La apuesta de Theresa May por un «brexit» duro, ¿una treta contra sus socios o un acto de desesperación?

Cristina Porteiro
CRISTINA PORTEIRO BRUSELAS / CORRESPONSAL

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BEN STANSALL | AFP

El enorme coste económico y humano de un «brexit» duro pone en cuestión esta vía

18 ene 2017 . Actualizado a las 09:08 h.

Siete meses de silencios, dudas, intentonas, amenazas y distensiones acabaron ayer en el mismo punto de partida que querían los defensores del brexit: una ruptura total con la UE. Suiza o Noruega no son modelos aptos para los británicos que insisten en romper de forma abrupta con los 27.

¿Por qué renuncia al mercado único?

Aparentemente al Gobierno de May le compensa más recuperar el control sobre los flujos migratorios de europeos al país que mantener la puerta abierta de los 27 a la libre circulación de bienes, servicios y capitales británicos. Los defensores del brexit blandieron el cierre de fronteras como defensa para el mercado laboral nacional frente a la ofensiva de los trabajadores del Este, a los que acusan de empujar los salarios a la baja y de beneficiarse de ayudas públicas. Lo que no se ha tenido en cuenta es la necesidad que tiene un mercado como el británico de incorporar mano de obra cualificada en sectores donde carece de profesionales y de que la población inmigrante que trabaja en el Reino Unido aporta más a la economía en forma de consumo e impuestos de lo que recibe en prestaciones. 

Unos cálculos inseguros que hacen emerger dudas sobre el interés real en adentrarse por la vía del brexit duro renunciando a la piedra angular de su pertenencia histórica a la UE. Si es una treta para amedrentar a sus socios, solo se sabrá al finalizar las negociaciones que no podrán extenderse más allá de los dos años previstos en los Tratados. 

¿Cómo afectará a su economía?

Para ponderar el impacto que puede tener un divorcio abrupto basta con echar un vistazo a las estadísticas. Al menos el 44 % de las exportaciones del Reino Unido tienen como destino la UE. Alemania, Países Bajos y Francia se encuentran entre sus cinco principales socios comerciales. Alrededor de 100.000 millones de euros anuales en exportaciones dependen directamente de ellos y de la ausencia de barreras impositivas y arancelarias. Por no hablar del sector servicios donde el Reino Unido mantuvo en el 2014 un superávit con la UE de 19.100 millones de euros. No se puede subestimar tampoco los efectos de una deslocalización masiva de empresas que tendrán que buscar un nuevo emplazamiento en el continente para acceder al mercado único. 

¿Qué consecuencias tendrá para la UE? 

El brexit duro generaría de forma automática un agujero negro de entre 5.000 y 17.000 millones de euros anuales en los presupuestos europeos, según estimaciones del Instituto Jacques Delors, cuyos expertos creen que 10.000 es la cifra más ajustada. Las tensiones para repartirse entre los 27 la obligación de colmar esa laguna emergerían de inmediato, más teniendo en cuenta que la salida de Londres afectaría a partidas tan sensibles como la política de cohesión y la Política Agraria Común (PAC). Otra preocupación que hace temblar a Bruselas gira en torno al futuro modelo económico del Reino Unido. La posibilidad de tener un paraíso fiscal al otro lado del canal de la Mancha quita el sueño a más de uno en los cuarteles de la Comisión Europea. Londres tendría el camino despejado para imponer tasas arancelarias altas a las importaciones de la UE mientras desata una guerra fiscal para atraer a las grandes multinacionales. 

¿Qué futuro le depara a los españoles y británicos expatriados?

Los 112.000 españoles residentes oficialmente en el Reino Unido y 254.000 británicos que viven en España estarán en un limbo hasta que May y la UE aclaren su estatus. Para Londres y Madrid esta es una cuestión prioritaria que deberá abordarse en cuanto arranque el proceso de desconexión. Lo que está claro es que aquellos españoles que no consten en los registros ya no podrán recurrir al derecho a la libre circulación ni solicitar asistencia pública. Su estancia sería ilegal. El cierre de fronteras también puede afectar a los miles de trabajadores españoles que se trasladan a trabajar a Gibraltar, cuya soberanía España podría volver a reclamar.