Hungría levanta un segundo muro para impedir la llegada de refugiados desde Serbia

Cristina Porteiro
CRISTINA PORTEIRO BRUSELAS / CORRESPONSAL

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ATTILA KISBENEDEK | Afp

El Gobierno magiar asegura que aún hay 80.000 personas atrapadas en los Balcanes

28 feb 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

«Invertir en divisiones y muros puede conducir a vivir en una prisión. Seguiremos celebrando cada muro que se eche abajo y cada nuevo puente que se construya», prometía hace un mes la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, atribuyéndose toda autoridad moral frente a Donald Trump. Un mes después, la UE no solo no ha derribado vallas, sino que asiste impertérrita al levantamiento de otro dique terrestre en sus entrañas.

El Gobierno húngaro, liderado por el ultraderechista Viktor Orbán, ya ha dado el pistoletazo de salida para reforzar su frontera con Serbia mediante una segunda valla que impedirá a los refugiados cruzar a territorio magiar. Y lo hace con el silencio cómplice de Bruselas, que ni siquiera se ha atrevido a sancionar al país por negarse a acoger la cuota de asilados asignada hace año y medio.

El despliegue de sistemas de detección termográfica, cámaras de vigilancia y sensores de movimiento alcanzará los 123 millones de euros. También se prevé hacer un centro de detención donde se encerrará a los demandantes de asilo hasta que sus solicitudes sean tramitadas, una medida tachada de «cruel, abusiva e inútil», por el subdirector de Human Rights Watch, Benjamin Ward, que ha pedido a la UE que intervenga.

Hungría se defiende y asegura que lo hace para proteger las fronteras europeas de nuevas oleadas migratorias: «Tiene que ver con lo que está ocurriendo en nuestras fronteras, con el acuerdo con Turquía y con el hecho de que se estima que hay unas 80.000 personas que todavía se encuentran en la ruta de los Balcanes», aseguró sin cortapisas uno de los portavoces del Gobierno, Zoltán Kovacs, en alusión a los miles de migrantes que sobreviven bajo condiciones inhumanas en alguno de los cuellos de botella que se han ocasionado en la región tras el cierre unilateral de fronteras en el 2015. Budapest azuza el temor a una nueva oleada de refugiados: «La primavera está cerca y, según Alemania, hay unos seis millones de personas esperando entrar en Europa». 

Visados turcos 

Bruselas sigue con los ojos puestos en Turquía, último resorte para evitar que los migrantes se adentren en la UE. Pero las relaciones no han hecho más que tensarse por la deriva autoritaria de Recep Tayyip Erdogan, quien solo seguirá cooperando si se liberalizan los visados turcos, un escenario que franceses y alemanes observan con horror. Las reservas a abrir las puertas a los ciudadanos turcos podrían vencerse con la medida aprobada ayer por los Veintiocho que incluye salvaguardias para revocar la medida en caso de que un tercer país no coopere en la readmisión de migrantes o si se detecta un influjo migratorio desproporcionado. La UE y Ankara parecen condenadas a entenderse a pesar del recelo de algunos miembros como Austria. Su Gobierno declaró que «las campañas políticas [de Erdogan] no son bienvenidas» en el país centroeuropeo, donde una amplia comunidad de turcos está llamada a votar para el referendo presidencial que puede concentrar más el poder en manos del gerifalte otomano.