está llamado a articular el cuerpo de gestores que arropará a Donald Trump. Al contrario que el magnate, su hoja de servicios pública y privada permanece inmaculada. Casado desde hace 31 años y padre de tres hijos, su principal cambio fue cuando abandonó el catolicismo para convertirse al evangelismo.

Su pensamiento explica también algunas de las claves del apoyo masivo del corazón de Estados Unidos a su candidatura. Al igual que el nuevo presidente de Estados Unidos, no cree en el cambio climático y es un firme partidario de la reducción de impuestos y el incremento de las políticas proteccionistas. Pero sus convicciones personales rozan el radicalismo. En este aspecto es mucho más cerrado que Trump. Se opone frontalmente al aborto, pone en duda la eficacia de los condones, rechaza el matrimonio homosexual y está en contra de la igualdad de salarios entre hombres y mujeres. Tuvo que rectificar una ley que permitía a los hosteleros de Indiana vetar la entrada de parejas gais e incluso sostiene que fumar no mata. A pesar de todo, su hablar pausado y su talante conciliador son la esperanza de muchos para contener a Donald Trump.