Trump compromete el Acuerdo de París

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

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SANDY HUFFAKER | AFP

La viabilidad del primer tratado mundial contra el cambio climático, en riesgo por la reducción del presupuesto que Estados Unidos dedicará al medio ambiente

20 mar 2017 . Actualizado a las 07:48 h.

A Donald Trump se le podrán atribuir muchos defectos, pero la incoherencia no parece ser uno de ellos. Todas las amenazas que se cernían sobre la protección del medio ambiente se han convertido en realidad. Han tomado forma en el proyecto de presupuestos que el presidente de Estados Unidos ha presentado esta semana, que, aunque aún debe ser ratificado por las cámaras, ataca directamente a la línea de flotación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), la institución creada en 1970 por Jimmy Carter que fue pionera en el mundo en la aplicación de políticas de defensa de la naturaleza en sus distintos ámbitos. Es, con diferencia, la más castigada por los recortes previstos para reforzar el gasto en defensa. Lo es hasta el punto de que sufrirá la mayor merma en sus inversiones desde su fundación. Recibirá 2.500 millones menos del Gobierno federal, lo que supone una reducción del 31 % del dinero que manejaba en el último año de Obama. Más de 3.200 empleados perderán su trabajo, lo que supone el 20 % del total de su plantilla, y cincuenta programas quedarán sin efecto.

Pero la quiebra de la EPA, dirigida por Scott Pruitt, un negacionista del calentamiento global, tiene implicaciones que van mucho más allá de Estados Unidos. La agencia era la encargada de materializar el plan de energía limpia auspiciado por Barack Obama, el instrumento dirigido a reducir las emisiones de efecto invernadero de la industria y cumplir así con los compromisos del país en el Acuerdo de París para frenar el cambio climático. Los fondos previstos para este fin se han perdido en los presupuestos, al igual que el dinero destinado para los proyectos de investigación, tanto nacionales como internacionales, sobre el cambio climático.

Igual de preocupante es la desaparición de las partidas federales del dinero que debería ir destinado al Fondo Verde del Clima, al que Obama dio un anticipo de 500 millones antes abandonar la presidencia. Este programa, auspiciado por Naciones Unidas y creado en la cumbre del 2011, prevé una inversión de 100.000 millones anuales a partir del 2020 para ayudar a los países en desarrollo no solo a adaptarse a las consecuencias del calentamiento global, sino para reducir sus emisiones mediante la incorporación de tecnologías renovables y políticas de eficiencia energética.

«Es una muy mala noticia, porque Estados Unidos es el segundo mayor contaminador del planeta y el país más rico del mundo», advierte Xabier Labandeira, catedrático de Economía de la Universidade de Vigo y exmiembro del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). La política ambiental de Trump puede tener un doble efecto, igualmente negativo. Supondría, por un lado, un efecto contagio en los países en desarrollo, que al no disponer del dinero prometido para cumplir sus compromisos ambientales podrían o bien retirarse del Acuerdo de París o dejar sin efecto su cuota de reducción de emisiones. Por otro, EE.UU. no haría ningún esfuerzo para rebajar sus gases de efecto invernadero. Seguiría contaminando, lo que haría muy difícil, por no decir imposible, que la comunidad internacional pueda cumplir el objetivo de que las temperaturas del planeta no excedan los 1,5 grados de aquí a fin de siglo con respecto a los valores preindustriales. A Trump no le haría falta abandonar el Acuerdo de París para comprometer su viabilidad. Sería suficiente con que no cumpliera sus compromisos, que son voluntarios. Y esto es, precisamente, el camino marcado en el presupuesto presentado esta semana. 

No todo está perdido

Pese a este duro golpe, Xabier Labandeira cree que no todo estará perdido. Apunta a que países como China o la UE podrían reforzar su protagonismo en la lucha contra el cambio climático, sin olvidar que el cada vez mayor desarrollo tecnológico de las energías limpias podrían hacerlas tan o más competitivas que los tradicionales combustibles fósiles. Y ni EE.UU. ni sus empresas querrán perder el tren de un prometedor negocio. Tampoco hay que olvidar a los propios Estados, que tienen un amplio margen de maniobra para reducir las emisiones por su propia cuenta de forma aún más efectiva que el Gobierno Federal. Y en esta lucha no está solo California.

La investigación sanitaria sufrirá un recorte de 5.400 millones de euros

El medio ambiente ha sido el principal damnificado en el presupuesto presentado por Donald Trump. Pero no ha sido el único. A falta de los posibles cambios que se puedan introducir durante su debate en el Congreso, la investigación biomédica es otra de las grandes perjudicadas, con lo que parecen confirmarse los temores expresados por científicos gallegos que trabajan en Estados Unidos. El borrador apunta a una reducción en la partida anual de los Institutos Nacionales de Salud, la principal institución financiadora de los proyectos, de un 18 %, lo que significa que el gasto se reducirá en unos 5.500 millones de euros. Es la quinta parte de su presupuesto, lo que significa un recorte totalmente inédito en un área que se consideraba estratégica para el país. Ni siquiera George W. Bush, un firme opositor de la investigación con células madre, se atrevió a tanto. Es más, no solo redujo las cuantías destinadas a este fin durante su mandato, sino que las aumentó.

La política de Trump tendrá su contestación por parte de la comunidad científica en la March of Science, una protesta convocada para el 22 de abril que cada vez está consiguiendo un mayor número de apoyos. A las críticas también se sumaron periódicos como el Washington Post, en el que se pudo leer: «La inversión en I+D ha sido clave desde el fin de la II Guerra Mundial para la prosperidad y la seguridad nacional. Pero el Gobierno de Trump ha señalado que la ciencia financiada por el Ejecutivo es demasiado extensa».

De los recortes tampoco se libra un buque insignia como la NASA, aunque en este caso la merma es de apenas un 0,8 %. La gran damnificada será la división de Ciencias de la Tierra, con la cancelación de cuatro satélites al espacio para vigilar el cambio climático.