El asesor principal de Trump le recrimina que no lleve a juicio a Hillary Clinton

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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MANDEL NGAN | AFP

«Promesa rota», tituló la web que dirigía Bannon tras conocer que no se perseguirá a la demócrata por los correos

23 nov 2016 . Actualizado a las 16:45 h.

La inseparable jefa de prensa de Donald Trump, Kelyannne Conway, dio ayer carpetazo a uno de los temas más polémicos de la campaña. «Él no desea perseguir judicialmente a Hillary Clinton por el caso del uso indebido del correo electrónico cuando era secretaria de Estado», aseguró en una entrevista televisada para todo el país. Conway aseguró que Trump «está pensando en muchas cosas como presidente» y justificó que las amenazas lanzadas en campaña no se lleven a término, «porque Donald está intentando curar la división del país y Clinton bastante tiene con no haber convencido a los ciudadanos de que es una persona honesta y digna de confianza».

Ese mismo mensaje fue replicado por el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, que aspira a convertirse en uno de los pesos pesados del primer gabinete del millonario. «Trump está pensando en unir a un país dividido y yo apoyo su posición de no denunciar a Hillary», apuntó.

Ese mensaje conciliador encontró mucho menos eco entre los más incondicionales del bando republicano. La web Breitbart News, órgano de expresión de la derecha más radical de Estados Unidos y que era dirigida por Steve Bannon, el jefe de campaña de Trump y ya designado como responsable de estrategia de la Casa Blanca y consejero personal del futuro presidente, titulaba de forma clara: «Promesa rota: No denunciará a Clinton». El enfoque causó especial sorpresa por ser el primer mensaje adverso de este diario digital contra el que ha sido estandarte de sus propuestas editoriales. La noticia permaneció colgada en la web todo el día sin que nadie la desautorizara.

La nueva derecha

Breitbart News se ha convertido tras la victoria de Trump en el medio de referencia de la nueva derecha estadounidense. Es lo que se ha dado en llamar como alt-right, es decir, la derecha alternativa. Se trata de un movimiento mucho más duro y conservador en lo ideológico que anteriores posturas como las de los ultraliberales o los neocons. Su ideario roza la xenofobia y es el espejo que se mira buena parte de la clase media blanca.

Los seguidores de la alt-right tienen un marcado carácter nacionalista que explota el populismo como herramienta movilizadora. Han sido acusados de racistas, islamófobos, homófobos y antisemitas, aunque formalmente no disponen de un cuerpo ideológico propio admitido como tal.

Algunos de esos aspectos más turbios saltaron ayer al primer plano al trascender imágenes de la presencia el sábado en Washington de 200 personas que llegaron para escuchar a Richard Spencer, representante de un movimiento que defiende el advenimiento de una nación blanca y que proclama abiertamente la superioridad de esa raza.

Ayer, Donald Trump desautorizó esas imágenes y, por primera vez, quiso marcar distancias con el ala más dura de la derecha estadounidense, justo cuando esta se arroga el mérito de su victoria sobre Hillary Clinton.