«Había muerto y he vuelto a la vida»

Rim HADDAD AL QARIATAIN / AFP

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OMAR SANADIKI | Reuters

Un pueblo sirio recibe como héroes a jóvenes que lograron escapar del Estado Islámico

31 oct 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

Hace algo más de una semana, la vida de Manaf pendía de un hilo. Ahora es un héroe, al igual que con otros 24 exrehenes del Estado Islámico (EI), en su pueblo Al Qariatain, en manos de los yihadistas desde principios de mes. «Había muerto y he vuelto a la vida», confiesa. Cuando el Ejército sirio irrumpió hace veinte días en Al Qariatain, situado en la provincia siria de Homs, los hombres del califato secuestraron a un grupo de civiles para utilizarlos como escudos humanos. Antes, asesinaron a sangre fría a al menos 116 civiles a los que acusaban de colaborar con las tropas de Bachar al Asad, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Algunos de los 38 secuestrado, como Manaf y su hermano Mohamad, consiguieron huir. El domingo fueron llevados hasta Al Qariatain en un autobús del Ejército sirio, que organizó una visita para la prensa. A su llegada, cientos de habitantes se precipitaron hacia la plaza principal para recibirlos. Las madres se empujaban para abrirse camino y poder abrazar por fin a sus hijos. Otros trece jóvenes siguen secuestrados. Sus familias no sabe nada de su suerte.

«No quiero nada más»

Los que consiguieron regresar sanos y salvos fueron aclamados por sus vecinos, que los acogieron con gritos de júbilo y tirándoles arroz. «Mi alegría es indescriptible. No quiero nada más de la vida, he vuelto con mis padres», exclama Manaf, de 20 años, tras abrazar a los suyos. Su madre, Um Manaf, apenas consigue contener su alegría. «Mis dos hijos han vuelto, gracias a Dios todopoderoso», vocifera la mujer de 50 años, ataviada con un velo marrón estampado y abrigo negro. La hermana pequeña, con sus trenzas con lazos rosa, se echa sobre Manaf, mientras el padre, Haitham, con los ojos llorosos, no para de repetir: «Sois unos héroes».

A la entrada de la ciudad, las vitrinas de las tiendas todavía tienen los escritos garabateados por el EI: «el Estado [Islámico] perdurará». Pero, mientras que unos se congraciaban por la vuelta de sus hijos, otros lloraban a sus familiares asesinados. Mohamad Jeir, de 45 años, perdió a su hermano, asesinado junto a otras diez civiles por los yihadista. «Disparaban contra los transeúntes en la plaza». Cuando el EI se retiró, corrió hacia el edificio que habían transformado en prisión. «Cerca de la entrada, vi a mi hermano, yaciendo en un mar de sangre, con una bala en la cabeza», cuenta. «Quiero armarme para vengar a mi hermano».

Más al sur, un convoy de la ONU y de la Media Luna Roja siria con ayuda humanitaria para 40.000 personas entró ayer en la región de Ghuta Oriental, un bastión rebelde asediado por Al Asad cerca de Damasco Los 49 camiones llegaron cuando la situación humanitaria era crítica, con casos de desnutrición severa especialmente entre los niños.