Bruselas amenaza con llevar a Hungría ante la Justicia por su deriva autoritaria

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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LUC GNAGO

Las maniobras de Orban avergüenzan al PP europeo, dividido sobre su expulsión

13 abr 2017 . Actualizado a las 15:52 h.

Han pasado 18 días desde que Hungría renovó sus votos en favor de la Unión Europea en Roma, pero son más de los que necesitó el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, para volver a romper sus compromisos. 

Las espadas están en todo lo alto en Bruselas tras el último zarpazo autoritario que ha dado el líder magiar, quien promovió esta semana una enmienda a la ley educativa para forzar el cierre de la Universidad Centroeuropea de Budapest. La institución, apadrinada por el multimillonario George Soros, incomoda a Orbán. Para el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, este centro ha sido «la perla de la corona para formar a la nueva generación de líderes centroeuropeos. Hay que protegerla», manifestó este miércoles. Tanto es así que el equipo de comisarios está dispuesto a llevar a Hungría ante el Tribunal de Justicia de la UE si sus autoridades no rectifican. La decisión se tomará a finales de este mes. 

En los cuarteles de la Comisión el hartazgo es visible. No solo por esta última polémica que puede sentar un «indeseable precedente». Budapest acumula una larga serie de oprobios a la UE a los que se suma su persecución a las oenegés y el trato vejatorio a los migrantes. Allí se cuecen a fuego lento problemas de gran envergadura para la estabilidad de la Unión. La indisciplina y la actitud desafiante de Orbán a la hora de acatar acuerdos como el reparto de refugiados por cuotas es un grave problema para la credibilidad de la UE. No parece importarle al húngaro que, lejos de recular, ha iniciado una campaña para desacreditar al Ejecutivo europeo.

«¡Paremos a Bruselas!», así se llama la consulta pública en la que se pregunta a los húngaros sobre cómo debería reaccionar su Gobierno ante las exigencias de la Unión en áreas como la migración, la fiscalidad o el empleo. «Su manera de hablar mal de Bruselas tras firmar la Declaración de Roma dice más del nivel del autor del cuestionario que sobre el estado de la UE», se lamentó el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, la semana pasada. La institución asegura que responderá a sus provocaciones, pero por ahora no se atreve a congelar los fondos estructurales al país centroeuropeo ni arrebatarle su voto en el Consejo. Timmermans prefiere dejar abierto el canal del diálogo político con Budapest para encauzar la crítica situación.

Pero, ¿por qué no se abre a Hungría un expediente por poner en riesgo el Estado de derecho como se hizo con Polonia? El equipo de Juncker considera que «no existe un riesgo sistemático» para la democracia en el país magiar y, a diferencia de Varsovia y a pesar de que el Gobierno húngaro esté «apasionadamente» en desacuerdo con la Comisión, «siempre ha aceptado el diálogo», justifican.

 Once escaños

Las maniobras del ultranacionalista han vuelto a avergonzar a su familia política, el Partido Popular Europeo. Los conservadores están divididos internamente en la Eurocámara. Hay quienes abogan por expulsar del grupo al partido de Orbán (Fidesz). Una línea defendida por eurodiputados belgas, holandeses, suecos, finlandeses y luxemburgueses. Sin embargo, algunas figuras de peso como su presidente, Joseph Daul, prefieren mantener las líneas unidas para no perder los 11 escaños del Fidesz en el hemiciclo, una decisión que les haría perder peso respecto a los socialdemócratas.

La UE solo reubicó a uno de cada diez refugiados

El calendario y las prisas aprietan. Quedan seis meses para que expire el programa de reubicación de refugiados puesto en marcha por la UE  hace un año y medio y los socios todavía tienen un 90% de sus compromisos por cumplir. Con Italia y Grecia desbordadas por las llegadas masivas de demandantes de asilo, los socios accedieron a abrir sus puertas a 160.000 asilados en el verano del 2015. ¿Qué fue de aquella promesa? Hasta el momento solo se ha logrado trasladar a 16.340 personas (5.001 desde Italia y 11.339 desde Grecia): uno de cada diez. Quedan 143.660.

Bruselas abrió este miércoles las puertas a la temporada de rebajas asegurando que se conforma con que la UE haya reubicado para finales de septiembre, cuando caduca el acuerdo, a los 17.500 refugiados (14.000 en Grecia y 3.500 en Italia) que están a la espera de que algún país los acoja. «Es perfectamente posible», aseguró este miércoles el comisario de Migración, Dimitris Avramopoulos, quien se mostró «más optimista» que hace dos meses porque los socios han aumentado sus esfuerzos. Pero hay quien sigue sin arrimar el hombro: Polonia y Hungría. Los dos países siguen sin acatar las cuotas asignadas y no han reubicado a un solo refugiado. ¿Habrá sanciones? No, por ahora. «No estamos aquí para castigar sino para convencer», justifica Avramopoulos. España tampoco tendrá fácil alcanzar su meta. Con 886 asilados acogidos, deberá ponerse las pilas si quiere cumplir porque todavía le queda dar entrada a 8.456 refugiados. ¿Hay motivos para ser optimistas? Austria ha accedido a participar en el programa de reubicación ofreciendo 50 plazas para menores de edad y los reasentamientos desde terceros países avanzan a mejor ritmo. Hasta el momento la UE ha dado protección a 15.492 refugiados de los 22.000 propuestos.

Bruselas también pide a las autoridades nacionales la puesta en marcha de programas de protección urgentes para los migrantes menores no acompañados. En el 2015 hasta 96.000 niños alcanzaron la UE sin tutela alguna para solicitar asilo. El año pasado la cifra fue de 56.000. A miles de ellos se les perdió la pista en las 48 horas posteriores a su llegada. «Debemos garantizar que no serán objeto de abusos, explotación o desaparición», clamó Avramopoulos. La comisaria de Justicia exigió prioridad en la tramitación de demandas de asilo, identificación inmediata y la asignación de un tutor encargado de su educación e integración.