La hora de la verdad para Lula

La Voz / Agencias

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Brasil contiene la respiración ante el juicio más esperado del país, el cara a cara entre su popular expresidente y el controvertido juez Sergio Moro, símbolo de la lucha contra la corrupción

10 may 2017 . Actualizado a las 18:02 h.

La ciudad de Curitiba será este miércoles escenario del primer enfrentamiento entre Luiz Inácio Lula da Silva y Sergio Moro, magistrado estrella del país, símbolo de la lucha contra la corrupción. El popular expresidente se sentará esta tarde en el banquillo de los acusados para dar cuenta de sus movimientos en el marco de la operación Lava Jato, una megacausa que indaga en una gigantesca red de sobornos que abarca 13 años, los que el Partido de los Trabajadores (PT) estuvo en el poder, y que salpica a políticos de todas las ideologías y a empresarios América Latina entera. Todo Brasil aguarda, expectante, un cara a cara épico, un interrogatorio convertido en combate que será decisivo para el futuro del exmandatario, líder en las encuestas para las elecciones del próximo año.

El encuentro mantiene dividido al país. Miles de partidarios del histórico líder de izquierda se han trasladado en masa a la ciudad sureña para hacer ruido. La secretaría de Seguridad Pública de Paraná espera un flujo de por lo menos 50.000 personas, entre simpatizantes de Lula y de Moro, la otra afición del combate, defensora de la lucha contra la corrupción sistémica que intoxica al Estado brasileño. Se plantará el patriarca de la izquierda, de 71 años, frente al magistrado que en marzo del 2016 lo sacó de la cama para interrogarle al alba, dará su versión de los hechos y después de oírlo, el juez de Curitiba deberá determinar si el popular exmandatario fue agasajado o no por la constructora OAS con un lujoso tríplex en un balneario de São Paulo como retribución a favores varios. 

Niega enfáticamente tal acusación el combativo exlíder sindical, que se considera víctima de una persecución judicial y mediática que, en su opinión, propulsó la muerte de su esposa y compañera de batallas, Marisa Leticia, el pasado febrero. Considera Lula que el único objetivo que persigue esta caza de brujas es el de acabar con su carrera política y evitar que el Partido de los Trabajadores (PT) vuelva al poder tras la destitución de su ahijada política, Dilma Rousseff, en el 2016.  No piensa ponerle las cosas sencillas a Moro, que este miércoles arranca el capítulo más trascendente de una saga que empezó hace más de tres años con la apertura de la operación. Desde entonces, su estrella creció al ritmo de las escandalosas prácticas que fueron reveladas por su juzgado en relación al multimillonario fraude que desangró a la petrolera estatal Petrobras, convertida en la mayor investigación de la historia sobre la corrupción.

En sus redes han caído desde exdirectivos de Petrobas hasta dueños de las mayores constructoras del país, pasando por políticos de alto y bajo calibre. Poco a poco, sus movimientos fueron estrechando el cerco sobre el intocable Lula. Y el 4 de marzo del 2016, la cruzada de Moro entró en terreno pantanoso. El juez ordenó a la policía irrumpir en la casa del expresidente para llevarlo a declarar por la fuerza. Ese mismo mes divulgó una conversación entre el exmandatario y su sucesora, Dilma Rousseff, en la que deslizaba su intención de nombrarlo ministro para protegerle de la justicia ordinaria. Lula juró en su nuevo cargo, pero no llegó a ejercerlo. La corte suprema lo bloqueó tras hacerse pública la comprometida charla.

El juez Sergio Moro
El juez Sergio Moro UESLEI MARCELINO | reuters

Moro nació hace 44 años en la ciudad paranaense de Maringá. Se licenció en derecho y en 1996 se convirtió en juez. Doctor y profesor universitario, completó su formación en la prestigiosa Harvard. Sus discípulos lo admiran por su rapidez para decidir, por su resolución y su sólida formación. Sus detractores, recelan del uso «abusivo» que hace de las prisiones preventivas -una regla para él más que una excepción-, seguros de que está lo suficientemente politizado como para pretender anular a Lula como candidato presidencial para el año 2018, carrera que lidera holgadamente según todos los sondeos. Ahí está el fondo de la cuestión. La brecha que divide y enfurece al país. Los comicios -y la concurrencia en ellos de Lula- el año que viene.

Nacido en el árido nordeste en octubre de 1945, séptimo hijo de un matrimonio de analfabetos, vendedor ambulante, lustrabotas y líder sindical, Luiz Inácio llegó a la presidencia en el 2003. Durante sus dos mandatos, 30 millones de brasileños salieron de la pobreza. Abandonó el liderazgo del país con un 80 % de popularidad. En sus planes, hay un objetivo claro: sustituir pronto al conservador Michel Temer. «Si querían matar a la serpiente, no le golpearon en la cabeza, le pegaron en el rabo; la serpiente está viva como siempre», avisó en una ocasión. La tensión está servida.