Nicolás Maduro y Vladimir Padrino, tal para cual

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

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Venezuela sigue avanzando hacia el caos con un Nicolás Maduro que se sostiene en el poder a pesar de la creciente presión popular en la calle y el cada día mayor aislamiento internacional. Su único sustento es un Vladimir Padrino, ministro de Defensa, más discreto en las formas, pero más peligroso, porque controla todo el aparato represivo del Estado.

09 may 2017 . Actualizado a las 00:00 h.

Un Estado que en palabras de Alberto Barrera Tyszka, una de las plumas más lúcidas del periodismo y la literatura venezolana, se ha convertido en una «máquina de matar» que a unos los mata de hambre, a otros a tiros, disparados por los colectivos armados y financiados por el régimen y a otros la Guardia Nacional Bolivariana y/o la Policía Nacional comandadas por el narcogeneral Néstor Reverol, que depende jerárquicamente de Vladimir Padrino.

Cinco semanas después de que el comando judicial con sede en el Tribunal Supremo encendiese la candela con dos sentencias que pretendían neutralizar de Derecho a una Asamblea Nacional con mayoría abrumadora de la oposición, a la que el Gobierno ha venido ninguneando de hecho desde el momento mismo de su constitución, los venezolanos siguen saliendo a la calle a manifestar su contundente rechazo a uno de los regímenes políticos más grotescos del panorama internacional.

Los pelos del burro

La represión, con un coste creciente de vidas humanas -ya rondan el medio centenar-, detenidos y heridos no solo no logra desincentivar a los manifestantes sino que está empezando a hacer mella entre los encargados de ejercerla. El líder opositor Henrique Capriles, aseguró públicamente el pasado domingo que más de mil militares han manifestado su intención de renunciar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), por estar «descontentos» con la situación actual. No solo le están negando las bajas, sino que un general en el Gobierno, cuyo nombre no citó, pero que es fácil adivinar, cursó instrucciones a todas las compañías militares de que se graben videos con mensajes de apoyo al presidente Nicolás Maduro.

Capriles también reiteró su denuncia de que más de 80 oficiales u suboficiales -capitanes y sargentos- de las Fuerzas Armadas se encuentran detenidos en tres cárceles de Caracas por haber manifestado su descontento con la represión de los cuerpos de seguridad contra los manifestantes. Este líder opositor, que se cuida mucho de no hacer denuncias sobre hechos que no tiene contrastados - «cuando digo que el burro es negro, es porque tengo los pelos en mano», advirtió en lenguaje criollo- era desmentido al día siguiente por el ministro de Defensa en una entrevista concedida a la agencia EFE. A las pocas horas el periodista venezolano Javier Ignacio Mayorca, según publica el diario El Nacional, señalaba que «el mundo militar está convulsionado ante la escalada de violencia que se ha visto este último mes en las protestas contra la dictadura de Nicolás Maduro» y precisaba que el general, Nelson Morales, jefe de la Guardia Nacional Republicana en Carabobo, «había sido removido por negarse a cumplir el denominado Plan Zamora».

 La oposición ya había denunciado antes un plan del Gobierno para utilizar presos en la represión de manifestantes, con el fin de de dar un respiro a las fuerzas de seguridad, tras un mes de protestas continuadas en las principales ciudades del país. El plan se habría puesto en marcha en el estado de Zulia.

Vacas por la Constituyente

Unas protestas que ya se han llevado por delante al menos tres estatuas del comandante Chávez y que la oposición está dirigiendo con gran aplomo, evitando entrar al trapo de las provocaciones, consciente de que el conflicto puede ir para largo porque el Gobierno parece haber apostado por una estrategia de desgaste.

Mientras Maduro habla con las vacas y les pide apoyo para su Constituyente, la última carta que se ha sacado de la manga para aferrarse a la silla presidencial, Padrino, su alter ego, en la aludida entrevista a la agencia EFE, haciendo gala de la ambigüedad que le caracteriza, dice que los militares que él comanda respaldan el proceso constituyente lanzado por Maduro, pero al mismo tiempo alude a que este debe regirse por los principios recogidos en la actual constitución: «voto, universal, directo, secreto y libre», algo que no encaja con lo que se conoce hasta la fecha de la iniciativa gubernamental.

Las sentencias del Tribunal Supremo sobre la Asamblea Nacional, admite que fueron «un exceso» pero dice que «no puede ser llamado golpe de Estado. Cuando le preguntan por la violencia empleada por sus subordinados en la represión de las manifestaciones, que son un derecho constitucional de los ciudadanos, reconoció algunos «excesos aislados» de algunos funcionarios y precisó que de los 37 muertos desde el comienzo de las protestas, «22 han sido asesinados por armas de fuego», de lo que concluye que «estas protestas están en la línea entre la subversión y la insurrección armada». Nada dice de los colectivos que el Gobierno está utilizando como fuerza de choque y que sí disparan con armas de fuego. Las mujeres que se manifestaron masivamente el pasado lunes le corearon que «no tenemos escopetas, nuestras armas son las tetas».

Riesgo de colapso

Que el conflicto puede alargarse en el tiempo es un riesgo que apuntan los analistas que mejor conocen la realidad venezolana. Ello entraña un alto riesgo de que el desabastecimiento vaya a más porque las arcas del Estado están vacías, los ingresos futuros hipotecados y a Maduro ya no le fían los chinos, ni Daniel Ortega, el amigo bolivariano que se forró a costa del dispendio chavista.

Los precios de lo poco que hay a la venta en el país se disparan. El precio del Euro en el mercado paralelo ronda los 5.600 bolívares y el Dólar, tras el anuncio de la Constituyente, ya rebasó la barrera de los 5.000 y sigue subiendo. Con este panorama el riesgo del colapso total empieza a ser algo más que una hipótesis alarmista.