Riad riega a EE.UU. con contratos para atraerlo a su frente contra Irán

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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JONATHAN ERNST | Reuters

El rey Salman brinda una cálida acogida a Trump y cierra acuerdos con él por importe de 380.000 millones de dólares

21 may 2017 . Actualizado a las 09:51 h.

Donald Trump necesitaba como fuera romper el cerco que se cierne sobre él en Washington a cuenta de las conexiones con la Rusia de Putin y su primera jornada en Arabia Saudí le proporcionó el respiro que ansiaba. Empezó con una más que calurosa acogida real que contrastó con el recibimiento glacial que se brindó hace un año a Obama y, si no fuera suficiente, prosiguió con la firma de una lluvia de contratos por importe superior a los 380.000 millones de dólares, incluidos 110.000 millones en ventas de armas. Dos carambolas en un solo golpe: Riad puede dar por supuesto que la inversión le permite reconquistar a Washington para su causa anti-iraní y el titular de la Casa Blanca puede inflar su retórica de hombre de negocios y sacar pecho en casa con una imagen de eficacia.

Pompa y pleitesía hasta el exceso en Riad, donde el rey Salman recibió en persona a Trump y a su esposa Melania, que se dejó ver sin velo, con una alfombra roja cinematográfica desplegada a los pies del Air Force One. La capital saudí engalanada con banderas de los dos países, como en los mejores tiempos de su alianza. Las calles, casi desiertas, con fotografías del rey y Trump con el lema «Juntos triunfamos». ¿Y la agenda? La obligada reunión bilateral con el monarca, que condecoró a su invitado con la máxima distinción civil, el Collar de Abdulaziz al Saud, al tiempo que pedía «una nueva relación» con los países musulmanes para «hacer realidad la seguridad y la estabilidad globales».

Pero como Trump es como es había que convencerlo con algo más que un collar y palabras. Petrodólares. Los saudíes son grandísimos comerciantes e hicieron una oferta a la que Trump no se pudo resistir. «Fue una jornada formidable», presumió este satisfecho. «Cientos de miles de millones de dólares en inversiones en Estados Unidos y empleos, empleos, empleos». La agencia oficial saudí no le dejó esta vez por mentiroso. Según la información que distribuyó, se cerraron 34 acuerdos en campos tan diversos como la defensa, el petróleo y el transporte aéreo de los que sacarán provecho 19 empresas estadounidenses, entre ellas General Electric, Citibank y Boeing.

El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, ya se había pavoneado a cuenta de unos contratos militares por valor de cerca de 110.000 millones de dólares que presentó como el «acuerdo de armamento más importante de la historia de EE.UU. y que al parecer se traducirán en la construcción en suelo saudí de 150 helicópteros «Black Hawk». Un Tillerson agradecido explicó sin pelos en la lengua la contraparte no escrita. Servirán, dijo, para «apoyar la seguridad de Arabia Saudí a largo plazo y del conjunto de la región del Golfo frente a la maligna influencia iraní y las amenazas vinculadas a Irán que existen en las fronteras de Arabia Saudí».

¡Qué lejos Washington en ese momento! Bailando con sus anfitriones, espada en mano, el presidente Trump parecía realmente dichoso. Tal vez se había olvidado de que la investigación sobre el denominado «Rusia-gate» ha encontrado una conexión con Moscú en su círculo más estrecho de la Casa Blanca y de que el jefe del FBI, al que cesó sin contemplaciones y del que dijo que le falta un tornillo, ha accedido a testificar en el Senado.