Trump pidió a Peña Nieto que no dijera en público que México no pagaría el muro

Mercedes gallego NUEVA YORK / CORRESPONSAL

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JOSHUA ROBERTS | REUTERS

«Ya sacaremos el dinero de otro lado», confesó el dirigente estadounidense

04 ago 2017 . Actualizado a las 07:16 h.

Hace tiempo que se esfumó la esperanza de que el Donald Trump con quien tratan los líderes mundiales en privado se distancie del atorrante que aparece en público. Cada filtración de sus conversaciones escandaliza a propios y extraños. La última cayó ayer en manos de The Washington Post. Confirma su estilo impetuoso y despótico, su admiración por Putin y su conciencia de que México no pagará por el muro. 

A Trump no le importa, «ya sacaremos el dinero de otro lado». Lo fundamental es que Enrique Peña Nieto no lo diga en público. «Con eso no puedo vivir», aclara después de haberse pasado pasó la campaña diciendo a sus seguidores que México pagaría por el muro, aunque tuviera que congelar las cuentas de todos los mexicanos en EE.UU. o imponer un arancel a las importaciones. «Cuando se nos presione a contestar lo que ambos debemos decir es que ‘ya lo arreglaremos’», le instruyó en su primera conversación telefónica, en enero. «Ya verás, va a ser un muro precioso, yo sé mucho de construcción».

El mexicano le dejó claro que no apoyaría el polémico muro por bonito que fuera, pero aceptó, en pro de la conciliación, no seguir hablando de ello en público. Fue Trump quien violó la promesa poco después tuiteando que «si no va a pagar el muro será mejor que no venga». Peña Nieto canceló de inmediato su visita a la Casa Blanca

Con el australiano

Con todo, le fue mejor que al primer ministro australiano, Malcom Turbull, que intentó convencerle de que respetase el pacto firmado con Barack Obama para acoger a 1.250 refugiados. «Ese es un pacto horrible que yo nunca hubiera hecho. En lo que a mí respecta, ya basta Malcom. He tenido bastante». Y le espetó en esa llamada que era el «más desagradable» de todos sus primeros contactos con otros líderes del mundo. «La de Putin fue muy agradable», zanjó.

Para recabar apoyo de sus bases, fuera de lo que considera la «ciénaga» de Washington, Trump tenía previsto celebrar un mitin en Virginia en la tarde de ayer (madrugada en España) en el que dijo que hará un «gran anuncio». Hoy se tomará 17 días de vacaciones de verano en su propiedad en Bedminster, según los medios locales.

Culpa al Congreso de poner en un nivel muy peligroso la relación con Rusia

Un día después de firmar a regañadientes la ley de sanciones a Moscú aprobada por abrumadora mayoría en el Congreso, el presidente estadounidense no se mordió la lengua al mostrar su disgusto. «Nuestra relación con Rusia está en un bajo histórico muy peligroso», advirtió Trump en un tuit mañanero, antes de culpar de ello a los congresistas. «Se lo podemos agradecer al Congreso, ¡la misma gente que ni siquiera es capaz de darnos salud!», agregó en referencia a la derrota en el Senado de la reforma que derogará el Obamacare.

Su deseo de mejorar las relaciones con Rusia se está topando con serios reveses. El miércoles Trump firmó de mala gana la ley, e inmediatamente divulgó una nota oficial en la consideraba que la iniciativa «seriamente defectuosa» por incluir restricciones a la capacidad de la Casa Blanca de negociar con otros países.

La nueva ley afecta sobre todo al sector energético de Rusia y otorga a Washington la posibilidad de sancionar a empresas involucradas en el desarrollo de oleoductos en ese país, entre ellas compañías europeas. Ese mismo día, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, volvió a repetir que la UE se reserva el derecho de actuar si sus intereses se ven afectados, aunque celebró que Washington haya suavizado las represalias unilaterales. La portavoz del Ejecutivo comunitario Mina Andreeva apuntó ayer que creen que ha disminuido el riesgo de que las nuevas sanciones a Rusia dañen los intereses de la Unión, puesto que la versión final de la ley limita los proyectos que pueden verse afectados,

Vladimir Putin permaneció ayer callado. Fue el primer el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, el encargado de escenificar el enfado de Moscú: «A Rusia se le ha declarado una guerra comercial».